Reina el silencio en la clase. Son las ocho y media de la mañana. Hay examen de Geografía. Echo una mirada rutinaria sobre la clase. Veo un mar de cabezas gachas absortas en la hoja de papel donde están impresas las preguntas. Empieza a amanecer. Me levanto lentamente y me asomo a una ventana. A lo lejos se adivina el mar resplandeciente. Un alumno levanta el brazo. Me acerco hasta él y le aclaro una duda. Luego, otra vez silencio. Sólo el rápido fluir de los bolígrafos sobre el papel rasgan levemente el silente devenir de la clase. Vuelvo a mirar por la ventana. Las nubes rojas, alargadas y frías, manchan tenuamente el horizonte azul. Una alumna se muerde la lengua de pura fruición mientras escribe. Otro se rasca la cabeza, y otro mira al techo pensativo. Una alumna se me acerca con el examen en la mano hasta mi mesa. No entiende cómo se debe contestar la pregunta de señalar en el mapa. Se lo explico y se vuelve rauda hacia su sitio. El sol está cobrando fuerza. Las nubes se han tornado blanquecinas, vaporosas y ralas. En el mar se dibuja un barco mercante. Lo sigo con la mirada durante unos minutos. ¿Dónde irá camino del norte? Hay un alumno que está visiblemente inquieto. Me acerco hasta él. Y es que hay una pregunta que se la sabe… pero no se acuerda. Le tranquilizo y sigo paseando entre los silenciosos alumnos y alumnas que continúan aplicados en sus respectivos exámenes. El tiempo pasa espeso y cadencioso. Ahora el sol brilla en todo su esplendor. El barco ya no está. En los árboles hay unos pajarillos que saludan con su trino a la mañana. Me siento a mi mesa y observo las evoluciones de mis pupilos. Veo que algunos ya no escriben. Han terminado el examen. Otros, en cambio, escriben vertiginosamente apurando los minutos. Son minutos que pasan entre un mutismo tenso, emocionante, casi eléctrico. Me miro el reloj y anuncio que quedan cinco minutos para recoger el examen. Un anónimo susurro nervioso se escapa entre el alumnado. El mundo parece ajeno a nosotros. Ya el día refulge en todo su esplendor. En la clase de al lado se oye la imperiosa, pero apagada voz del profesor de matemáticas. Ha llegado la hora. Recojo los exámenes y, en medio de cierto alboroto, algunos se lanzan a sacar el libro de Geografía para comprobar sus respuestas. Hay gritos de júbilo y otros de decepción. Yo, con el montón de exámenes en mi mano, salgo de la clase en busca de la siguiente clase. El examen ha terminado.
Jo, me ha encantado. Sí, sí, porque yo siempre he vivido los exámenes desde "el otro lado", y al leer este texto he tenido un viaje "astral" hasta mi época de instituto...
ResponEliminajajaja
Ya te digo que me ha encantado...
Anda, Miguel, no suspendas a ningún chiquillo, que se han portado bien, y no ha copiado ninguno... A no ser que, mientras mirabas por la ventana y veías el barco a lo lejos, alguno se haya aprovechado de verte "en trance".
jajajajajaj
Un beso enorme!!!
Miguel! que interesante es ver las cosas desde la visión de un profesor y sobre todo cuando el profesor eres tu! he disfrutado tu escrito,me sentí nerviosa con tus alumnos ,deseosa de que hagan bien el exámen,y relajada con tus apreciaciones sobre el entorno,disfruté mucho como siempre leerte amigo mío!Te dejo un abrazo enorme ,te deseo buen fin de semana! dale abrazos a Marta dile que le deseo lo mejor del mundo!
ResponEliminaPromoviendo la empatía.Miguel siempre tan magnífico.
ResponEliminaQue mundos tan unidos y tan separados... Recuerdo mis épocas de exámenes y uno cree que el mundo no existe mas allá de la hoja que tiene delante... el tiempo corre, el corazón late fuerte, el mundo deja de girar uno...
ResponEliminaPero tu me das otra faceta que yo no conocía, la del profesor, que aún dentro de ese espacio puede también ser parte del afuera...
Lindo, lindo!!
Besos
Precioso post, Miguel. Qué lujo ver el mar desde el aula, tranquilo en la mañana, aún envuelto en brumas mientras el sol se abre camino lentamente en el horizonte... Ay, quién pudiera... En ese marco me imagino a tus alumnos concentrados en su examen, calladitos, aplicados. Como maestra odio hacerlos, supongo que es un rechazo generalizado. Intento quitarles hierro, pero es indudable que los alumnos deben trabajar lo aprendido y memorizarlo. De ahí a plasmarlo por escrito... no sé... quizá hay otras alternativas. Luego salen esos disparates que hacen reír pero en realidad son un fracaso. Cuando el suspenso es casi generalizado me pongo de muy mal humor y pienso qué demonios he hecho en ese tiempo para conseguir resultados tan lamentables.
ResponEliminaPero leer tu post me ha hecho situarme en ese ambiente y te envidio, la gente suele pensar que somos insensibles y nos gusta machacar a los alumnos, y nada más lejos de la realidad. Te imagino tranquilo, seguro, afable, un profesor firme pero cercano. Qué gusto que haya docentes así.
Feliz semana. Un abrazo, colega.
Valla, es genial!!!
ResponEliminaYo siempre he estado en el otro lado, bueno y sigo estandolo y siempre me he preguntado como se toman los examenes los profesores, ha sido genial.
Espero que les haya salido bien para alegria de ellos y tuya.
Besos y abrazos
Lourdes: Seguro que no han copiado, pero si son un encanto de chiquillos. Te diré que ya he corregido los exámenes, y sólo ha suspendido una niña ¡con un 4'5! estoy super contento.
ResponEliminaIsol: La verdad es que desde "el otro lado" las cosas se ven distintas. Y también es verdad que un poco del nerviosismo de los alumnos se contagia.
Esther: Gracias por tu comentario. Siempre es un placer leerlos. Por lo que respecta a la empatía te diré que sí, que sí que existe en este caso. Y la verdad es que a veces me lo paso mal y me siento tentado (y a veces lo hago) de echarle una manita a algún alumno despistado (pero eso no se lo digas a nadie...)
Miriam: Cuando hay un examen se crea un micromundo donde sólo parece existir el examen. Todo el mundo se paraliza a mi lado. A mí por lo menos me pasaba en mis años de estudiante.
Yolanda: Me encanta leer tus comentarios. En tu prosa fácil y ágil, siempre aportas ilusión y ánimo. Yo (te lo confieso) también odio hacer exámenes. Pero qué se le va a hacer, no hay más remedio que hacerlos. Son momentos distintos a los demás, donde hay un reto. Un prueba donde los alumnos andan sin llevarles yo de la mano, y a veces me dan ganas de darles la mano; de verdad. Luego viene el momento de la corrección. Y a veces cojo unos cabreos... pero esta vez ha sido muy satisfactorio el resultado.
La Vero: Pues sí, les ha ido muy requetebién el examen, sólo ha suspendido una alumna y por los pelos. El resto, de maravilla. Se ve distinto un examen desde esta otra parte. Yo aún me acuerdo de mis tiempos de estudiante y sentía auténtico pánico. Ahora trato de aplacar este momento tan tenso.
Cómo describes ese tiempo, me he sentido totalmente identificada contigo, cuando vigilo un examen es exactamente así.
ResponEliminaDice Lourdes que no te ha copiado ninguno, eso no me atrevo a decirlo yo, porque es que se esmeran tanto en las técnicas del chuleteo que siempre hay un pícaro que lo logra. A mí me la hacen, seguro. Se arriesgan, claro, porque al que yo pillo copiando...
Pero es que vigilar como un sabueso es tan aburrido y pesado...
Venía a agradecerte tu paso por mi playa, y me ha encantado lo que he leido...Volveré...
ResponEliminaMuchos besitos.
Rosa Cáceres: He pillado copiando a más de uno. Así que no sería la primera vez. Pero creo que esta vez no ha copiado nadie. Por lo menos eso creo yo.
ResponEliminaAna: Gracias por tú visita, sé bienvenida.
Me has recordado a tu paisano Manuel Vicent. Soy un lector habitual de su columna de los domingos y me gusta esa sensibilidad mediterránea y esa sensualidad que entremezcla en sus reflexiones. Eres mediterráneo, eres levantino, no me cabe duda. Ese examen entreverado de nubes y visiones del mar en la lejanía son fruto de una mentalidad mediterránea que no puede hacer del aprender obligado el eje de su vida. También estoy allí. Un cordial saludo.
ResponEliminaY para mí que lo peor de mi profesión es lo de los exámenes, me has hecho pensar en ellos como algo entretenido, algo que forma parte de lo nuestro. A mí me aburre ponerlos, vigilarlos, corregirlos y calificarlos. Lo de calificarlos es siempre lo peor. Me paso dándole vueltas a un examen a ver si le saco algo más de algún sitio. Qué horror. Encima tengo poco que mirar por la ventana. En fin, que me da un poquillo de envidia.
ResponEliminaojalá me hubiera tocado un profesor cómo tú,cuándo estudiaba!!
ResponEliminadebe ser un lujo!!
gracias por compartir una experiencia cotidiana,tambien es una forma de conocerte un poco más.
un abrazo
Vaya, que buena descripción de un examen! ha sido ocmo vivirlo! me imagino que el dar vueltas esperando a que los alumnos terminen, ver sus caras de agobio... no debe de ser demasiado agradable.
ResponEliminaBesitos
Joselu: Gracias por tu comentario. La verdad es que sí que me siento mediterráneo, y algo de ello habrá en mi manera de ser.
ResponEliminaClares: Las clases de mi instituto dan a la montaña y al mar. Yo prefiero la mar. Así, cuando puedo, como pasa en estos momentos tediosos de los exámenes, miro el mar. Luego viene lo de corregir, que como a ti, me gusta menos.
Adrisol: Gracias por el comentario. En los exámenes ayudo lo que puedo a los chavales, pero hay que ir con cuidado porque a veces te piden cosas que no se lo puedes decir.
Vane: Puede llegar a convertirse en algo rutinario, pero siempre me quedo con la carita de alguien que no ha hecho buen examen, y entonces me disgusto un poco. Pero también me pasa al revés, que alguien se levanta eufórico y entonces me alegro.
Y sólo ha faltado esa hoja juguetona en un ángulo del patio dando vueltas movida por el aire de los pensamientos cruzados de los alumnos y su profesor. Chapeau
ResponEliminaAntonio: Gracias por tu comentario. Pues sí, algún que otro papel juguetón, campaba a sus anchas por el patio ajeno a las tribulaciones de la clase.
ResponEliminaL'autor ha eliminat aquest comentari.
ResponEliminaMuy bueno. Has descrito muy bien lo que se vive en esos momentos. Y no suspendes a nadie, bueno sí, sólo a los madridistas jajaja
ResponEliminaun abrazo
Fernando: Ja, ja, ja, yo creo que este año, tanto madrididistas como a atléticos, lo tenemos muy claro...
ResponEliminaMiguel, no sabía que eras profesor de geografía. Lamentablemente, mi recuerdo en esa asignatura se centra en que suspendí dos veces con un 4.6 de nota final y luego con un 4.7. Ese mismo profesor, al que tenía un 8.6 no vacilaba en ponerle un sobresaliente.
ResponEliminaMe gustaría saber si era justificable tal actitud. El docente aducía que pasar de un 4.7 a un 5 era un "cambio importante y lo teníamos que hacer por nosotros mismos".
Yo jamás estuve de acuerdo con ese doble rasero.
Un abrazo.
Chiriveque: Es lo mismo subir a 9 que subir a 5. Lo que hay que hacer es o no subir nunca, o subir siempre. Lo demás es medir con un doble rasero.
ResponEliminaHola Miguel,
ResponEliminaMe has transportado al mundo que para ti es habitual, pero en este momento me queda lejos en el tiempo.
Muchas veces me preguntaba que pensarían los profesores mientras estábamos haciendo un examen.
Recuerdo que la profe que tuve de geografía me hizo sudar tinta para sacar una buena nota. Era muy exigente y su metodología dando clases llegaba a exasperarme; no era la única que no entendía sus métodos.
Me alegro que al final los chicos hicieran una buena prueba.
Abrazotes enormes para ti, Marta y TODA la family.
Lujo: Pues me alegro de que al final sacaras buena nota. Pero lo que es cierto es que una asignatura como la Geografía, si no se imparte con un buen método, se puede llegar a odiar.
ResponEliminaEsto sí que no me lo había contado mi novia, que es profesora de Literatura...
ResponEliminaMe ha encantado esta perspectiva desde la silla del profesor. (Por más que dé -yo- clases en un máster, no me termino de ver como profesor).
Me ha encantado la entrada, Miguel. Un saludo.
J.Rogelio: Gracias por tu comentario. Bien pensado, en un examen se ven las cosas de otro modo.
ResponEliminaSabes? cuando leo esto ahora,pienso en esos otros profesores que tuve yo, esos que paseaban en medio de las mesas,que paraban a mirar el paisaje,que nos miraban como absortos,imbuidos de un silencio glaciar...
ResponEliminaY siento ahora,que probablemente tendrían un espíritu sentimental como el tuyo.Que verían más allá del horizonte de asfalto y seguramente algunos,dejarían constancia hermosa de sus sentimientos en un papel...
Y me emociona saberlo,ya ves!
Bonito,muy bonito.
Besos.
Marinel: Pues a lo mejor es verdad. Aquellos profesores que se nos antojaban tan lejanos, quizás en el fondo tuvieran un punto de románticos...
ResponEliminaEs precioso lo que has escrito, Miguel.
ResponEliminaCuando yo era alumna, los exámenes en general me producían muchísima angustia. Generalmente, esa sensación tan horrible terminaba, justo cuando tenía delante las preguntas. Entonces la angustia se transformaba en ansiedad por poner sobre el papel todo lo que debía y en la forma en la que debía.
Cuando tu describes la tranquilidad de tu puesto que espera y observa, mientras tus alumnos hacen el examen, me has dado muchísima envidia.
Una por tu tranquilidad, observando el mar y el cielo relajado y sereno, mientras ellos se estrujan las neuronas y otra, porque me hubiera encantado tener un profesor, que me mirara mientras yo hacía mis exámenes, con la ternura y cariño que se te nota cuando tú, miras a los tuyos.
¡¡Qué buen profe eres, mi querido espadachín!!
Muchos besos.
Me has recordado mi ultimo examen de Mates del otro día, es que me estoy sacando el graduado ESO porque yo solo tenía el graduado escolar, y yo lo paso muy mal jejejje lo aprobe con un 7,5 pero que mal lo pase, se crea un ambiente tenso, y te tengo que decir que tengo unos profesores que son angeles nos ayudan muchisimo, porque somos ya personas mayores o jovenes que nunca han querido estudiar, asi que es doble paciencia la que deben de tener, y para mi desde luego son los mejores, se rebajan al nivel del alumno y la verdad a mi me esta vinbiendo genial porque se me estan reactivando las nueronas y me encanta estudiar cosas que en su día no entendia, ahora me estoy dando cuenta que no es tán dificil jejejje, me ha encantado la entrada de verdad pero los examenes me ponennn jajajaj besossssss con cariño...
ResponEliminaMaría: A mí también me pasaba igual. primero eran nervios, y después, ansiedad. Pero siempre es bonito tener un profesor que sabes que está esperando lo mejor de ti.
ResponEliminaArwen: Me parece muy bien que te animes a sacar el graduado en ESO. Siempre es hora de ampliar conocimientos. Me alegra saber que estás a gusto en este mundo de la enseñanza.
Me ha encantado cómo has descrito el momento exacto de un examen, pero desde la otra mirada, -la del profesor-.
ResponEliminaEs curioso, pero compruebo, que para tí ese momento es de tranquilidad, y de sosiego, y, en cambio, retrocedo años atrás, y recuerdo esa etapa de nervios, los exámenes me ponían nerviosa, no sé si a mi hija le pasará lo mismo que a mí, creo que han cambiado mucho las cosas, ya no es como antes.
Me ha encantado conocer tu perspectiva, me gusta saber cómo lo ve un profesor.
¡Por cierto! ... ¿Qué edad tienen tus alumnos?
Un beso, Miguel-.
María: Yo también me acuerdo de cuando estudiaba, y ahora que llevo un montón de años de profesor, me doy cuenta que la perspectiva desde donde lo veo ahora es completamente diferente.
ResponElimina