El otro día fuimos al teatro con los alumnos y alumnas de primero de ESO. La obra se titulaba “El Museo del Tiempo”. A los niños les encantó. Se trataba de unos personajes que en definitiva querían controlar el tiempo. Uno de ellos trató (sin éxito) de inventar un aparato para que el tiempo fluyera a su antojo. Un fracaso estrepitoso. Otro de sus inventos consistía en un artefacto que ralentizaba el tiempo o lo aceleraba según el caso. Pero no funcionaba. Convinieron, por fin, en que el tiempo es inabarcable. No había manera de dominarlo. Él es quien nos domina. Pero quedan los objetos. Cada objeto está impregnado de tiempo. No hay más que acoger al objeto, y así, de un modo más o menos razonable, podemos regular el paso del tiempo, porque el tiempo se ha alojado en el objeto. Los personajes de la obra, al fin y a la postre, se convirtieron en vigilantes de un imaginario museo de objetos con una historia a cuestas cada uno de ellos, hecha, por supuesto, de tiempo. Los objetos que cuidaban celosamente aquellos personajes venían acompañados de su correspondiente carta escrita por su propietario que refería las contingencias inherentes a la relación del objeto con su dueño. La obra, que era bastante interactiva, terminó con una propuesta para los alumnos-espectadores. Se trataba de adoptar a un objeto huérfano de historia. Y regalarle una historia. La segunda parte de la propuesta consistía en que cada niño debía elegir un objeto suyo y enterrarlo con un papel donde se contaría la historia de este objeto.
Cuando salíamos del teatro, pensaba que esta experiencia me había dado pie para reflexionar sobre algo que siempre me ha fascinado: el tiempo. Su intangible esencia, su latente presencia, su persistencia, su implacable discurrir… su magia. Y aquellos actores me hicieron ver que el tiempo, como los colores, no existen por sí solos, sino que el tiempo es algo que existe incrustado en los objetos. Los objetos, pues, en cierta forma son tiempo.
¡Qué descubrimiento! He acertado con la manera de atrapar el tiempo, porque el paso del tiempo se detiene en los objetos. Los objetos están hechos de tiempo. No hay más que hurgar en ellos y extraerles el alma, pues es ahí donde reside su esencia temporal. No es tarea fácil, lo confieso, porque a veces a los objetos no se les presta la atención debida y se ponen tristes, incluso lloran en silencio. Y en estas condiciones pueden llegar a perder su identidad, como aquellos montones de objetos huérfanos que había expuestos en el escenario.
Yo conservo algunos objetos que tienen un alma viva y radiante. Objetos que viven conmigo y que me cuentan su historia siempre que me acerco a ellos y los miro con cariño. Los hay de todas las edades; algunos han crecido conmigo y son depositarios de casi todos mis avatares. El llavero donde tengo las llaves de mi casa guarda historias de hace casi treinta años. Y cada vez que lo acaricio (porque yo a los objetos queridos los acaricio) para abrir la puerta adivino su palpitar en mi mano. Está tan vivo como siempre lo ha estado. Como éste tengo muchos más. Otros, por desgracia, han muerto. Y sólo viven en mi recuerdo.
Cuando salíamos del teatro, pensaba que esta experiencia me había dado pie para reflexionar sobre algo que siempre me ha fascinado: el tiempo. Su intangible esencia, su latente presencia, su persistencia, su implacable discurrir… su magia. Y aquellos actores me hicieron ver que el tiempo, como los colores, no existen por sí solos, sino que el tiempo es algo que existe incrustado en los objetos. Los objetos, pues, en cierta forma son tiempo.
¡Qué descubrimiento! He acertado con la manera de atrapar el tiempo, porque el paso del tiempo se detiene en los objetos. Los objetos están hechos de tiempo. No hay más que hurgar en ellos y extraerles el alma, pues es ahí donde reside su esencia temporal. No es tarea fácil, lo confieso, porque a veces a los objetos no se les presta la atención debida y se ponen tristes, incluso lloran en silencio. Y en estas condiciones pueden llegar a perder su identidad, como aquellos montones de objetos huérfanos que había expuestos en el escenario.
Yo conservo algunos objetos que tienen un alma viva y radiante. Objetos que viven conmigo y que me cuentan su historia siempre que me acerco a ellos y los miro con cariño. Los hay de todas las edades; algunos han crecido conmigo y son depositarios de casi todos mis avatares. El llavero donde tengo las llaves de mi casa guarda historias de hace casi treinta años. Y cada vez que lo acaricio (porque yo a los objetos queridos los acaricio) para abrir la puerta adivino su palpitar en mi mano. Está tan vivo como siempre lo ha estado. Como éste tengo muchos más. Otros, por desgracia, han muerto. Y sólo viven en mi recuerdo.
Yo sé que vosotros y vosotras que me leéis tenéis objetos que os acompañan en vuestra vida. Cuidadlos. Mimadlos. Pensad que forman parte del devenir de vuestra vida. Y que en su interior hay un alma hecha de tiempo que está dormida y que sólo espera una mirada, una caricia, para exhalar toda su historia.
Me fascina el tiempo. Cada instante es eterno, y, sin embargo, fluye tan deprisa... Los objetos y el tiempo. Estoy rodeado de objetos que no tienen demasiado tiempo. Mi vida me ha llevado a traslados múltiples, y eso y otras circunstancias ha hecho que nada de lo que tengo posea la pátina del tiempo. Quizás incluso le tengo algo de miedo a esa carga existencial que remueve el tiempo de lo que fui y ya no soy, pero forma parte de mí tal vez. No sé, pero no me gusta revisitar el pasado sino como objeto de conocimiento. El hecho de que los objetos posean historia me inquieta, no deja de ser misterioso. Muy hermoso tu post. Una obra que me gustaría ir a ver con mis alumnos de primero.
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ResponEliminaCuanta razón llevas papá! Ya sabes que el tiempo es algo que también a mí me da que pensar... Ah! es verdad, ese llavero lo conozco desde que nací. Yo quizás lo recuerdo más por el sonido, que por el tacto o por la vista. Pues cuando estaba en el mi habitación en casa mis padres, siempre sabía quien entraba por la puerta, pues no era igual el ruido del llavero de mi padre que el de mi madre (también lleva el mismo desde que nací).
ResponEliminaCon esto vengo a decir que es curioso que pensando en el mismo objeto lo recordemos diferente. Entonces ¿la historia la lleva el objeto o se la damos nosotros? Creo que la percepción de cada objeto es individual y única.
Ahora me gustaría plantear un pregunta abierta sobre el tiempo, para quien quiera reflexionar sobre ella ¿porqué a veces el tiempo corre y otras se detiene?
P.D: Yo elijo a Tambor (mi peluche favorito desde pequeña) aunque sería incapaz de enterrarlo, tiene mucha historia (que miedo si hablara jejej)
Yo no me aferro mucho a los objetos, he perdido demasiados a lo largo de mi vida. Para disfrutar del tiempo me gustan más las fotografias. Revisar fotos antiguas, de mi familia, de la que tengo fotos desde qeu se inventó, porque mi tatarabuena era la hermana de Rodrigo, un magnífico fotógrafo lorquino de finales del XIX, eso me da sentimiento de que el tiempo pasado no muere. Cuando veo a un tio de mi abuela que es igual que uno de mis hermanos, me quedo pensando que cada individuo es algo y no es nada, que es sólo un modo de manifestarse de la misma vida.
ResponEliminaEl arte, a veces, no es más que un intento, hermoso, pero inútil, de apropiarnos del tiempo.
Mi memoria parece víctima del síndrome de Diógenes. En ella el tiempo acumula trastos desordenados con los que tropiezo a menudo. Y aunque enterrase tanto objeto inútil, su recuerdo seguiría ahí, como un fantasma, perdido.
ResponEliminaYo se que lees mi blog casi siempre que publico, por eso recordaras la entrada que le dedique a mi abuelo...pues bien...yo guardo un duro de los que me daba mi abuelo.
ResponEliminaPor el no ha pasado el tiempo aunque mi abuelito no esta...todo lo que tengo de el es como si cuando lo toco pudiese acariciarlo.
A veces cuando nadie me entiende cogo cualquier cosa que tenga de el, y es como si separase el tiempo.
Se fue cuando yo tenia 6 años...pero lo recuerdo como si fuese ayer.
Ojala pudiesemos parar el tiempo en algunos istantes magicos.
Un beso, el post genial.
hola miguel!!!!!!
ResponEliminacomparto la idea que los objetos guardan consigo el tiempo........
creo que todos tenemos algo guardado que al mirarlo o tocarlo, nos evoca a ese tiempo....por eso a veces, cuesta tanto deshacerse de ellos!!
un abrazo y buena semana
Miguel que linda reflexión sobre el tiempo,es verdad que los objetos guardan el tiempo en ellos,yo tengo mucho amor por las paredes de mi casa y sabes porque? cuando demolieron la casa de mi abuela me traje para mi unos cien ladrillos , los de la pared que daba a la galería,cuántos momentos viví allí! y cúantos vivieron mis padres y tíos!,pensando en ello,al hacer mi casa los puse distribuidos en la pared ,así las paredes de mi hogar tuvieran mi historia familiar.
ResponEliminaTengo un sin fin de objeos y después de leerte he de valorar más a cada uno,pues tengo en ellos mucho tiempo,pero mucho tiempo y de los buenos tiempos.
Sabes? a medida que mis años pasan empecé a dar valor a aquello que antes poco me interesaba;ciertamente, el unico tiempo que en realidad tenemos es el hoy,pero este hoy y lo que somos se ha construido en el pasado,lo bueno y lo malo del ayer nos hace quienes somos,por ello no reniego de mi ayer,ni me duelen los años que pasan pues significa que estoy viva!
Lo que más me gusta del tiempo Miguel es como lo percibimos de distinta manera cuando pasa,sobre todo cuando sumamos años lo encontramos tan corto,como que vuela,y en la niñez ni sabemos que el tiempo corre,o a veces momentos sublimes los percibimos como que pasan muy rápido,y momentos terribles que pasan en un tiempo demasiado lento.
Cosas de los humanos supongo...
Me resultó interesante leer este post,lo he disfrutado,ves, este objeto llamado pc me está regalando en este espacio precioso un tiempo que bien vale la pena y que atesoro,gracias Miguel,que tengas buen día.
Joselu: Yo creo que lo que nos fascina del tiempo es que no podemos dominarlo de ninguna de las maneras. Se nos escapa. Por eso es emocionante buscar formas de reencontrarnos con él.
ResponEliminaMarta: La historia, el tiempo que se ha impregnado en un objeto es una proyección de nuestras vivencias. Por eso, un determinado objeto tiene una historia diferente según para quién. Con respecto al paso del tiempo no sé queé decirte, supongo que volvería un poco al argumento primero: el tiempo viene a ser una especie de nueva dimensión de nosotros. Lo del llavero es verdad. Y lo de Tambor...también.
Clares: A mí también me parece algo mágico la fotografía. Ni más ni menos que el tiempo atrapado en un instante, en una imagen. Tiempo inmortal.
Antonio: No me negarás que a veces, paseando en tu memoria, no ta has encontrado algún recuerdo y te has parado a pensar...o a soñar.
Lauryna: El tiempo sí que se puede parar. Tú lo paras cada vez que acaricias el duro de tu abuelo. Por cierto, sí que me acuerdo de aquel post. Y recuerdo que se me escapó alguna lagrimilla.
Adrisol: Totalemte de acuerdo contigo. Hay objetos que son para nosotros historia viva. Tiempo imperecedero. Imposible deshacernos de ellos.
Hada Isol: Sí, hay objetos que nos evocan el tiempo pasado. Y nunca podemos renunciar a él porque como tú bien dices, lo que somos hoy depende en gran medida de aquel pasado más o menos lejano. Hay que saber valorar nuestro tiempo, todo, el pasado, el presente y el que está por venir. Todo junto forma la vida.
Qué cosas más bonitas escribes,Miguel.
ResponEliminaYo siempre he pensado así,pero no lo sabría explicar tan bien.
Siempre he sido de guardar aquellas cosas que me llenaban o me recordaban determinados momentos o personas.
Las guardo celosamente y de cuando en cuando las miro,las admiro,las acaricio y vuelvo a sumergirlas en esa cajita que les he adjudicado,pero también en esa otra roja que nos late a cada paso...
Podría decirte que son tantas,que necesito espacio para ellas,pues sigo haciéndolo en la actualidad.Sin embargo, hay un pequeño pañuelo floreado de mi madre, que aún parece conservar su aroma y es...no sé...bueno, ya me entiendes.
Besos.
Hola Miguel!!! gracias por pasarte por mi Blog..el tuyo es precioso lleno de positivismo..veo que tienes mas procurare pasarme...me has hecho pensar sobre el tiempo y es verdad llevamos auntenticos tesoros encima..yo tengo un billete de mi abuela paterna de 25 pesetas de 1928 y es un tesoro para mi..hermosa entrada Miguel..un abrazo
ResponEliminaMarinel: Gracias por tus elogios. Estamos de acuerdo. Los objetos están impregandos de tiempo...y de vivencias. Un objeto puede llegar a decirnos tantas cosas...
ResponEliminaArwen: Gracias por tu visita. Bienvenida. La verdad es que algunos objetos atesoran vida. Están vivos y nos transmiten vida cuando los miramos, o los acariciamos.
El tiempo, gran tema del que hablar, me pasaría horas hablándolo peor por desgracia tengo poco. Creo que ha sido una excursión interesante en la que disfrutaste como un niño.
ResponEliminaEse llavero guárdalo como oro en paño, yo por desgracia no tengo muchos de mis recuerdos por mi mala memoria y eso me fastidia bastante.
Besitos, me ha gustado mucho tu post.
Alu: no puedes hablar del tiempo porque no tienes tiempo. ¿Ves como estamos controlados por el tiempo?
ResponEliminaSí, el llavero lo guardaré, forma parte de mis vivencias.
El tiempo, ese que tan poco dura, y que tan rápido pasa cuando disfrutamos de los bellos momentos, y que deberían de ser eternos, en cambio, que tan largos duran los segundos, en los peores momentos.
ResponEliminaHermoso post, gracias por habernos hecho disfrutar del museo del tiempo, gracias por compartir tus momentos.
Un beso.
María: El tiempo nos marca las vida, alargándola o acortándola a su antojo. Dependemos del tiempo. Él manda.
ResponEliminahola miguel!!!!!!!!!
ResponEliminapasaba a saludarte y dejarte un abrazo........buen fin de semana!!!!!!!!!
Adrisol: gracias, te deso lo mismo para ti.
ResponEliminaPreciosa reflexión enlazando el teimpo, ese misterio que domina nuestras vidas, y los objetos queridos. Hay una obra de teatro, cuyo título y autor lamentablemente no recuerdo, en la que el segundo acto es el tercero y viceversa, por lo que cuando los protagonistas hablan de sus proyectos e ilusiones el espectador ya sabe que todo eso no se va a cumplir. Nosotros no conocemos el futuro, sólo somos ¿dueños? del pasado, pero no podemos dominar lo que somos ni cómo actuamos. Yo estoy obsesionada con el tiempo desde que murió mi madre y recuerdo con horror todo el proceso subsiguiente, la liquidación de sus cosas atesoradas con tanto mimo, ¿qué derecho teníamos sus hijos a entrometernos en su intimidad? ¿Acaso tenían el mismo valos para nosotros? Evidentemente no. Los objetos que nos rodean, los que tocamos y nos tocan, tienen su historia, casi vida propia, y dicen mucho de nosotros.
ResponEliminaHay que cuidarlos y mimarlos. Nunca sabemos cuánto tiempo más vamos a poder disfrutarlos.
Un abrazo, colega.
Yolanda: Precioso comentario. Estoy totalmente de acuerdo contigo. Efectivamente, no somos dueños del tiempo, más bien, víctimas. por eso hay que mimar al tiempo, atesorarlo...
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