Don
Manuel siguió leyendo: “Si pulsa la tecla DS, tendrá al instante
toda la programación del día siguiente.”
Aquello
sonaba raro. Pero sonaba bien. Si sabía de antemano que un programa
no lo podría ver mañana, lo podría ver hoy. No dejaba de ser
práctico.
Primero
probó con la tecla DA. Estaban emitiendo las noticias del día
anterior. Albert Rivera acababa de aterrizar en Venezuela. Si él
supiera que no le dejarían entrevistarse con ninguno de los líderes
de la oposición... Pero claro, don Manuel jugaba con ventaja. Él
veía las cosas desde el futuro. Se sentía un espectador
privilegiado. Una especie de demiurgo que sabía lo que iba a pasar.
De pronto se quedó pensando. Y miró la tecla DS. “Día siguiente”
¿También darían las noticias del día siguiente...? Lo sabría en
seguida. Pulsó la tecla DS. Y al instante aparecieron en pantalla
los jugadores del R. Madrid en la plaza de Cibeles celebrando la
consecución de la champions. ¡Pero si este partido se juega hoy!
Aquello
le puso muy nervioso a Don Manuel. Cogió el libro de instrucciones y
se puso a buscar la marca del televisor. No la encontró. Se levantó
como impulsado por un resorte y fue hasta el televisor. Tampoco había
señal alguna que indicara la marca de aquel extraño aparato.
Don
Manuel estaba sudando a mares. Y en la tele, el locutor seguía
narrando la hazaña del equipo blanco que ayer (hoy) había vencido
por penaltis al Atlético de Madrid.
Sonó
el teléfono. Don Manuel se quedó mirándolo y dudó si contestar o
no. Decidió contestar.
-Manolo,
soy Julián.
-Hola
Julián.
-Nada,
que hemos quedado en el “Euromar” a ver el partido. Que si te
apuntas. Esta vez les ganamos. Seguro. Una vez pueden tener suerte,
pero ya dos... además, tenemos mejor equipo, Manolo. ¡Que por fin
seremos campeones de Europa...!
Don
Manuel estuvo a punto de decir que no, que íbamos a perder. Que lo
acababa de ver en la tele. Pero se dio cuenta de la barbaridad que
estaba a punto de decir y se calló.
-Manolo,
te has quedado callado. ¿Qué, te animas?
-No
Julián. No me encuentro bien. Me duele la cabeza. Prefiero quedarme
en casa a ver si se me pasa.
-Pues
nada Manolo. Cuídate. ¡Aupa el atleti!
-Eso...
¡aupa el atleti...!
Y
colgó.
Don
Manuel apagó con furia el televisor. Se recostó en el sillón y
miró el techo. Abrió los ojos exageradamente y se quedó observando
fijamente una mancha del techo mientras su mente se perdía en un
laberinto de preguntas sin respuesta.
Supuso
que habría muchas personas que habrían comprado un aparato como el
suyo. Que no sería el único. Esto le tranquilizó. Pero esto no
podía ser. Aquello no podía estar pasando.
De
pronto sintió un deseo irrefrenable de salir y dirigirse al
establecimiento donde había comprado el televisor. Se lo contaría
todo al técnico y saldría de dudas.
Bajó
a toda prisa las escaleras y en poco menos de un cuarto de hora llegó
a la calle donde estaba la casa de electrodomésticos donde ayer
compró el televisor.
Pero
allí no había ninguna casa de electrodomésticos.
Don
Manuel miró a un lado y otro y no encontró respuesta. Justo donde
ayer había una casa de electrodomésticos en donde él compró un
televisor, había una puerta cerrada con un letrero. Se acercó y
leyó:
“Tanatorio DS próxima apertura”