Hoy he vuelto a Cartagena. Una tarde de agosto de 1979 dejé Cartagena rumbo a Madrid. Y desde entonces no había vuelto.
El día 2 de julio de 1979 habíamos tomado todos los quintos de Castellón que íbamos a hacer la mili por marina, el tren que nos llevaría hasta Cartagena. Y allí estuvimos en el cuartel de instrucción de marinería hasta que juramos bandera. A mí me destinaron a Madrid, al Colegio de Huérfanos de la Armada. Y allí cumplí el resto de mi período de servicio militar.
Pero hoy he vuelto a Cartagena. Y he vuelto al cuartel de instrucción. Y veo que ya no existe. Lo han derribado todo, pero han tenido la delicadeza de dejar en pie la entrada. Aquella entrada flanqueada entonces por dos marineros armados con su correspondiente Cetme. Hoy no queda nada más que el umbral y las dos garitas. Me he hecho una foto y he recordado aquella entrada lúgubre al cuartel, repleta de marineros que estaban de guardia. Machetes, mosquetones, cartucheras, “lepantos” (el lepanto es el gorro que llevan los marineros), serios semblantes, rígidos ademanes. Profunda amargura de estar en un sitio ajeno. Honda nostalgia de saberse atrapado en un sinsentido de donde no podría salir hasta después de dieciocho meses. Mi novia, mis padres, mi perrito Toby, mi casa, mis amigos, mis libros, mis canciones, todo quedaba suspendido en el tiempo. Nada parecía real. Aquel mundo no era el mío. Me sentía como un pez fuera del agua. Me ahogaba la ausencia. Los galones de los cabos, de los sargentos, de los oficiales, nublaban mi entendimiento. “A sus órdenes”, “¿Ordena alguna cosa más mi brigada?” “¿Da usted su permiso?” las personas estaban dejando de ser seres libres para estar presas de unos automatismos y unas formas que yo no comprendía. Y tenía la obligación de comprenderlo. Y a la fuerza tuve que asumir aquella vida militar. Pero nunca me sentí libre de la añoranza. Mis pensamientos se iban desatados hacia inmediatos recuerdos. El final de la carrera. Mi pelo abundante. Mi ropa de paisano. Mi novia contándome cosas en un bar de Benicàssim, mientras en la vieja gramola del Café España sonaba "Rest your love on me" de los Bee Gees. Mi flamante coche, un Seat 127 que hacía poco más de un año mi padre me había comprado, las lágrimas de mi novia en el andén de la estación de Castellón...
Pero el tiempo siempre ha sido mi aliado. Y consintió que todo aquello pasase, que retornara a mi vida en Castellón. Han pasado treinta y un años. Y hoy he vuelto. Siempre se vuelve. Se equivocan quienes piensan que en este mundo hay algo definitivo. Todo es eventual y provisional. No existe la infinitud. Los espacios están esperándonos para la vuelta.
El día 2 de julio de 1979 habíamos tomado todos los quintos de Castellón que íbamos a hacer la mili por marina, el tren que nos llevaría hasta Cartagena. Y allí estuvimos en el cuartel de instrucción de marinería hasta que juramos bandera. A mí me destinaron a Madrid, al Colegio de Huérfanos de la Armada. Y allí cumplí el resto de mi período de servicio militar.
Pero hoy he vuelto a Cartagena. Y he vuelto al cuartel de instrucción. Y veo que ya no existe. Lo han derribado todo, pero han tenido la delicadeza de dejar en pie la entrada. Aquella entrada flanqueada entonces por dos marineros armados con su correspondiente Cetme. Hoy no queda nada más que el umbral y las dos garitas. Me he hecho una foto y he recordado aquella entrada lúgubre al cuartel, repleta de marineros que estaban de guardia. Machetes, mosquetones, cartucheras, “lepantos” (el lepanto es el gorro que llevan los marineros), serios semblantes, rígidos ademanes. Profunda amargura de estar en un sitio ajeno. Honda nostalgia de saberse atrapado en un sinsentido de donde no podría salir hasta después de dieciocho meses. Mi novia, mis padres, mi perrito Toby, mi casa, mis amigos, mis libros, mis canciones, todo quedaba suspendido en el tiempo. Nada parecía real. Aquel mundo no era el mío. Me sentía como un pez fuera del agua. Me ahogaba la ausencia. Los galones de los cabos, de los sargentos, de los oficiales, nublaban mi entendimiento. “A sus órdenes”, “¿Ordena alguna cosa más mi brigada?” “¿Da usted su permiso?” las personas estaban dejando de ser seres libres para estar presas de unos automatismos y unas formas que yo no comprendía. Y tenía la obligación de comprenderlo. Y a la fuerza tuve que asumir aquella vida militar. Pero nunca me sentí libre de la añoranza. Mis pensamientos se iban desatados hacia inmediatos recuerdos. El final de la carrera. Mi pelo abundante. Mi ropa de paisano. Mi novia contándome cosas en un bar de Benicàssim, mientras en la vieja gramola del Café España sonaba "Rest your love on me" de los Bee Gees. Mi flamante coche, un Seat 127 que hacía poco más de un año mi padre me había comprado, las lágrimas de mi novia en el andén de la estación de Castellón...
Pero el tiempo siempre ha sido mi aliado. Y consintió que todo aquello pasase, que retornara a mi vida en Castellón. Han pasado treinta y un años. Y hoy he vuelto. Siempre se vuelve. Se equivocan quienes piensan que en este mundo hay algo definitivo. Todo es eventual y provisional. No existe la infinitud. Los espacios están esperándonos para la vuelta.
Pues yo pienso que la mili era una buena idea. Bien planteada proporcionaba un tiempo de convivencia fuera de las circunstancias habituales en que conocías a muchas personas de sitios muy distantes. Había mucho malo. Es cierto. Pero uno aprendía picaresca y al final nada era tan negro. Creo que fue un error suprimir la mili aunque las derivas de las sociedades europeas tal vez la hicieran poco útil. Puede ser. Pero yo nunca olvidaré las sardinas asadas que me zampaba en Zaragoza, cuando salíamos del CIR San Gregorio y vestidos de romanos llegábamos al bar de "los marranos" a comer las mejores sardinas de mi vida con vino blanco de la tierra. Tampoco olvido mis amaneceres en la guardia de cinco a siete con el CETME. Y teniendo tiempo para pensar, para hablar, para intercambiar. Hoy tenemos autonomías que se creen que son el ombligo del mundo (Madrid, Murcia, la Comunidad valenciana, El país vasco, Cataluña, Galicia...) pero antes había un tiempo en que todos éramos más o menos iguales, vestíamos igual y todo dependía de tu habilidad para situarte mejor o peor. No tengo un mal recuerdo de aquel tiempo y pienso que a los adolescentes que suben ahora tampoco les iría mal. Pero es hablar por hablar porque es irreversible y ya no tiene sentido plantearlo. Un cordial saludo.
ResponEliminaPara mí, la mejor novela de Muñoz Molina es "Ardor Guerrero". En ella describe su vida de recluta en el País Vasco. Lo que se desprende de ella es bien distinto de lo que manifiesta Joselu.
ResponEliminaLas obligaciones, cuantas menos, mejor. Lo que pasa que el tiempo borra los malos recuerdos y mantiene lo anecdótico y divertido. Afortunadamente.
Cartagena es de las pocas ciudades que no conozco. ¿Por qué los de la capital de Muria hablan tan mal de ella?
Un abrazo
No te moló tu etapa de militar? Lo cierto es que yo siempre he pensado que era una pérdida de tiempo. Vamos, que tu vida se paraba para hacer el servicio militar, y después continuaba sin más. Ese parón biológico que suponía hacer la "mili" nunca lo vi lógico. Por eso luego la gente pedía prórrogas y cosas para terminar los estudios o lo que fuera.
ResponEliminaDe todas formas, algo bueno tendría que tener, hombre. Gente que conocieras, amigos que hiciste... No sé, algo, no?
:)
Besos, Miguel!!
Rectifico:
ResponElimina"los de la capital de Murcia"...
Yo también leí con placer Ardor guerrero, pero hay que reconocer que Muñoz Molina extrajo información humana relevante de aquel periodo obligado que le sirvió decisivamente para entender el mundo y también con generosidad a algunos mandos militares.
ResponEliminaHasta nuestra existencia es eventual.
ResponEliminaBonitos recuerdos.
Volver, volver, siempre trae recuerdos. Estuve hace bastantes años en CArtagena y me gustó. Debo volver. un arazo.
ResponEliminaconsidero que es muy importante volver..
ResponEliminame alegra que lo hayas hecho!!
un abrazo
Para desmentir al que ha dicho que los murcianos odiamos Cartagena, aquí estoy yo. Particularmente me gusta mucho la ciudad, y los cartageneros, también. Mi mejor amiga es cartagenera y tengo preciosos recuerdos de visitas a la ciudad, pues trabajé muy cerca de ella.
ResponEliminaSe trata más bien de una rivalidad de capitales, un poco idiota, como todas las rivalidades de pueblos. Cartagena quiso ser independiente, hace muchos años, con el Cantón de Antonete Gálvez. Murcia le tiene dedicada una calle a este político, no digo más. Es el mar contra la Huerta, es lo militar contra lo civil, es la altivez pretenciosa contra la vulgaridad. Pero yo paso un poco de todas estas cosas para querer a Cartagena y admirarla.
Joselu: Yo, la verdad, no me adapté bien a la vida aquella lejos de mi casa. Guardo, no obstante entrañables recuerdos, pero, en conjunto, tengo la sensación de que perdí más que gané.
ResponEliminaLuís Antonio: Yo también leí "Ardor guerrero" y me pareció un obra excelente. Si yo tuviera la capacidad suficiente, habría hecho una novela con un fondo muy parecido. Es decir, que coindido con la sensación de Muñoz Molina.
Lourdes: No, no me moló mi etapa militar. Fue, en resumidas cuentas, una pérdida de tiempo, sin más.
Recuerdos perdidos: Efectivamente, nuestra existencia es eventual. Tremendamente eventual.
Fernando: Cuando vuelvas, verás que está cambiada. Cartagena es hoy una ciudad muy bonita y moderna.
Adrisol: Siempre es bonito volver.
Clares: Yo tuve un compañero en la mili, en Madrid, me acuerdo que le llamabande apellido Peñalver, que era de Cartagena. Pues bien, un día, entre bromas, se me ocurrió decirle "murciano". Por poco me pega. En fin, también en Madrid, a un compañero que era vasco, un día a alguien se le ocurrió atarle una cinta con los colores de la bandera española a su litera. ¡La que armó!. El peor insulto que le podían decir era "español". Ya ves, en todas partes hay rollos de esos.
"Se equicocan quienes piensan que en esta vida hay algo definitivo..."
ResponEliminaMe gustó esta frase, mucho. Me reconocí en muchos momentos de mi vida, y también en los actuales.
Todo es cíclico y en algun momento se vuelve indefectiblemente...
Besos hermosa entrada!
Y estas muy guapo en esa foto!!!
Miriam: Gracias por tu comentario. Yo estoy convencido que en esta vida nunca podemos decir hasta aquí he llegado, siempre hay un después.
ResponEliminaMe ha encantado la forma de relatar las sensaciones, y tienes pero que mucha razón, al final siempre se acaba volviendo.
ResponEliminaBesines
Es curioso como los recuerdos persisten en nuestro alma, a pesar del paso irreflenable del tiempo y su efecto en según qué estructuras.
ResponEliminaCartagena, bonito rincón de España.
Un saludo.
Hay que ver lo que da de sí la mili... La mujeres no podemos hablar de ella,pero en mis tiempos hacíamos el Servicio Social, sin el cual no podíamos trabajar. También era una pérdida de tiempo, pero duraba menos.
ResponEliminaComo mi padre era mlitar, al igual que mi abuelo, tíos, hermano... he ido a muchas juras de bandera y conozco la ideología y costumbres del gremio. Recuerdo con desagrado el olor de los uniformes. ¿Qué les ponían? No siento cariño por esa vida, pero me emociono sin querer al oír ciertas marchas, me producen sentimientos contradictorios.
Estuve brevemente en Cartagena hace un par de años y sentí no poder verla más despacio. Tengo que volver.
Vivimos cada momento como si fuera definitivo, creo que por eso a muchos no nos gustan los cambios, así pensamos que no nos movemos, que no envejecemos. Las viejas fotos nos recuerdan el pasado y nos devuelven a la realidad, al presente con arrugas, pero vivos aún.
"Ardor guerrero" es una buena novela, me encanta Muñoz Molina. Tengo pendiente su última obra, pero es que se me acumula el trabajo.
Un abrazo, colega. ¡Dos días, y a disfrutar! Bueno, creo que por allí tenéis vacaciones la semana de Pascua, ¿no? Así cunden más.
Vane: La vida es un eterno retorno.
ResponEliminaPerséfone: Nuestra alma está forjada de recuerdos.
Yolanda: Cuando leí "Ardor guerrero" me sentí identificado en muchos aspectos. Fue capaz de captar lo que se siente en la mili.
Nosotros, querida colega, empezamos las vacaciones el jueves de semana santa, pero volvemos más tarde, el martes 13 de abril.
No he podido evitar pasar a saludarte.
ResponEliminaHe visto tu entrada desde el blog de Luís Antonio, y ha sido ver escrito el nombre de Cartagena y sentir una punzada de nostalgia.
Algunas de las personas que más he amado procedían de esa Ciudad, por la que siento un cariño incondicional.
Es una ciudad que tuvo su importancia en épocas pasadas, que con el tiempo fue perdiendo, por causas económicas, su antiguo esplendor. Pero es la tierra de mis antepasados y un día, que no olvidaré nunca, la descubrí a través de los ojos de mi madre, que me fue mostrando los lugares donde transcurrió su infancia, que más tarde desde Madrid siempre añoró.
Por eso, para mí Cartagena, no es sólo una ciudad, son recuerdos imborrables y, sobre todo, el paraíso perdido en el recuerdo de mi madre.
Por otra parte, creo que has descrito muy bien tus sensaciones, los recuerdos que guardas de aquella penosa experiencia que, muchos hombres, no tuvieron más remedio que sufrir, porque no les quedaba otra opción, y que recuerdan como una pesadilla o como una soberana pérdida de tiempo.
Un placer pasar por tu casa, Miguel.
Cristal: Gracias por tu visita, para mí, ya ves, también Cartagena tiene un rincón en mi corazón.
ResponEliminaHabrá a quien le angustie pero a mí me alivia que nada sea definitivo, que todo siga siendo, siempre, posible.
ResponEliminaBesos!
Cris: A mí la infinitud me agobia. Me gusta el devenir del tiempo.
ResponEliminaAmigo, yo nací en edad todavía "militar", me llegaron a tallar, pero merced a mi alta miopía me acabaron declarando exento de realizarlo.
ResponEliminaPuede que hubiera aprendido cosas, pero bien mirado tampoco me arrepiento de no haber ido. Hay gente que le ha ayudado a crecer, qué duda cabe, pero un amigo muy cercano que era sano y amaba el deporte volvió fumador y bebedor empedernido.
Sobre tus recuerdos de la Cartago Nova, absolutamente entrañables e impagables. Abrazos.
Chiriveque: La verdad, querido amigo, es que no te perdiste nada con la mili. Aunque bien cierto es que todo lo que sean experiencias, vistas a toro pasado, son positivas.
ResponEliminaCualquier excusa es buena para volver a tu tierra. Y Cartajena bien merece una excusa. La que sea.
ResponEliminaP.D. No soy un gran admirador de Muñoz Molina. Habrá que volver a retomarle...
Abrazos
Sommer: Siempre es bonito volver a la tierra donde pasaste un pedazo de tu vida.
ResponEliminaLo que yo daría por volver a alguno de los lugares en los que dejé parte de mis raíces...
ResponEliminaFuiste afortunado.
Un abrazo
Amig@: Siempre que se vuelve se es afortunado. Sobre todo si es un lugar que está en tu corazón.
ResponEliminaL'autor ha eliminat aquest comentari.
ResponEliminaMuchas gracias por su visita y el comentario en mi blog, yo siempre aprendí de mi padre que me decia " nunca, nunca digas de esta agua no vas de beber " y que gran verdad con su relato todos tenemos en nuestro corazón un lugar en que podamos volver felices pascuas saludos
ResponEliminaCasi siempre volvemos a esos lugares de tiempos pasados que fueron tan importantes en nuestras vidas.
ResponEliminaLo conozco, es muy bonito Cartagena.
Feliz Domingo de ramos.
Saludos.
Nelita: Es bonito volver a los lugares donde has estado. Es como volver a vivir.
ResponEliminaMaría: La vivda es un eterno retorno.
¡¡Ay MIGUEL!!
ResponEliminaPero ¿Qué historias, hazañas, experiencias y anécdotas ibais a contar a vuestros nietos, si no hubierais vivido la MILI?
Me hace gracias veros llorar a la mayoría de los que la pasasteis, durante horas y horas, tras las cuales se os queda una carita con rictus difuminado y mirada perdida añorando tiempos pasados, que a lo mejor no serían mejores, pero que ahí están y os han marcado tanto que no se olvidan jamás. Por eso, tú después de tantos años volviste en busca de tus recuerdos.
No sé si será eso, de que le tiempo vuelve buenos los recuerdos malos, pero yo añoro, las historias que contaba mi padre que hizo la mili en la brigada paracaidista y me hacía sentir, la hija de un héroe de los de las pelis.
Te pido disculpas por mis ausencias, de verdad, que últimamente y para variar, me falta tiempo
y no doy más de sí.
Pero, ya sabes, al hilo de lo tuyo...El silencio, no es olvido...Te leo siempre ;-)
Muchos besos y feliz noche.
Hola Miguel!me alegra haber venido pq así te conozco un poquito más. Me ha gustado mucho tu relato, cuánta añoranza y creo que tienes toda la razón, nada es definitivo. Me he sentido muy identificada, hace 4 años que vivo en ibiza pero soy valenciana y cada vez que vuelvo a ver a mi familia, amigos,...me reconforta el alma, aunque ibiza sea mi vida ahora, una gran parte está en mi pueblo, donde crecí y viví tantas cosas. Es precioso que la vida nos dé segundas, terceras,...en fin, nuevas oportunidades. Un abrazo, Rachel
ResponEliminaMaría: Pues sí. Son hazañas, auténticas "hazañas" de juventud. Pero el tiempo emborrona las vivencias y se queda con lo bueno. Lo malo, se tiende a olvidar.
ResponEliminaRachel: Es verdad que cuando se abandona un lugar donde se ha estado viviendo, luego queda un poso de nostalgia.
Es algo así como si quedasen congelados esperando ese retorno seguro,¿verdad?
ResponEliminaJamás he comprendido lo del servicio militar,jamás.
Me parece, desde siempre me lo pareció,como si arrancasen de cuajo un año de vida a ese joven.
Pasaban de hacer su vida a la de hacer lo que otros ordenasen que fuese su vida...
Triste e incluso inhumano,aunque hay quienes dicen,que se aprende mucho...
No sé yo...
Pero el tiempo,como bien dices, en ocasiones es aliado y amortigua poniendo distancia de por medio.
Besos.
Marinel: Muy acertado tu comentario. Asñi mismo como tú dices año y medio que regalé de mi vida.
ResponElimina