En el escaparate había un maniquí muy serio vestido con un
contundente mono azul. Tenía la mirada altiva y el rostro sereno. La tez morena
y los ojos de un azul indefinido. Parecía que miraba a la gente que pasaba
junto a él.
No siempre llevaba el mismo vestido. A veces le cambiaban el
mono azul por otro color caqui. Incluso hubo un tiempo que iba tocado con una
bata blanca. Parecía un médico.
El maniquí era alto y fornido.
Los brazos en jarra, la cabeza ligeramente levantada, y las
piernas, una ligeramente adelantada a la otra, hacían concebir en aquella
estatua de plástico un irreal e inquietante movimiento.
Pero él no se movía. Estaba perpetuamente quieto. Condenado
eternamente a un atroz reposo. Cumpliendo perfectamente su misión de maniquí.
Una tarde, cuando el dueño de la tienda fue a cerrar, se dio
cuenta que el maniquí no estaba.
Alguien lo había robado. Había desaparecido con su mono azul
y su gorro de paja que graciosamente le había puesto la hija del dueño.
Pero quién puede robar un maniquí. Se rió al pensar que en
una canción de Joan Manuel Serrat que se llama “de cartón piedra” sí que hay un
demente que roba una maniquí. Pero esto es literatura. Esto no pasa en la
realidad. Y la realidad no era más que esta: el maniquí no estaba en el
escaparate. Alguien se lo había llevado.
La puerta estuvo abierta toda la tarde. Es posible que algún
gamberro entrara furtivamente y se lo llevara. ¡Quién sabe! y ¡Qué más da! Comprarían otro y caso cerrado.
Una tarde lluviosa del mes de mayo alguien entró
silenciosamente en el establecimiento. Llevaba un mono azul y un sombrero de
paja. Tanto el sombrero como el mono estaban mojados por la persistente lluvia.
El recién llegado, sin decir esta boca es mía, se dirigió hacia el escaparate y
se quedó allí. Y allí quedó quieto.
El dueño del comercio y su hija quedaron sorprendidos. Y más
aún cuando creyeron oír una neutra voz que dijo:
-Es que ya estaba harto de tanta lluvia…
Ellos que pensaban que el maniquí ni se enteraba y que se lo habían robado.Quien iba a pensar que se fugó y después regresa tan ricamente :me imagino la sorpresa, a veces estas figuras de tamaño real parecen que en un momento se van a mover y es que los hacen a semejanza de una persona.
ResponEliminaMe he alegrado y mucho , por saber que aun sigues cosechando esa ironía y sentido del humor que tanta falta nos hace y más a esta altura de curso.-Yo si que me fugaría pero a otro lugar unos cuantos meses:))
Un abrazo Miguel feliz finde.
Hay magia cuando escribes tus letras Saludos desde Miami
ResponEliminajaja mi querido MIGUEL ( ¡qué bien que has vuelto a casa ! como tu maniquí ;) leí el final dos veces porque no me enteré de lo que había ocurrido. No sabia si había entrado un cliente chorreando de lluvia vestido como el maniquí o como finalmente entendí, fue el maniquí el que regresó tras darse una vuelta por el mundo real, al escaparate, harto de lluvia ; )
ResponElimina¿Sabes lo que resulta casi mágico de tu tranquila forma de escribir? que uno se confía en tus letras, con ese toque tan tuyo de recrearte en la cotidianidad de los detalles, convenidos de que no va a ocurrir nada extraordinario o fuera de lo normalidad previsible y ahí, cuando ya nos tienes absolutamente embaucados jaja parece lo más lógico y natural que un maniquí regrese tras darse una vuelta bajo la lluvia al escaparte, tan pancho. Como si contagiaras de cotidiana normalidad lo más increíble y extraordinario ¡enhorabuena profe! ;)
Muchos besos MIGUEL, ale! ve a secarte, que debes estar calado jajaja
Muy feliz finde !!
Quise decir CONVENCIDOS no convenidos ;)
ResponEliminaEs que el trabajo de maniquí es taaaaaaaaaaaaaaan aburrido, que a ratos la criatura tiene que salir a "despejarse" una mijica.
ResponElimina:)
Besos, Miguel!!
Hay un vídeo que no sé si conocerás muy inquietante. ALMA
ResponEliminaUn buen relato con final sorpresivo.
¡Qué bueno leerte, Miguel!
Un abrazo.
Tu imaginación y creatividad son espléndidas.
ResponEliminaMe ha encantado.
Saludos sin lluvia.
Bertha: El mundo real, está claro, no acabó de gustarle al maniquí. Mejor quedarse ahí tranquilito viendo la vida pasar desde su escaparate.
ResponEliminaRecomenzar: La magia está ahí. Yo ni quito ni pongo.
María: Me ha encantado tu comentario, María. Es cierto lo que dices. La realidad, a veces (muchas veces) es mágica y nos sorprende. El maniquí es real, pero vive en un mundo raro. Sin emociones, sin cuitas, sin imaginación, sin peligros... pero cuando se hace la idea de ir al mundo real para disfrutar de todo ello, se da cuenta que la vida paga un peaje. Este maniquí prefirió no pagarlo.
Lou: Está en su derecho ¿no? Lo que pasa es que parece ser que no le gustó la experiencia...
Joselu: Conozco, conozco el corto. Es más, se lo puse hace tres o cuatro años al grupo que tenía de Atención Educativa y les impactó. Y a mí también. Es ciertamente impactante. Me gusta. Me gustan estas realidades que están en el límite de la realidad (y que no son reales, claro) Como le pasó al bueno de mi maniquí. Tan ricamente como estaba allí en su atalaya, mirando todo, al resguardo de todo, al mimo de sus dueños... y no se le ocurre otra cosa que saltar al vacío y venirse a nuestro mundo. Un mundo maravilloso lleno de emociones (buenas y malas) y sensaciones (buenas y malas)... el maniquí, ya lo veis, prefirió volver a su escaparate.
Toro: Gracias por tu comentario. Como suele decirse, uno hace lo que puede...
¡Qué bueno, colega! Me encanta este microrrelato lleno de imaginación y humor. La realidad tiene múltiples caras y no las conocemos todas. ¿No te parece que muchos personjes públicos o anónimos parecen de plástico o de cartón, empezando por las mujeres operadas por delante y por detrás, con unos labios horribles y totalmente inexpresivas, pero clónicas? ¿Y si son robots de última generación o maniquís escapados de un escaparate? Porque reales, lo que se dice reales, no parecen, creo yo.
ResponEliminaYa te queda poco, pero es lo peor, al menos lo más trabajoso del curso según lo recuerdo yo. Cuídate. Un abrazo.
Yolanda: Este maniquí que desaparece de su escaparate representa el deseo humano de huir de la realidad. Cuando esto sucede, el resultado es fatal. Solo se puede huir de la realidad con la imaginación, que no es poco. Pero nuestro sitio está en el escaparate, si no, nos mojaremos.
ResponEliminaPues sí, querida colega, esto se acaba, no hay quien lo pare. Estoy dando los últimos retoques a los últimos temas... y a evaluar, que es lo más costoso.
El maniquí estaba, más que aburrido, hastiado. Siempre en la misma postura y aguantando miradas indiscretas, decidió salir de aquel habitáculo en busca del cambio y de la aventura. Sin embargo, lo que le deparó la vida callejera era peor de lo que había imaginado. Volver al punto de partida era inevitable a falta de otra alternativa...
ResponEliminaUna interesante metáfora sobre la vida y el espacio en que nos desenvolvemos...
Un fuerte abrazo, Miguel
Luís Antonio: Pues sí esto es lo que hizo el maniquí. A veces, los humanos no valoramos suficientemente el mundo irreal. La fantasía. La imaginación. Esas otras realidades que convierten la realidad en algo maravilloso.
ResponEliminaEs que no hay nada mejor que regresar
ResponEliminaa casa y ponerse de vuelta en el escaparate,
a resguardo de las lluvias.
Otra cosa hubiera sido si hubiera podido
entonar en compañía, Singing in The rain!
Besos, Miguel
Que bueno que has regresado.
Myriam: El regreso es algo que hay que saber gestionar. El maniquí lo gestionó bien.
ResponElimina