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Sobre la felicidad


Este mes de enero se hicieron públicos los resultados del estado de felicidad de los países del mundo.
Siempre me han chocado estas aseveraciones.
La verdad es que esto de la felicidad siempre me ha parecido, y estoy convencido de ello, un estado íntimo y personal de cada cual, que nada tiene que ver con nada de lo que ocurre a su alrededor.
Si algún estudioso construyera una ecuación (que de hecho existe) que nos determinara el nivel de felicidad de cada individuo, los resultados no serían fiables. Las matemáticas están reñidas con las emociones. Esto lo tengo claro. Dos y dos serán cuatro, pero x más y (y pongamos el valor que se quiera a estas variables) no tiene por qué ser igual a felicidad. Las condiciones objetivas de felicidad es lo más engañoso que hay. La felicidad es otra cosa.
La felicidad es, posiblemente, la facultad (o el don) más preciado que se le otorga al ser humano desde el mismo momento de nacer. Y esta cualidad humana no hay que desaprovecharla. Pero cuidado, las retorcidas mentes de muchas personas que no han sabido sacar provecho de su facultad gratuita de ser felices, responden de mala manera ante quienes sí que han sido capaces de beber del gratuito manantial de la felicidad humana. Su respuesta es la envidia. El odio. Y en fin, la destrucción.
Como decía al comienzo del post, acaban de publicarse las listas de los países más felices. No sé bien cómo se hacían las entrevistas, pero confío en que algo de sensatez y sentido tendrían. Y confío también en que las personas responderían sin miedo y sin malas intenciones. En otras palabras, creo que responderían de buena fe. Y por lo tanto que sus respuestas serían sinceras.
Pues bien. Los resultados son sorprendentes.
En primer lugar tenemos al pequeño estado insular de las islas Fidji, allá en pleno Pacífico. Nada que objetar. Me lo creo. Sus condiciones objetivas parecen claras.
Pero en segundo y en tercer lugar aparecen por este orden: Colombia y Nigeria.
Y entonces uno, que es tendente a cuestionar casi todo, está en un tris de pensar que le están tomando el pelo. Pero no. Está estudiado y corroborado. Es una información fidedigna. Colombia y Nigeria son los países más felices del mundo.

¿Alguien me puede explicar esto?

Para hombres, para mujeres...


Hace tiempo, allá a finales de la década de los noventa del pasado siglo, vino el poeta  Carlos Marzal a mi instituto (Violant de Casalduch, de Benicàssim) a dar una conferencia. Desde aquel año todos los años, el departamento de Lengua Castellana trae aquí a un poeta. Cada poeta nos deja algo. Aunque solo sea una frase. Un sentimiento, una palabra…
Yo recuerdo aquel primer día cuando llegó Carlos Marzal al instituto. Fue todo un acontecimiento. Y su discurso fue extraordinario. De aquel discurso me quedaré con una frase que pronunció en una pregunta retórica que él se hizo: “¿…pero es que hay literatura para mujeres…?”
La semana pasada un amigo mío me dijo que yo escribía para mujeres. Que mis escritos eran muy femeninos. No supe contestarle. Yo me pregunto lo mismo que el poeta Marzal. No sabía que hay escritos dirigidos a las mujeres y escritos para hombres…


  

La chica del violín azul


La chica del violín azul cumple con su obligación, que no es otra que tocar el violín.
La chica del violín azul tiene un violín azul. Podría haberse comprado un violín como todos los demás. De ese color madera oscuro con que se hacen los violines, pero no. La chica del violín azul se compró un violín de color azul. Hasta ahora nadie le ha preguntado el porqué de su extraña elección. Y yo no seré quien se lo pregunte. Yo no seré quien rompa el encanto. Si ella lo quiere así, pues ya está. Azul. Y bien bonito que es…
En los conciertos, arropada por el grupo de cuerda, apenas se la ve. La chica del violín azul es menuda. La chica del violín azul es morena. Tiene una melena tupida y redonda que alegra su cara aún cuando está tensa pulsando y acariciando con la crin de caballo las tensas cuerdas del violín azul. Quienes la conocen dicen que es alegre. Yo no seré quien desmienta esta afirmación. Mejor alegre que triste. La chica del violín azul es guapa. Y eso no lo digo yo. Eso lo dicen sus ojos negros cuando te miran. La chica del violín azul, cuando estaba desgranando mágicas notas azules en un concierto prodigioso, me miró.


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