El paseante suele salir a pasear
todas las tardes que puede.
Esta tarde hace un sol cálido y
acogedor. Hay un confortable calor otoñal que invita a la gente a salir a la
calle.
El paseante cuando sale a pasear,
busca la verde sombra de los árboles. Le encanta el suave olor ocre y crujiente
de las hojas muertas. Y el sabor terroso del suelo. Y el silencio atroz de los
troncos retorcidos. Y el gorjeo feliz de los pájaros invisibles. Y la dulce
paz de la gente que pasea.
Al paseante le gusta observar las
cosas que va dejando a su paso.
Hoy ha visto a un hombrecillo de
tez morena sentado en un banco que tocaba una guitarra.
Le ha llamado la atención la
soledad de aquel hombre. Un hombre de breve estatura. Tal vez de origen
magrebí. No. Pudiera ser que gitanillo. El paseante no lo tiene claro. Pero le
llama la atención el entusiasmo con que acaricia la guitarra y pulsa sus
cuerdas. El paseante se acerca a ver cómo tañe las cuerdas aquel raro
personaje.
Como quien no hace la cosa pasa a
escasos metros del concertista solitario.
Las notas brotan armónicas y
pausadas de los dedos del anónimo músico. Es algo de flamenco. El ritmo se
rompe cuando advierte mi presencia. Se para. Levanta la vista y me mira. Hay
una leve sonrisa mutua. Y el músico anónimo, sin esperar respuesta, baja la
cabeza y se introduce en su mundo de cuerdas y acordes. El paseante sigue su
camino satisfecho sin saber bien porqué. Pero una cosa tiene clara. Cuando
vuelva a casa, escribirá un post contando esta simple anécdota.
La vida está compuesta de pequeñas estampas como esta. Sucesivas e imprevistias nos conmueven sin saber por qué. Y el escritor que llevas dentro acoge con sus palabras un encuentro cálido y un aire flamenco que llega a nosotros a través del ciberespacio. Es como si lo hubiera visto
ResponEliminaAbrazo fuerte.
Joselu: La vida es una amalgama de estampas, como tú bien dices, que se suceden, pasan y, como decía el poeta... quedan.
ResponEliminaHa hecho bien el paseante al regresar a casa y escribir de esa, en apariencia sin importancia, anécdota, que yo diría de complicidad tejida entre dos seres.
ResponEliminaA mí, me ha gustado y hasta me ha parecido ver el instante y sentir los acordes de la guitarra aflamencada...
:)
Besos, Miguel.
Que bueno esos momentos que te regalas de vez en cuando.Como pasear con tu tiempo y poder ir observando todas las cosas y hasta poder deleitarte con un pequeño momento escuchando a este músico:(que solo del todo no creo que este porque: con su arte y sobre todo la música es, una fiel compañera un idioma que acerca más que todas las palabras)
ResponEliminaPaseante eres un gran romántico, por eso cada brizna que te regala el día a día es, tu mejor alimento...
Un abrazo feliz domingo.
Marinel: Los acordes eran limpios y puros... como el aire otoñal. No podía dejar escapar este momento.
ResponEliminaBertha: Sí, Bertha, sí. Esas briznas que nos deja el paisaje son alimento para mí...
Tu historia es limpia pura y suave como el viento de otoño haciendo señas, que despeina, desnuda al manzano, dando paso a la madurez, a la soledad, a la paz y limpia el cuerpo de sentimientos materiales. Como la música pura del músico anónimo. Así es mi Otoño...
ResponEliminaY tu historia bella.
Besos Miguel.
El paseante es un hombre que mira con ojos entrañables.
ResponEliminaSaludos.
l
ResponEliminaLore: El otoño tiene la facultad de limpiar las ramas de los árboles, y también limpia los sentimientos...
Toro: A lo mejor es eso...
Bonito detalle, Miguel. Tu sensibilidad te ha hecho detenerte ante el músico callejero, si es que lo era, y le has dedicado una sonrisa. Nos lo has contado con la misma sencillez con la que ocurrió. ¿Por qué las pequeñas cosas pasan tan inadvertidas? Sí, son pequeñas, pero no inútiles. Las llamadas grandes noticias llenan los periódicos y los telediarios, pero se nos olvida que somos apenas una gota en el universo y que al fin y al cabo el océano está formado por muchas gotas, como decía uno de los protagonistas de "El mapa de las nubes".
ResponEliminaHablando de gotas, por aquí hemos tenido mogollón. ¡Es el otoño! Un fuerte abrazo, colega.
Una bonita historia otoñal, sí.
ResponElimina:)
Besos, Miguel!
Yolanda: Ya lo dijo el poeta-cantante Serrat "Son aquellas pequeñas cosas que hacen que lloremos cuando nadie nos ve..."
ResponEliminaLou: Me alegro que te haya gustado. El otoño está aquí para disfrutarlo...
Ojalá todos los paseantes tuviesen la sensibilidad que pones de manifiesto ante esa bella escena que se ha hecho merecedora de protagonizar tu bello relato.
ResponEliminaUn abrazo fuerte
Oh! mi querido MIGUEL, yo sí sé por qué se fue satisfecho tu paseante ( me cae muy bien, díselo de mi parte ;-) sabe perfectamente que durante un instante hizo sentir al hombre de la guitarra que existía, le prestó atención, le mostró afecto con su sonrisa y él supo que era así. A veces, estos detalle insignificantes son los que hacen que un día anodino o sin importancia se convierta en algo especial... mi padre siempre decía, la diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario está en los detalles. Tu paseante sin duda es un hombre de detalles... se nota ;)
ResponEliminaMuchísimo besos y todo mi cariño en esta semana que arranca con regalo de hora y .. veremos como termina ;) Mmuaaaks!!!
Se me hace que el paseante tiene tu nombre. Sonrío.
ResponEliminaLuís Antonio: La verdad que el quitarrista pasó bastante desapercibido. Para todos, menos para el paseante.
ResponEliminaMaría: Me alegra que te caiga bien el paseante. El paseante es hombre de buenas intenciones. Y hombre de detalles. Por eso agradece estos detalles de los comentaristas.
RaÚl: Sí. Sonrío yo también...