Hace ahora un año, en una clase de primero de ESO, sorprendí a una alumna copiando en un examen de Geografía. Me sorprendió porque se trataba de una alumna que yo tenía por buena. Y en efecto lo era. No tuve más remedio que, con toda la sangre fría de que fui capaz, acercarme hasta ella y pedirle que me enseñara lo que tenía en su mano izquierda. La abrió y dejó caer sobre la mesa un arrugado papel donde había escrito con minúsculas grafías un completo resumen del tema motivo del examen. La clase, atenta a mis evoluciones, dejó sus exámenes y fijó la vista en nosotros. El silencio era casi estridente. “¿Qué es esto Sonia?” (el nombre es ficticio, porque los hechos son reales y no quiero herir susceptibilidades). Sonia no me contestó. Se puso a llorar mientras tapaba su cara con los brazos muerta de vergüenza y sinceramente humillada. No tuve más remedio que cogerle el examen mientras le ponía en bolígrafo rojo, bien visible en lo alto de su hoja de examen, “Copiado”. Me fui hacia mi mesa y dejé a la niña sollozando amargamente. Yo, por dentro, me sentía fatal. El resto del alumnado miraba alternativamente a Sonia y a mí esperando el siguiente paso. El siguiente paso fue dirigirme a la clase con imperiosa voz y decirles que cada cual se dedicase a lo suyo. Y la sesión siguió normalmente hasta que se acabó la clase y recogí los exámenes.
Al cabo de un par de días, a la hora del recreo, mientras me tomaba mi cortado en la barra de la cantina del instituto, se acercó Sonia que, toda seria, me dijo que quería hablar conmigo. Me dijo, entre lagrimillas que resbalaban por sus mejillas, que estaba muy arrepentida de haber querido engañarme, y que no sabía cómo había podido llegar a hacer una cosa así, y que era la primera vez que lo hacía, y que me pedía perdón por ello, y que me juraba una y mil veces que nunca más lo volvería a hacer. Yo sólo le contesté lacónicamente que aquello que había hecho estaba muy feo y que me sentó mal porque me sentí engañado. Y la niña, secándose las lágrimas, me dijo que me pedía por favor que no se lo dijera a nadie, que aceptaba el castigo que fuera porque se lo merecía, y me volvió a pedir perdón diciéndome que sería la primera y la última vez que lo hacía. Que había aprendido muy bien la lección. Yo me quedé pensando.
Después de muchas dudas, al final me convencí de que lo mejor sería obviar la actuación de Sonia. Sí. Hablaría con ella y le diría que la perdonaba, que no tendría en cuenta su acción y que el examen no le contaba para la nota final. Y así lo hice. Un día a la hora del patio se lo dije. Se le iluminaron los ojos de alegría y de emoción y me dio las gracias. Y así acabó la cosa. Ya no se volvió a hablar más del tema. La niña siguió el curso con toda normalidad y al final sacó un notable.
Este curso la tengo en mi tutoría. Así es que, como es preceptivo en nuestro centro, en el mes de octubre hicimos la reunión con los padres y madres de nuestros alumnos. Al terminar la reunión, se me acercó una mujer que dijo ser la madre de Sonia. Y después de presentarse me dijo que estaba muy agradecida de mi actuación con el asunto del examen. Yo me quedé sorprendidísimo, y ella me dijo que su hija se lo contó todo. Que había copiado en el examen; que yo le había pillado copiando y que luego le había perdonado. Y me volvió a dar las gracias. Y vi en su rostro verdadero agradecimiento. Y me sentí feliz.
Al cabo de un par de días, a la hora del recreo, mientras me tomaba mi cortado en la barra de la cantina del instituto, se acercó Sonia que, toda seria, me dijo que quería hablar conmigo. Me dijo, entre lagrimillas que resbalaban por sus mejillas, que estaba muy arrepentida de haber querido engañarme, y que no sabía cómo había podido llegar a hacer una cosa así, y que era la primera vez que lo hacía, y que me pedía perdón por ello, y que me juraba una y mil veces que nunca más lo volvería a hacer. Yo sólo le contesté lacónicamente que aquello que había hecho estaba muy feo y que me sentó mal porque me sentí engañado. Y la niña, secándose las lágrimas, me dijo que me pedía por favor que no se lo dijera a nadie, que aceptaba el castigo que fuera porque se lo merecía, y me volvió a pedir perdón diciéndome que sería la primera y la última vez que lo hacía. Que había aprendido muy bien la lección. Yo me quedé pensando.
Después de muchas dudas, al final me convencí de que lo mejor sería obviar la actuación de Sonia. Sí. Hablaría con ella y le diría que la perdonaba, que no tendría en cuenta su acción y que el examen no le contaba para la nota final. Y así lo hice. Un día a la hora del patio se lo dije. Se le iluminaron los ojos de alegría y de emoción y me dio las gracias. Y así acabó la cosa. Ya no se volvió a hablar más del tema. La niña siguió el curso con toda normalidad y al final sacó un notable.
Este curso la tengo en mi tutoría. Así es que, como es preceptivo en nuestro centro, en el mes de octubre hicimos la reunión con los padres y madres de nuestros alumnos. Al terminar la reunión, se me acercó una mujer que dijo ser la madre de Sonia. Y después de presentarse me dijo que estaba muy agradecida de mi actuación con el asunto del examen. Yo me quedé sorprendidísimo, y ella me dijo que su hija se lo contó todo. Que había copiado en el examen; que yo le había pillado copiando y que luego le había perdonado. Y me volvió a dar las gracias. Y vi en su rostro verdadero agradecimiento. Y me sentí feliz.
El aula, ¡cuántas satisfacciones puede llegar a dar!
ResponEliminaBonito suceso.
Yo me he encontrado situaciones distintas cuando he detectado a alguien copiando. Se me soliviantó el muchacho y cuando le menté el tema de la honradez, me contestó que "la justa". Desde luego no entendió mi suspenso. Y muchas veces me encuentro alumnos, especialmente en bachilerato, que no tienen la dignidad y buena disposición de esta alumna, que cometió un error y se arrepintió de ello. La honradez no es una actitud universalmente extendida. Y me duele profundamente. También existe el desparpajo y el desafío ante lo evidente. En fin. Me gusta tu anécdota pero no es extensible a lo que se encuentra uno en las aulas porque a veces es así, y otras es muy diferente. El aula da satisfacciones pero también profundas decepciones que se clavan en uno. Saludos.
ResponEliminaA mí me parece una actuación perfecta, como profesional y como persona. Ya sabes que eso depende muchas veces de la actitud que tenga el alumno o alumna pillado in flagranti, pero tu actuación me parece inteligente, en todos los sentidos, ya te digo. Y lo del agradecimiento, es lo menos que mereces, pero no por ese momento puntual, sino por toda tu labor, porque quien actúa así en un momento tan crítico, con esa serenidad y buen juicio, demuestra que no es la única ocasión en que lo hace. Sin embargo, es tan raro que lo reconozca alguien, que comprendo tu satisfacción. Enhorabuena, compañero.
ResponEliminaHombre, un día chunguillo lo tiene cualquiera. Y la chiquilla supo reconocer su error y enmendarlo. Lo de disculparse ya es algo digno de alabar. Pero es que mira, además se lo contó a su madre...
ResponEliminaVamos, vamos, que seguro que te molaría que todos los críos que tienes fuesen así.
:)
Un beso, Miguel!!
Muchas veces los chavales aprenden más con estas situaciones que con miles de horas de clase. Seguro que no se le olvidará el tema del examen en mucho tiempo. Si te sirve de consuelo, en situaciones similares, prefiero equivocarme dando una nueva oportunidad que pasarme porque "merece una lección". Por supuesto que te llevas desengaños, pero ¿y las alegrías que recibes cuando aciertas? Esas compensan cualquier error.
ResponElimina646Me pongo en el ligar de Sonia y conociendo como te haces querer me atrevo a decir que actuó así porque le dolió en el alma el haberte fallado.
ResponEliminaUn buen profesor saca lo mejor de un alumno,no me extraña para nada el que fuera a pedirte perdón ,ni que se lo contara a su madre seguro que le dijo que se sentífallí dolida por haberte decepcionado justamente a ti y no me extraña para nada tu decisión de perdonarla.
Daría lo que fuera porque estuvieras de nuevo aquí y fueras de nuevo profesor de mis dos peques,que tuvieran la misma suerte que tuvo su hermano.
Un besazo muy fuerte
No he vivido una situación como esa y es difícil decir lo que habría hecho en esa circunstancia, pero pienso que hay que ser equitativos a la hora de impartir la justicia. Si esa alumna no te hubiese dicho nada por timidez o por cualquier otra causa, quizá no le habrías perdonado, ¿verdad?
ResponEliminaPor oro lado, si se trataba de un examen parcial y la alumna es buena, como parece ser, creo que habría tenido una incidencia relativa en la evaluación final. Me atrevería a afirmar que, aun reconociendo el mérito de la actitud de dicha alumna, no habría dejado de aplicar la norma establecida para atajar estas incidencias.
Si ese trato de favor trasciende a los demás alumnos, ¿qué credibilidad tendrá el profesor al mostrar preferencias?
El profesor ha de ser humano, pero justo. Creo
Un abrazo
Pues no es para menos, Miguel. Todos cometemos errores y quizás tu comprensión y perdón consiguieran que Sonia siguiera confiando, primero en el profesorado y segundo en el valor del esfuerzo personal.
ResponEliminaA mí mi hija me ha contado alguna de esas también, aún sabiendo que le íbamos a echar la bronca. Es importante que sepan confiar en los adultos que por unos motivos o por otros, somos responsables de su educación.
Un beso y feliz día.
Recuerdos perdidos: Pues sí, para mí esto fue una satisfacción.
ResponEliminaJoselu: Yo creo que obré bien porque la honradez que demostró la alumna fue suficiente para que el castigo no fuera otro que el de haber pasado un mal rato. Y además aprendió la lección. Que de eso se trata.
Clares: Gracias por tu comentario. Me ha elevado la moral. Yo creo que hice bien; por lo menos, mi mente está satisfecha.
Lourdes: Tienes razón. Porque eso de pedir perdón sinceramente y mostrarse así de honrada, es una actitud que es digna de tener en cuenta. Yo creo que la lección que aprendió fue esa: que con la honradez se puede llegar lejos. Y que rectificar es de sabios.
Ana: Tienes razón. Yo sé que muchas veces nos equivocamos. Pero la alegría que te da cuando has dado en el clavo compensa los errores.
Loli: Gracias por tu comentario. Te diré que tienes razón. Si no sientes que el profesor es alguien a quien aprecias, no le pides perdón. Y ese gesto es el que yo valoré. Creo que hice bien. Un año después pienso así.
Luís Antonio: Los alumnos no saben que yo obvié esa nota. Ellos se piensan que le puse un cero. Y no saben que me pidió perdón (bueno, a lo mejor sus amigas íntimas sí, no sé) pero yo vi en los ojos de aquella niña verdadero arrepentimiento. Y vi gratitud (que es el motivo de este post) en sus ojos cuando le dije que la perdonaba. Y mi satisfacción fue completa cuando vi que su madre también (un año después) aún me mostraba su gratitud.
Novi: De eso se trata. De saber que las personas somos capaces de ayudarnos las unas a las otras. Y eso fue lo que hice yo con mi alumna. Y de ello estoy feliz.
Las situaciones que se plantean en el aula son de lo más variopintas.
ResponEliminaYo muchas veces lo he comparado con un laboratorio o una cocina en la que, en muchas ocasiones, a pesar de utilizar los mismos ingredientes, las cosas nunca salen igual.
Casi todos los que nos dedicamos a esta apasionante tarea podemos vernos reflejados en lo que describes.
Pero no siempre te funciona con un alumno lo que le has aplicado a otro, y ahí es dónde nos encontramos con la mayor dificultad de nuestro trabajo: darle a cada uno en cada momento lo que necesita.
Creo que en este caso yo habría actuado de un modo parecido. Todos podemos en algún momento puntual cometer algún error, sobre todo cuando se trata de un buen alumn@, pero eso sí, siempre y cuando no se volviese a repetir la situación.
No se puede negar que la nuestra, en mucghas ocasiones, no es una fácil tarea.
Un abrazo fuerte, Miguel.
Sonia está hecha de buena pasta.
ResponEliminaSeguro que será una gran persona.
Tú ya lo eres.
Saludos.
La gratitud es uno de los sentimientos que más feliz deja el alma, sea cuando se la dedicamos a otros, sea cuando somos objeto de ella. Deberíamos esforzarnos en comunicarla.
ResponEliminaSaludos, Miquel.
Cristal: Tú lo has dicho muy acertadamente. Lo que aplicas a un alumno no tiene por qué valer para otro. En el caso que nos ocupa, tengo que decir que actué así porque vi auténtico arrepentimeinto en la niña. Pero así como en esta ocasión me funcionó, sé que en otras iguales no me funcionaría.
ResponEliminaTor salvaje: Gracias por tus palabras. Sí, la niña está hecha de buena pasta.
Zim: Efectivamente. El motivo de este post es la gratitud. Vi gratitud en la niña, y después en la madre y esto me conmovió.
Recuerdo mucho los días de escuela y tengo muy presentes a mis profesores sobre todo los de la escuela, no tanto los del instituto, supongo que son los que más me marcaron y hoy aún son una referencia en mi vida también siento que gracias a la manera de enseñarme y educarme he llegado a ser la personas que soy, por lo menos una parte importante, junto a la educación que me han dado mis padres, que ya me gustaría a mi igualarla para mis hijos;
ResponEliminaLo que te pasó no dejó de ser una experiencia para ti y un aprendizaje importante para Sonia, son situaciones complicadas porque aunque no quieras tiene tanto peso la parte emocional como la racional y aquí es donde está el problema que dudas cómo y de qué forma has de actuar sobre todo para no hacer más mal que bien.
En tu caso el perdón fue algo bueno para ella la madre te lo demostró, fue capaz no solo de arrepentirse sino de tener un comportamiento honesto y sincero con su madre, te debiste sentir orgulloso de Sonia, además de agradecido por las palabras de su madre.
Una historia conmovedora.
Una abrazo, didi.
Didi: Efectivamente. A parte de si hice bien o no, lo me más me llamó la atención fue la honradez de la niña al contárselo a su madre, y la gratitud que me demostró, un año después...
ResponEliminaHolaa Miguel,
ResponEliminaTe felicito por ser tan buen profesional y saber lidiar con todo lo que lleva ser profesor.
Un familiar cercano también lo es de secundaria y me deja fría cuando me explica problemas que vive con el alumnado.
Tal y como están las cosas ser un buen profesor tiene un gran mérito.
Si te soy honesta sospechaba que eras de lo mejor dentro del mundo de la enseñanza.
Enhorabuena por ser como eres.
Mil abrazotes enormes para ti y TODA la familia.
Lujo: Gracias por tus palabras. Te agradezco que valores nuestro trabajo, eso es de agradecer.
ResponEliminaMiguel, yo he hecho varias veces algo parecido a lo que hiciste tú con Sonia. He dado "aprobados terapéuticos", he hecho la vista gorda ante engaños manifiestos, he dado segundas y terceras oportunidades a quienes unas veces lo entendían y otras no... En cualquier caso, no cometí ningún fraude. A algunos ese favor les abrió nuevas puertas, que supieron aprovechar, y a otros les dio lo mismo, siguieron su camino equivocado a pesar de mi ayuda. Lo mejor, como bien dices, es el agradecimiento de la gente de bien, lo que demuestra que una norma rígida se puede saltar sin que se hunda el mundo y que el factor humano sigue siendo fundamental en la relación profesor/alumno. Lamento saber que a veces mi ayuda cayó en saco roto, pero no me arrepiento. Algunos maestros se creen en la absoluta posesión de la verdad y presumen de duros y justos por no tolerar actos como el que cuentas, pero, a mi juicio, hacen un flaco favor al alumno y a sí mismos.
ResponEliminaBuen tema para un post. Te felicito.
Un abrazo, colega.
Que bonita historia, la de cosas que debes de vivir dentro de las aulas!
ResponEliminaBesines y feliz fin de semana!
Yolanda: Has entendido perfectamente el espíritu del post. Lo que me animó a escribirlo es precisamente esto. Si luego el alumno no sabe aprovechar las oportunidades no es nuestra culpa. Pero debemos ofrecerle la oportunidad de cambiar y rectificar.
ResponEliminaVane: Pues sí. Dentro del aula, todos los días, y he dicho bien, todos los días, se viven situaciones parecidas. La humanidad del profesor y del alumno se pone en juego en cada ocasión.
Hola amigo, estoy de vuelta :)) Me ha encantado tu historia, ¿sabes?. Yo jamás me atreví a copiar en primaria y secundaria porque temí que me avergonzaran ante toda la clase. Pero lo mío fue increíble, en el último año de carrera, en un examen que vi que ya no llegaba a aprobar y que debí no haberme presentado, saqué un papel en mitad del mismo (reciclado, como los que se usaban en los exámenenes de entonces) y gracias a ello llegué al 5. Salvado por la campana. Cosas que pasan.
ResponEliminaUn abrazo.
No está mal que le reconozcan a uno el trabajo bien hecho, y menos siendo maestro, que por lo que leo y oigo, no suele ser eso lo habitual, sino lo contrario y por norma :/
ResponEliminaYo no copié, yo cambié un examen de historia sin remordimiento ninguno en segundo de bachillerato. Sabía lo que iba a preguntar, lo redacté en mi casa, y lo cambié. Le eché un morro tremendo. No conseguía sacar más de un seis y medio en ningún examen (sin copiar). En ése volví a sacar un seis y medio. Es la única vez que recuerdo haber hecho algo similar, y visto está que no sirvió para nada. Tampoco los exámenes anteriores. Eso sí, mi profesor ni idea, pero de enterarse mi madre, me hubiese soltado un sermón -y lo mismo hasta un zapatillazo bien dado- que ni te cuento.
Me alegro por la parte de la educación de la nena en la que contribuiste, por la madre y por darse cuenta, pero sobre todo, por la peque.
Besotes, Miguel :):)
A veces os respetamos y admiramos más de lo que os creéis, esto nos lleva a ser sinceros pero levantar pocas confianzas.Será nuestra condición de jóvenes.
ResponEliminaPero ambas partes tenemos momentos de lucidez conjunta, es entonce cuando todos aprendemos.
Tomar una decisión así es muy difícil, porque ante todo tienes que ser justo.
ResponEliminaY es muy difícil ser justo hoy en día.
Pero vamos, yo creo que tomaste la decisión adecuada, porque un error lo comete cualquiera, hasta el más bueno y el más responsabel. Y hay que ser más condescendiente con unas personas que con otras.
Un beso
Chiriveque: Te confieso una cosa, yo en tercero de carrera me cambié el examen de matemáticas con una compañera, vi cómo se resolvía el problema y luego se lo devolví. Y lo mejor de todo es que saqué mejor nota que ella.
ResponEliminaV: Yo también me alegré por cómo reaccioaron la niña y su madre.
Esther: Yo también creo que en el fondo hay un respeto (mutuo, por lo menos en mi caso) pero también pienso que hay excepciones. Algunos alumnos son muy particulares, ya me entiendes...
Cactus girl: Tú lo has dicho. Hay que ser condescendiente según con qué personas. En este mismo examen pillé a otro copiando y nada, el cero no se lo quité. Pero él ni me pidió perdón ni nada de eso, además era un alumno bastante, digamos, complicado, y del 2 no pasaba en los exámenes. Así que esto, lo de copiar, estaba en su línea, y ahí le dejé. Pero lo de Sonia no, no estaba en su línea, había fallado y le di la oportunidad de rectificar. Y creo que surtió efecto.
Debía ser una niña especial, sin duda. Y con mucho orgullo personal, que perdió, aunque por suerte, por poco tiempo.
ResponEliminaBesos!
Vanessa: Efectivamente. El orgullo personal es bueno perderlo en determinadas ocasiones.
ResponElimina¿Quién no ha cometido alguna pifia en sus años estudiantiles? ¿Quién no ha tratado de disimular que sabe sin saber? La adolescencia está llena de experiencias como esa, que has sabido afrontar con enorme profesionalidad y calidad humana. Eres un maestro, buen amigo, un hombre de bien. Demuestras ser un profesor que sabe compartir espacio con el alumno, sin mezclar los roles, sino procurando ser al tiempo consejero y educador de conductas. En esa entrada se resume un auténtico tratado de sentido común pedagógico. Gracias y enhorabuena.
ResponEliminaFernando: Gracias por tu comentario. Me ha dado mucha moral. Siempre son bien recibidas esas palabras de aliento. Gracias.
ResponElimina¡Oh!
ResponEliminaes que es normal copiar alguna vez, el que sea menos culpable que tire la primera piedra, ¿no?
Besicos
Belén: Pues sí. Todos, el que más y el que menos hemos caído en la tentación. Por lo menos yo sí que me acuerdo de haber copiado alguna que otra vez. Y si me hubieran pillado, me hubiera gustado que el profesor hubiera tenido la misma consideración que tuve yo con la alumna a la que pillé copiando.
ResponEliminaSensacional!!!!!!!! Acertaste totalmente. Ers un profe genial.
ResponEliminaFernando: Gracias por tu comentario.
ResponEliminaTodo está bien si bien acaba...
ResponEliminaLa observancia de las normas ha de ser sometida siempe a la flexibilidad.
Raúl: Te doy la razón. Hay que ser flexibles a la hora de aplicar las normas.
ResponEliminaA mi...¿sabes lo que me hace feliz MIGUEL?
ResponEliminaPensar que nunca estará todo perdido, mientras queden alumnas como Sonia y profes como tú.
Estate seguro además de una cosa, mi querido MIGUEL, por tu comprensión en este asunto, te has gravado para siempre en el recuerdo de esta alumna y su madre. No fue exactamente igual, porque en el caso de mi hija no fue por copiar, pero igualmente agradecí a un profesor suyo, algo que hizo por ella y aún es hoy el día, que al verlo por la calle me sale una sonrisa de oreja a oreja cada vez que lo veo.
Yo sé que él sabe porque me brilla tanto la sonrisa cuando le veo, SIEMPRE, SIEMPRE, le estaré agradecida.
Gracias profe, es usted un cielazo.
Montón de besos, MIGUEL y feliz finde.
María: Gracias por tu comentario. Tienes razón, cuando estás satisfecho por algo que has hecho, luego se te grava dentro de ti, y siempre lo tienes presente.Por mucho tiempo que pase.
ResponElimina...yo también lo hice, pero no me pillaron...
ResponEliminaArda: Tuviste suerte. Seguramente no lo volverías a hacer, porque el que sigue por esa senda acaba mal.
ResponEliminaA pesar de haber copiado tu alumna, la verdad es que no me sale otra cosa, pero me parece tu alumna una gran persona, me ha emocionado su gesto, y no te lo creerás, pero se me ha caído una lagrimita, pero desde luego tu actitud ha sido extraordinaria, ya podían ser todos los profesores como tú.
ResponEliminaUn beso.
María: Gracias por tu comentario. Yo también pienso que la alumna actuó de forma honesta, pese a todo.
ResponEliminaLo que yo digo...eres un profe de esos que marcan para toda la vida y para bien.
ResponEliminaMe alegro de que te hayas sentido tan bien haciendo esto y espero que la niña haya aprendido de verdad la lección.
Otro beso.
Marinel: Muchas gracias por tus palabras. Estoy contento porque la niña ha aprendido la lección, que de eso se trata.
ResponEliminaMe ha encantado la entrada, por lo que tiene de dimensión humana todo el proceso: primero el error de la chica, luego tu actitud severa pero lógica, luego su arrepentimiento, luego atreverse a hablar contigo, luego tu perdón, para acabar con la gratitud de madre e hija. El examen de geografía acaba siendo para esa chica una excelente lección de humanidad.
ResponEliminaGracias por tu visita y los ánimos que me diste.
Un abrazo
Sujari: Gracias por tu visita. Lo has resumido perfectamente. Así pasó, y este fue el resultado.
ResponElimina