En enero de 1987 yo estaba de maestro de primaria en una escuela de Alcora
(Castellón) Aquel año tenía un curso de primero. Niños y niñas de seis añitos.
Habíamos vuelto de vacaciones de navidad y todos estaban contentos y
dicharacheros contándose sus regalos de reyes. Algunos habían traído estuches
nuevos, lápices de colores relucientes, gomas de borrar impolutas. Sacapuntas
de formas divertidas. Otros tenían cartera recién estrenada. Todo eran plácemes
y buenas caras.
Les hice dibujar en un folio todos los juguetes que les habían traído los
Reyes Magos. Se lo estaban pasando de
miedo. ¡Cómo disfrutaban recreándose en su felicidad!
Yo estaba sentado tranquilamente frente a mi mesa y, mirándoles, se me
contagiaba su alegría.
Pero de pronto, algo llamó mi atención. Claudia estaba seria. Y no estaba
dibujando. Algo le pasaba a aquella niña. Me levanté y me fui hasta ella.
-¿Por qué no dibujas los juguetes que te han traído los reyes…?
No hubo respuesta.
-Es que se ha muerto su abuela- contestó Vanessa, que era su compañera de
pupitre.
Claudia, al oír a Vanessa, aún acentuó más su seriedad. Pero no brotó ni
una lágrima de sus ojillos castaños. Más bien, se envalentonó y me miró con
vehemencia. Yo no supe qué decir. Aquella pequeñita me estaba desconcertando.
Lejos de parecer triste y melancólica, se mostraba arrogante y altiva. Pero
derrotada. Algo había en ella que la vencía. Y yo quise saber qué era eso.
Pero Claudia se mostraba fría, distante e impermeable a mis preguntas. Su
silencio era tan atroz como inquietante.
Entonces Raúl, que estaba sentado unas mesas más allá, a voz en grito
espetó:
-Claudia dice tonterías, maestro…
-¿Qué clase de tonterías…?-le pregunté.
-Dice que su abuela se le aparece por las noches…
-¡Cállate Raúl!- le recriminó Claudia con rabia.
Yo les hice callar a los dos y me centré en Claudia, que a estas horas
estaba con los brazos cruzados, los labios apretados y la mirada baja.
-¿No me quieres contar qué te pasa Claudia…?
-¡No!- dijo Claudia por toda respuesta.
No quise insistir más y me fui a mi mesa con toda la preocupación del mundo
a cuestas.
Pasó el día y los chavales se fueron a casa tan contentos como habían
venido…menos Claudia, que continuaba con
la misma rara actitud.
Cuando me quedé solo en el aula, me puse a pensar. Ante mí había una niña
que parece ser que tenía visiones de su abuela recientemente fallecida. Yo no
creía en estas cosas. Sería su imaginación. Y tal vez lo mejor que podía hacer
era hablar con sus padres. No lo pensé dos veces. Llamé a su madre por teléfono
y le conté lo que había presenciado en clase. Su madre se puso a llorar. Cuando
se calmó, me dijo que hacía dos semanas había muerto su madre y que desde
entonces Claudia no podía dormir. Pues según ella contaba, su abuela se le
aparecía todas las noches en su habitación y la molestaba. Y ayer fue en la
farmacia del pueblo, me dijo. Delante del farmacéutico y varios clientes la
niña empezó a gritar que su abuela estaba allí y que le estaba diciendo cosas
que ella no entendía… Claudia se puso histérica y la tuve que coger en brazos…
Yo no sé qué hacer… acabó entre sollozos.
Continuará.
Espero que no tarde mucho la continuación.
ResponEliminaEstoy en ascuas.
Saludos.
Toro: Pronto, pronto sabrás qué le pasó a la niña y cómo acabó la historia. Pero mientras tanto, tienes que esperar. Y pensar qué posibles soluciones le habrías dado tú al problema... (y compararlas con lo que luego sucedió, de verdad)
ResponEliminaJo! Aquí me he quedado, esperando el final de la historia.
ResponEliminaAinsss!
Besos, Miguel!!
Independientemente de cómo termine la historia, que me parece muy interesante, me ha gustado mucho el hecho de que llamaras a los padres para intentar averiguar algo más y así ayudar a la niña. Seguramente ella estaba muy unida a su abuela. Y a la madre seguro que tamién le hiciste un favor al darle la oportunidad de contarlo.
ResponEliminaYo recuerdo una situación un poco parecida con mi hijo, pero era más pequeño. Un día despertó de la siesta llorando, desconsolado. Por más que intentaba calmarlo no podía, él no me veía y no paraba de llorar, era como si yo no estuviera allí, así que lo abracé y esperé hasta que se le pasó. Supongo que sería una especie de terror nocturno. Y nunca más volvió a pasar.
¡Qué intriga! Espero con impaciencia Claudia II
Besos, Miguel.
Lourdes: La semana que viene, os cantaré qué pasó al final.
ResponEliminaAngie: Lo que le pasó a tu hijo, efectivamente, sería una pesadilla, un terror nocturno, pero lo de Claudia, ya verás al final qué paso, era distinto. Por eso pensé que era imprescindible hablar con su madre.
L'autor ha eliminat aquest comentari.
ResponEliminaHy, intriga tenemos para empezar el año, Miguel...Mira que te gustan estas cosas... Acabe como acabe la historia, lo cierto es que para una niña supone una pérdida terrible la muerte de su abuela. Es largo, difícil y doloroso superar el trance. Una alumna mía perdió a su abuela hace un par de años y arrastra problemas muy complicados desde entonces, acrecentados porque la urna con las cenizas están en el salón de su casa. Suena bastante macabro, creo. Espero que tu alumna asumiera el duelo sin demasiados sobresaltos, ya nos contarás.
ResponEliminaFeliz regreso a las aulas, colega. Han pasado tan deprisa estas dos semanas...
Gracias a tu relato me he enterado que nuestra común amiga, Angie, tiene un hijo. Y hace varios años que nos comunicamos.
ResponEliminaNo tengo la menor duda de que la abuela fallecida se le aparece a Claudia.
Un abrazo
La reacción de Claudia me parece muy normal teniendo en cuenta que con menos un adulto puede sufrir ataques de ansiedad. Cómo hubiese tratado yo a la niña? pues no sé, supongo que con mucha normalidad y sobre todo con mucho cariño me hubiera esforzado mucho en tranquilizarla, intentando hacerle entender que su abuela no podía hacerle ningún daño.
ResponEliminaEse sentimiento pienso que queda instalado en algunos seres cuando no han podido despedirse de esa persona querida. No es más que miedo. Miedo a la muerte, pero no a la muerte como final de la vida sino que pienso que lo que les impresiona muchísimo es la apariencia de la muerte asociada a todo lo desagradable que la envuelve...el simple hecho de ver a su madre sufrir o llorar, la percepción de que algo está haciendo daño a la familia...los niños lo ven diferente, se alimentan sin querer de esas percepciones a parte de la ausencia real...son tan sensibles y tan intuitivos los pequeñines...todo eso sin duda debía nutrir su miedo e inseguridad...de todas formas estoy muy intrigada, esperaré el desenlace con impaciencia :D
Claro está que yo también esperaré impaciente el desenlace, me entristecen estas situaciones en los niños que no saben cómo reaccionar y su capacidad de entendimiento los hace sufrir más porque no están preparados para ello.
ResponEliminaEstaré atenta a la II Parte.
Un abrazo
En las culturas africanas es permeable el mundo de los espíritus con el de los vivos. Para ellos no es un conflicto, pero se trata de aplacar a los muertos para alejarlos de esta realidad, o que estén pero no molesten. Algo significativo es que la abuela se le aparecía y la inquietaba, la molestaba, hasta en la farmacia. Un relato en que los tabiques entre realidad física y espiritual están abiertos. No sé cuál será la continuación, pero es difícil no romper el sortilegio creado. Ánimo y arte.
ResponEliminaQué intriga...La historia es muy tierna y compleja. ¿Es posible esto? ¿Es la necesidad desesperada de contactar con seres muy queridos? Es un tema muy complicado, que me trae recuerdos de la película "Más allá de la vida".
ResponEliminaBueno, espero que la continuación venga pronto. Saludos y feliz domingo ;)
Yolanda: Pues sí. Mañana, otra vez a la faena. La verdad es que ya tengo ganas de ver cómo se afronta este segundo trimestre. Por otra parte te diré que no me gustaría tener en el salón de mi casa las cenizas de algún ser querido. Pero la historia de Claudia, ya verás, fue distinta...
ResponEliminaLuís Antonio: Yo pienso igual que tú.
Gemma: Cuando leas lo que pasó al final, comprenderás el porqué de todo lo que le pasaba a la pobre Claudia.
VivianS: A lo mejor estas cosas le pasan a los pequeñines porque su mente es más pura y más sana que la de los mayores...
Joselu: Efectivamente, el tránsito de esta vida material a la otra (ah, pero ¿hay otra vida...?) parece ser que se tiene que llevar a cabo con las debidas ceremonias y rituales pertinentes, si no, pasa lo que pasa...
Marian: Aquí lo que pasa es que la niña no quería que su abuela la molestase. Ella sintió mucho la muerte de su abuela, pero ahora ya se le había pasado. Ahora lo que pasaba es que su abuela (desde el más allá) estaba utilizando a su nieta para algo. Claro, esto lo digo para aquellas personas que quieran creerlo, porque cada cual es muy libre de creer lo que quiera...
ResponEliminaEs de verdad? Pobre criatura!!
ResponEliminaMe dejas un poco acojonada...:S
ResponEliminabesicos asustados
Loli: Así, tal lo cuento...
ResponEliminaBelén: ...Ya verás, pues, como acaba...
Yo sí creo en estas cosas, y nunca me ha pasado. Fe ciega, supongo.
ResponEliminaLittle: Pues mejor, porque lo que le pasó a la niña fue un trago...
ResponEliminaIntrigante...
ResponEliminaAún no sé si es que los niños tienen una sensibilidad especial para este tipo de cosas 'paranormales' y les tomamos por locos o es que sencillamente esta es su manera de mostrar que echan de menos a sus seres queridos, pero lo cierto es que no es la primera vez que me encuentro ante una situación similar.
Yo también estoy deseando conocer el desenlace.
Un abrazo.
Dicen que los niños perciben estas cosas, y que de mayores perdemos esa capacidad, y que por eso los niños tienen a veces "amigos invisibles".
ResponEliminaHabrá q esperar la continuación para saber si es verdad!
Besoss
Pues es verdad que me quedo a la espera de la reacción de la niña...
ResponEliminadebia ser una abuelita muy querida para ella, que le hace negar la realidad de su ausencia.
Recibe mis saludos.
Perséfone: Cuando leas el desenlace, te responderás a tus preguntas.
ResponEliminaVanessa: Yo también creo que algo de eso hay.
Anna: A lo mejor es por eso que habla con ella...
¡¡¡¡Me muerdo las uñas¡¡¡
ResponEliminaPor dios, Miguel, CONTINÚA :D
Un beso. Te espero.
Novi: Comprendo tus ganas de saber el final, porque la historia es intrigante. A mí el final es lo que más me sorprendió. Ya verás...
ResponEliminaLa historia es entrañable y yo, jamás me hubiese atrevido a llevarle la contraria a esa niña. Si decía verla, seguro que la veía.
ResponEliminaRaúl: ...Y tanto que la veía, ya verás el desenlace...
ResponEliminaYo creo que los niños siempre son mucho más receptivos a todos tipo de sensaciones, es como si sus sentidos estuvieran en fase primitiva por eso sus impresiones son muchísimo más fuertes que las de los adultos, a veces creo que yo me quedé medio infantil en muchas cosas de estas de sentir, porque sigo sintiéndolo todo demasiado...
ResponEliminaMe da la sensación MIGUEL, que CLAUDIA lo único que necesita es que la escuchen contar lo que le ocurre, porque seguro que no son fantasías, no sé por qué siempre es lo que deducimos les sucede a los niños cuando no somos capaces de comprender lo que les ocurre, su mundo es en ocasiones es tan rico que su lenguaje se nos hace ininteligible...yo sólo haría eso, me sentaría con ella y la escucharía...
Quizá su abuela no tuvo tiempo de darle su regalo de reyes, quizá necesite dárselo y ella siente que se ha ido dejando algo por hacer... quizá todo sería sencillo si las cosas terminaran como deben terminar ¿¿quien sabe?? ... volveré y me lo cuentas ¿OK?:-)
Un beso grande MIGUEL ¡¡qué maravilla ser maestro!! creo que yo hubiera sido muy feliz si lo hubiera sido.. así de niños como CLAUDIA, entre 3 y 7 es para mi la etapa más bonita de ellos.
Muaakss, pobrecita... anda , no seas malo jajaja deja de hacerla sufrir a ella y a nosotros por favor...
Good night.
María: Claudia quería que le escuchasen. Y su abuela... también quería algo. Ya verás qué quería.
ResponEliminaA mí me gustan los niños. Son maravillosos, porque es vivir en contacto con la inocencia. Lo que pasa es que desde hace muchos años que estoy con alumnos mayores (de ESO) y esos ya tienen algunas picardías.
Y miguel? ;)
ResponEliminaVivianS: Yo no. Yo soy muy inocente.
ResponElimina¡Qué impotencia, qué penita!
ResponEliminaAlu: Pues sí, menos mal que al final... se arregló todo...
ResponElimina