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La mar en calma




Son aquellos días benévolos, plácidos, mullidos, en que la mar se calma, se aquieta hasta caer en un estado de somnolencia que sólo es turbado por su sordo y cadencioso respirar. Son esas jornadas en que el marinero, cuando se encuentra solo, se queda mirando el mar, y con suma tranquilidad y profunda admiración piensa para sí: "la mar está como una balsa de aceite..."

Es la mar en calma.
Las aguas no tienen fuerza ni para dibujar una ola. La mar es una llanura larga y monótona. Blanca y brumosa. Verde y azul. Una barca aparece entre el plácido mar. A su paso levanta un leve oleaje y construye efímeros caminos de espuma que silenciosamente son engullidos por el sosiego marino. La calma vuelve a reinar sobre el mar. La mar parece que está quieta, que es sólida, pero lo que pasa es que su movimiento es tan lento, tan sensual, tan hipnótico, que confunde las intenciones del que la mira. Son muchos los que se han dejado atrapar por este sortilegio calmoso del mar. Yo, los pensamientos más puros los he tenido mirando la mar en calma. Y es que la mar en calma calma los sentimientos. Los reblandece, los hace dóciles, manejables; hasta las emociones más rebeldes encuentran serenidad y luz al socaire de las tranquilas aguas del mar.

La superficie marina es pulida como un idílico espejo, y en él las nubes rielan su algodonosa apariencia. Pero el mar las hace suyas y las difumina, las diluye, las convierte en entes marinos.

Está cansado el mar y se ha tomado un respiro, dirán algunos. Otros dirán que no. Que el mar no se cansa nunca, que es infatigable, y lo que ocurre es que se ha parado a pensar...








2 comentaris:

Ana Ovando ha dit...

El mar se ha parado a pensar ... Es simplemente mágico, como tú.

Un texto precioso, muchas gracias por compartirlo.

Castellón Opina ha dit...
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