La playa ahora estaba a rebosar. Ya
nadie hacía caso del contenedor. El contenedor había pasado a formar parte del
paisaje playero.
De pronto, como llegados de la
nada, hicieron su aparición en la playa dos sombríos personajes vestidos de
grises uniformes. Firme el caminar y grave la expresión de su rostro, se
dirigían con paso resuelto hasta el blanco contenedor. Aquellas personas, si
uno se hubiera fijado bien, habría advertido que eran los mismos que anteanoche
depositaron el contenedor en la playa.
Cuando llegaron al contenedor,
con toda la naturalidad del mundo, sacaron unas llaves del bolsillo y las
aplicaron a lo que parecía una puerta. Luego, con la misma discreción con que
habían aparecido, desaparecieron. Alguien los vio subir a un coche negro que
había aparcado cerca de la playa. Y se perdieron entre el tráfico.
Un niño se acercó al blanco
contenedor.
-Mira, la puerta parece que está
abierta.
Y mientras esto decía, la puerta,
que efectivamente estaba abierta, empezó a abrirse como movida por una fuerza
que venía del interior del contenedor. Y entonces apareció ante el niño, que
estaba asomado a la puerta, un monstruoso cocodrilo que con sus fauces abiertas
de par en par hizo huir despavorido al pequeño.
El enorme cocodrilo se quedó en
el umbral de la puerta del contenedor como calibrando la situación. La gente
aún no se había dado cuenta de nada. Y entonces, como si alguien hubiera
impulsado algún resorte, del interior del contenedor empezaron a salir uno,
dos, tres, cuatro, diez… monstruosos cocodrilos que se fueron abalanzando sobre
los sorprendidos bañistas, que no tuvieron tiempo a reaccionar. Y uno tras otro
fueron víctimas de los feroces cocodrilos.
Una vez esto, los gigantescos
reptiles, moviendo serpenteantemente su verde corpachón se dirigieron hacia el
mar y, nadando con singular soltura, se confundieron entre las verdes aguas
marinas…
Entonces, entre los cadáveres de
la gente desperdigados sobre la roja arena, aparecieron dos personajes
uniformados de grises ropas. Tal vez los mismos que abrieron la puerta del
contenedor blanco. Al mismo tiempo, un enorme camión entraba en la playa. Todo
sucedió con una diligencia y velocidad espantosa. Y en un abrir y cerrar de
ojos, el blanco contenedor ya estaba cargado en el camión.
El camión se fue impunemente por
la carretera dejando en la playa un rastro macabro de muerte y desolación.
Al día siguiente los periódicos
no dijeron nada de lo sucedido en aquella playa.
Pero esto sucedió así. Son cosas
que pasan y que “créanselas, créanselas, porque me las he inventado”.
(En recuerdo de la gran Ana María
Matute)
¡¡¡uy!!!... Habrá que cuidarse de los cocodrilos, los contenedores y los hombree de gris...
ResponEliminaBesos
¡¡¡uy!!!... Habrá que cuidarse de los cocodrilos, los contenedores y los hombree de gris...
ResponEliminaBesos
Vaya tela!!
ResponEliminaPos, ¿qué quieres que te diga? A mí me gustaba más 'mi versión de los hechos'... Y tienes razón, la tuya es mú trágica. jajajajajaja
Besos, Miguel!!
Buf, Miguel, qué yuyu... Al principio pensé que el contenedor blanco era una gran biblioteca ambulante para amenizar las jornadas playeras, pero esta ocurrencia tuya me ha hecho recordar aquella antigua serie titulada "Los invasores", por una extraña asociación de ideas, en la que los alienígenas se mostraban inofensivos al principio para luego descubrir sus malvadas intenciones. ¿O eso fue en "V"? A saber... Cuando esté en la playa estaré muy atenta a cualquier extraño elemento que aparezca sobre la arena, no vaya a ser que me devore un inspector de Hacienda, un vendedor de preferentes o un teleoperador con "ofertas" veraniegas, que no sé si serán tan mortales como los cocodrilos pero sí muy peligrosos si se te ocurre darles cancha. Ah, por no hablar de los testigos de Jehová, reyes de todos los plastas habidos y por haber...
ResponEliminaLo que son las cosas, al recoger mi clase (es un decir) encontré un recorte d eperiódico de 1998 con el discurso que Ana Mª Matute pronunció con motivo de su ingreso en la RAE. Humilde y afable, en su línea habitual, aprovechó la ocasión "para hacer un elogio, y acaso también una defensa, de la fantasía y la imaginación en la literatura, que son para mí algo tan vital como el comer y el dormir, y que opongo a la aridez de la actitud que tan a menudo nos rodea, que se niega a ver la dimensión espiritual de lo material". Dijo también que "no existen fórmulas que enseñen a ser escritor. Se empieza a escribir desconociendo toda clase de definiciones sobre ese acto. Es una puerta que se abre, una barrera que se franquea, un mundo al que se tiene acceso; algo parecido a lo que le ocurrió a Alicia ese día en el que, tras cambiar algunas reflexiones con su gato se encaramó al espejo de la chimenea y, suavemente, pasó al otro lado".
Todos los que amamos la literatura nos sentimos identificados con estas hermosas palabras, más aún si nos da por plasmar de alguna manera por escrito lo que pensamos o soñamos.
Pasadas las tormentas, al parecer, disfrutaremos por fin del largo y cálido verano, como el título de la película, pero esperemos que menos trágico. Disfruta cuanto puedas del sol, el mar, la playa y tus chicas preferidas. Un fuerte abrazo.
Poco tengo que añadir después de leer el hermoso comentario de Yolanda y su evocación de Ana María Matute.
ResponEliminaMe pregunto cómo se te ha ocurrido este cruel y sangriendo relato, de qué modo te ha inspirado Ana María Matute, quizás por la reivindicación de la imaginación y la fantasía unidas a la libertad de crear una secuencia de hechos por inverosímiles que sean, pero que se afirman en nosotros como lectores como realidad simplemente porque el narrador los ha imaginado así.
Un buen relato que me ha mantenido en vilo. No me esperaba este giro que has dado. Más bien pensaba en algo tierno y sentimental, pero no este terrible y cruel desenlace.
Solo un objeción que se me ocurre: ¿los cocodrilos pueden vivir en agua salada? Creo que no puesto que son animales de agua dulce. Siempre los he visto ubicados en los ríos, en los pantanos, vamos creo.
Un abrazo veraniego.
Jeee jeee Qué susto¡
ResponEliminaBss
Myriam: ...y es que, donde menos lo espera uno, salta la liebre.
ResponEliminaLou: Pues ya ves. Así pasó y así lo cuento... je,je,je.
Yolanda: Precioso tu comentario. Yo también te deseo que pases un largo y feliz verano con los tuyos. Por cierto, ¿te vas al norte este año, también?
Pues te diré, querida colega, que la imaginación y la fabulación son necesarias para el espíritu. A mí me encanta crear mundos paralelos, mundos donde todo es posible y existe porque yo lo quiero así. Mis alumnos lo saben. Y les gusta mucho. Este año he creado un personaje: "Juanito, el esquimal" que nos ha acompañado en las explicaciones y nos ha contado muchas cosas, porque él estaba allí: en el imperio romano, o en la selva amazónica...
Joselu: Querido Joselu, has de saber que hay cocodrilos de agua salada. Me lo hizo saber mi cuñado (que es australiano) y allí en el norte de Australia hay playas que están prohibidas por la presencia de estos reptiles, que por cierto, son los más grandes del mundo. Y, a decir verdad, fue una conversación con él, con mi cuñado, sobre estas playas australianas, la que me llevó a fabular con el cocodrilo de protagonista.
El final, pues me ha salido así. No lo sé explicar. Pero, a veces, el mal viene por donde uno menos se lo espera. No es pesimismo, es un ejercicio de realismo.
Mar: El susto se lo llevaron los bañistas...
Tengo un don eh!!!
ResponEliminaSaludos.
Lo que me sorprende es la capacidad de no sorprenderse de la gente, de esa indiferencia manifiesta ante algo insólito.
ResponEliminaPero sí...me lo creo, porque aún y a pesar de ser un invento,bien pudiera ser verdad!
Besos.
No me extraña que no se sorprenda la gente y que la prensa "pase" u "oculte" la noticia. En los contenedores de mi pueblo también hay infinidad de bichos y la causa es obvia: solo descargan el contenido dos veces por semana...
ResponEliminaTambién quiero aplaudir el comentario de Yolanda...
Un abrazo, Miguel
Toro: Es verdad, lo tienes.
ResponEliminaMarinel: La gente ya no se sorprende nada. El factor sorpresa se está perdiendo.
Luís Antonio: Me sumo a tu aplauso por el comentario de Yolanda. Me ha encantado.
La prensa lo ocultó. Sí. Y la gente, también. Algo muy raro sucedió...
Tienes una mente muy imaginativa pero tu relato bien pudiera ser verdad pues la realidad a veces coincide con la ficción. Me gusta que te dejes llevar por la escritura y que lo des todo en tu relato porque ahí radica la gracia la originalidad y la sorpresa.
ResponEliminaUn abrazo.
Gemma: Gracias por tus palabras. Es verdad. Todo lo imaginado pudiera convertirse en realidad.
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