¿...Irse de España?




Hoy mi mujer no se encontraba muy bien. Le dolía la garganta. Tenía pus. Tenía, pues que ir al médico. Y así hizo.
A media tarde vino del médico.
Nada de importancia, pero tiene que tomarse antibióticos. Paciencia.
Me comenta que el médico ha tardado más de la cuenta en atenderle porque ha venido una paciente con unas recetas en la mano diciendo que en ninguna farmacia le han encontrado el fármaco de la receta.
Cuando mi mujer ha entrado por fin en la consulta, el médico estaba cabreado. Muy molesto. Hay que recordar para los que no estén al corriente, que en la Comunidad Valenciana las farmacias están en huelga indefinida porque la Generalitat les adeuda casi quinientos millones. Sus razones, pues, tienen, creo yo, para estar en huelga. Pero la verdad es que para el ciudadano de a pie es un incordio buscar la farmacia que esté de servicios mínimos, además de que algunos medicamentos, como es el caso que nos ocupa, empiezan a escasear.
Pues bien, el médico le ha contado que está harto, muy harto de todo lo que está pasando en España. Sin ir más lejos, le ha dicho, a sus dos hijos los ha mandado a estudiar al extranjero, como primera medida para que luego se queden a vivir allí. No quiere que vivan (según sus palabras) en un país de ladrones. Y luego le ha espetado, “y yo porque no puedo irme, pero en cuanto me jubile me voy de este país de mierda…”
Y yo me pregunto: ¿Hay para coger el petate y marcharse de España…? ¿Qué opináis?

El momento ideal del día



Si en el anterior post hablábamos de cuál era la edad ideal, ahora en este post quiero tratar sobre cuál es la hora ideal. Más bien, el momento ideal del día.
Las veinticuatro horas de la jornada nos ofrecen una amplia variación de situaciones que convierten el tiempo en algo voluble, distinto y ameno.
Desde la alborada hasta el ocaso del sol nacen mil instantes únicos e irrepetibles.
Las personas estamos sometidas a este ritmo diario y no todas reaccionamos de igual manera. Las hay que disfrutan de los mortecinos rayos solares. Otros aman la luminosidad cegadora del astro rey en su cenit. También conozco gente que gusta de la tenue luz naciente del día. Los hay noctámbulos. Y los hay que odian trasnochar. De todo hay.
Por eso, es momento propicio para poner sobre la pantalla del ordenador las diferentes sensaciones que nos proporcionan las horas del día.
Yo lo he estado pensando. Y mi trabajo me ha costado decidirme por un rincón temporal del día. Pero al fin me he decidido. Me apunto al lánguido momento de la siesta. Ese paréntesis gratuito que nos regala el día en su devenir. Es momento de vivir con pausa y sosiego. Con calma y tranquilidad. Si uno creyera en los dioses griegos, se atrevería a decir que Morfeo y las Musas están de nuestra parte. Es momento, pues de dejarse llevar. De dejarse acariciar por los suaves brazos del dios y abrir la mente para albergar los fructíferos consejos de las Musas. Y ese breve instante del día se convierte en sublime…

La edad ideal



Es muy propio de la gente mayor querer parecer más joven. Pero a edades muy tiernas se tiende a querer ser mayor.
Parece una contradicción. Y a lo mejor lo es.
Tal vez se busca una edad intermedia e indefinida, el justo medio.
Lo cierto es que si se pregunta a alguien sobre cuál es la edad idónea de un ser humano, la edad en la que se es más feliz, se obtendrán las más variadas respuestas.
Dante decía que los treinta eran la mitad de la vida. Hoy esto ha quedado obsoleto. Hay quien ansía alcanzar la cifra de mayoría de edad, hay quien suspira por tener la edad de jubilación…
Yo pienso, pues, que esto de la edad es muy relativo. Siempre lo he pensado así. Siempre hasta que leí un informe sobre el particular. Un estudio donde aseguraba que objetivamente la edad más feliz del ser humano son lo ocho años.
Enseguida puse mi mente a viajar en el tiempo. Estamos en el año 1966. Estoy cursando tercero de primaria, luego, tras el verano, cuarto. Soy feliz. Mis maestros, Don Vicente y Don Antonio son unos excelentes profesionales que me instan a aprender y a ser mejor persona. Mis amigos nunca me abandonan. Todo el tiempo lo pasamos jugando en la calle. Mil juegos que me hacen ser feliz. No hay tiempo para otra cosa que no sea jugar. Correr, correr y divertirme. Pronto me comprarán una bicicleta. Hace poco que mi padre trajo una televisión a casa. Esto es una maravilla de las maravillas. Veo (en un precioso blanco y negro) los dibujos animados de "Los Picapiedra". Las series “El túnel del tiempo” y "Viaje al fondo del mar", el concurso "Cesta y puntos" y hasta a veces, me dejan ver “Historias para no dormir”. También, mientras cenamos, sale por la tele Franco inaugurando pantanos. Es una España feliz. Así nos lo hacen ver en el Telediario. Mi padre me cuenta historias de la mar. Él es pescador. A veces me lleva en la barca. La vida es bella.
A lo mejor tendrán razón los que han hecho este estudio. ¿Estáis de acuerdo?