Las bombillitas de color verde y rojo y azul del árbol de navidad palpitaban
silenciosamente dibujando breves pinceladas luminosas en el pequeño
salón-comedor. El árbol navideño lo había traído mi padre del cercano pinar
(eran otros tiempos…). Y con feliz ilusión lo habíamos adornado mi padre y yo cuando
mi madre estaba en la cocina preparando la cena. Ahora, mientras yo miraba el algodonoso
muñeco de nieve que pendía de una pequeña rama del árbol tocado de un negro
sombrero y armado con una graciosa escoba,
mi padre me dice que si le quiero acompañar al muelle. Yo enseguida le digo que
sí. Mi madre se apresura a decirme que me abrigue, que hace mucho frío y que
vaya con mucho cuidado, que es de noche.
Cuando llegamos al puerto, la soledad silenciosa del muelle nos atrapó de
lleno.
La “Dolores”, este era el nombre de nuestra barca, nos estaba esperando
como un perrito fiel amarrada al muelle con su proa al aire.
Mi padre me dijo que me quedara quieto apoyadito a la pared de la lonja y
que no me moviera, que él tardaba un minuto.
Lo vi subir con solvencia y resolución a la “Dolores” y desapareció en la
oscuridad.
Yo me quedé solo frente a las barcas, que cabeceaban lentamente en el
muelle.
Primero fue el rumor acuoso y pesado de las olas del interior del puerto
que acariciaban las orondas panzas de las barcas y la dura pared de la riba.
Parecía la respiración de un gran animal.
Después fueron las luces. Millones de lucecitas siderales que moteaban el
firmamento negro y misterioso. Parecían miríadas de ojos que latían en la
lejanía, pero que me miraban con alegría. Y luego estaban las filamentosas
luces que dibujaban sobre el mar temblantes hilos verdes o amarillos o rojos.
Yo me sentía solo, solo y dichoso. Y casi sin querer quise ver algo mágico
en aquellas luces y aquel sordo ruido. Y fui feliz al pensarlo. Y en tanto esto
pensaba, de entre la oscuridad apareció la figura de mi padre, que con agilidad
felina saltó a tierra y se dirigió a mí.
-¿Verdad que no he tardado nada?
-¿Hacemos una carrera hasta casa…?
-¡Vale!
Un hermoso relato que calla todo y por eso dice mucho más de lo que dice. Ese momento de emoción profunda viendo el firmamento mientras esperabas a tu padre, se carga de emoción poética. Es un instante contemplativo en que el ser es pleno en ese periodo de la infancia tan propenso a la meditación. Las mejores lucecitas de navidad que uno pueda imaginar. Mucho mejor que las que adornan nuestras calles de leds.
ResponEliminaSaludos.
Pues sí. Son momentos que fueron mágicos. Y como tales los tengo en mi memoria. Aquellas lucecitas tenían poesía y magia...
ResponEliminaMmmmmmmm ¡¡qué preciosidad MIGUEL!!
ResponEliminaSupongo que de alguna manera si a mi desde siempre me ha encantado la NAVIDAD, es justamente porque siempre he sentido y aun siento esa emoción maravillosa que se siente ( que tú describes tan bonito aquí) cuando esperas ver aparecer a alguien a quien quieres...
la NAVIDAD para mi es eso, sólo que yo soy la que bajo de la barca y en el muelle ( que en mi caso es tierra a dentro:-) me esperan siempre los míos... te aseguro que la misma emoción que sentiste tú al ver a tu padre, la sintió él al verte esperándole allí.
Que esas lucecitas no dejen de brillar jamás para ti, MIGUEL tú también tililas como las estrellas a veces con tus palabras ¿sabes? y eso tiene muchísima más luz que las estrellas, por preciosas que sean... y por mágico que sea verlas brillar sobre el mar.
Te ha quedado una felicitación llena de cariño, así... como eres tú.
Espero que te llegue todo el mío para ti y los tuyos y que esta NAVIDAD se tan maravillosa como este precioso recuerdo que has escrito... me encantaría ver saltar a mi padre de su barca, cuando me ponga triste, ( si ocurre) me acordaré de esto tuyo y sonreiré... gracias ;-)
Un beso muuuy grande MIGUEL y hasta la vuelta.
¡¡¡MUUUUUUUUY FELICES LUCES!!! :-)
Gracias por compartir ese recuerdo tan emotivo.
ResponEliminaDestila ternura.
Saludos.
¡¡¡ Qué bonito, Miguel ¡¡¡
ResponElimina¡¡¡Cómo me gustan los recuerdos de la infancia¡¡¡ A mí me enternecen mucho, tanto los propios como los ajenos.
Muchas gracias por compartirlo con nosotros en estos días tan familiares y tan entrañables.
Un beso muy fuerte y felices fiestas para ti y los tuyos. Que el 2012 te sea propicio y venga lleno de cosas buenas.
Hay momentos que se nos quedan grabados en la mente, como si en el momento que lo vivimos hubiésemos echado una foto. Unas imágenes que no se borrarán nunca y mucho menos en estas fiestas navideñas. Y es bonito tener recuerdos así de agradables.
ResponEliminaBesoss
Parecían miríadas de ojos que latían en la lejanía, pero que me miraban con alegría.
ResponEliminaMe quedo con esa mirada.
Precioso recuerdo, Miguel.
Te dejo un besín y te deseo montones de miradas como esa :)
María: ¡que comentario más hermoso me has dejado! ¡me has dejado con el corazón abierto a la ternura! ¡así me gusta!
ResponEliminaToro: Gracias por compartir conmigo esos momentos.
Novi: Te deseo lo mismo. Felicidad por los cuatro costados.
Vanessa: Tal como tú lo dices. Son imágenes que llevamos impresas en las páginas del corazón. A mí, a veces me gusta hojear las páginas de mi corazón.
V: Aún hoy, casi cincuenta años después, están fijas y vivas aquellas miradas siderales. Su magia nunca se apagará.
Ooooh! Me ha encantado! Es que, no es por ná, pero esas lucecitas que mencionas son preciosas. Y en ciertos momentos que parece que las observamos con otros ojos, más todavía.
ResponEliminaBesos, Miguel!
Feliz Navidad!!!
Es que esa combinación de memoria, imaginación, mar, familia y luces tiene que ser algo bueno a la fuerza.
ResponEliminaLas lucecitas tienen miles de colores (y otros miles que solo caben en nuestro imaginario!), por eso alienta a la reflexión...
Feliz año y nos seguimos viendo por estos terrenos fangosos de la red.
Un abrazo.
Diego
Lou: Me alegro de que te haya gustado. Aquellas lucecitas de antes eran las de ahora. Nada cambia. Todo permanece igual en la memoria. Y la memoria es algo vivo.
ResponEliminaDiego: Los colores y las lucecitas andan en la imaginación de quien las quiera evocar. Felices fiestas.
Las fiestas navideñas suelen ser propicias para este tipo de recuerdos, esos que atesoramos sin que pierdan la magia, los olores, las sensaciones. (Aunque siempre están)
ResponEliminaMe ha gustado muchísimo el final, esa pregunta tierna que seguramente escucharas como si fuera hoy. Qué bonito, aunque me da cierta melancolía imaginar tus sentimientos cuando lo escribías.
Que la pases feliz junto a tu familia Miguel, ha sido un gusto compartir este año contigo (aunque nunca lo dije)
Un abrazo
Es una época sobre todo para niños y para recuerdos de cuando lo éramos. Que no nos falten las lucecitas que iluminan nuestra vida y la de los que tenemos cerca. Que veamos siempre la luz, aunque sea en la oscuridad y que se nos encienda la lucecita cuando lo necesitemos.
ResponEliminaFeliz Navidad, Miguel, te dejo besos. Eras, además, por lo que relatas, un niño muy obediente.
¡Precioso, Miguel! Es una postal de Navidad de verdad, vivida y sentida, sin asomo de la cursilería empalagosa que nos asalta por doquier estos días. En algún rincón de nuestro interior vive el niño que fuimos, con nuestros padres, con la inocencia intacta y unos ojos muy abiertos para no perdernos nada. Lo que son las cosas, ahora aprecio y comprendo más a mis padres, años después de su muerte.
ResponEliminaGracias por emocionarme. Descansa y sé feliz, te lo mereces. Un beso enorme, colega.
La navidad agita una varita mágica sobre el mundo, y por eso, todo es más suave y más hermoso (Norman Vincent Peale)
ResponEliminaTe deseo que pases una feliz navidad envuelta en amor, paz y felicidad, y que el nuevo año te regale todos tus deseos cumplidos.
Un beso.
VivianS: Tienes razón. La pregunta que me hizo se cumplió. Gané yo la carrera (pero él se dejó) aunque yo no se lo dije entonces. Y es que los padres siempre son los padres. Ahora en Navidad lo recuerdo y él, esté donde esté, también lo recordará.
ResponEliminaAngie: Sí, sí que fui un niño obediente. Y aún lo soy (obediente). Las lucecitas de entonces aún me iluminan hoy.
Yolanda: Muchas gracias por tus palabras. Yo también te deseo que tengas unas tranquilas y felices vacaciones.
María: Lo mismo te deseo a ti.
Me encantan las narraciones relacionadas con el mar. Soy un marino frustrado.
ResponEliminaQue seas muy feliz, Miguel, en compañía de todos los tuyos.
Un fuerte abrazo
Qué bonito, Miguel ¡Y qué cierto! Contamos todo el año ahí arriba con todo un espetáculo de luces similar al de estas fechas y apenas nos percatamos de ello.
ResponEliminaQué bonita la Navidad y esos recuerdos que nos trae.
Felices Fiestas, compañero. Espero que pases unas fechas muy especiales al lado de quienes más te quieren.
Un abrazo.
Luís Antonio: Yo también soy un marinero frustrado. Y también me encantan las cosas de la mar.
ResponEliminaPerséfone: Las lucecitas, efectivamente están todo el año ahí, aunque solo nos acordemos de ellas en estas fechas.
Precios y emotivo relato. Felices fiestas, Miguel. Y que vengan más momentos mágicos como éste. Un abrazo
ResponEliminaMarian: Me alegro que te gustase el relato. Felices fiestas.
ResponEliminaMe has recordado a los paseos que daba con mi padre en nochebuena para no molestar a mi madre... acabábamos haciendo carreras!!
ResponEliminaBesicos
Felices fiestas, Miguel, y gracias por el relato.
ResponEliminaUn abrazo.
Miguel pase a saludarlo y desearles ¡¡¡¡Felices Fiestas !!!!!
ResponEliminasaludos
Belén: Pues más o menos como yo.
ResponEliminaAntonio: Lo mismo te deseo a ti.
Neleita: Igualmente te deseo felices fiestas.
¡Momentos que siempre quedarán en nuestra memoria como preciosos tesoros! Que tu padre volviera imagino que sería como una salvación.
ResponEliminaUn abrazo :)
Little: Pues sí, cuando lo vi aparecer por la proa de la barca, sentí que algo muy importante volvía a mi ser.
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