La primera experiencia amorosa que tuvo Antonio, con dieciséis años recién cumplidos, fue con una chica que se llamaba Marian. María de los Ángeles Izquierdo González. Ese era su nombre completo. Nunca se le olvidará. Y es que aquel primer amor caló hondo en Antonio. Y eso que sólo fue un efímero amor de verano. Nada más. Se conocieron en las fiestas de San Pedro del Grao de Castellón en el año 1974. Ella tenía tan sólo doce años. Pero cuando la sacó a bailar al son de la canción “Por el amor de una mujer” que el vocalista de la orquesta estaba destrozando sin piedad, ella le mintió y le dijo que tenía catorce. Bailaron agarrados y luego llegaron las rumbas: “No sé, no sé”, “Ni más, ni menos”, “Canta y sé feliz”… y luego, sudaditos los dos, riéndose sin saber bien por qué, se retiraron de la pista de baile. Marian le dijo a Antonio que eran más de las doce y que tenía que irse a casa. Antonio se ofreció a acompañarla. Sí, accedió Marian, pero con sus amigas. Así hicieron. Marian se las presentó una a una, pero él sólo tenía ojos para Marian. Era pequeñita, morena, de cara redondita, de labios frescos y carnosos, usaba gafas, de eso se acuerda perfectamente. Y vestía unos pantalones blancos muy ceñidos. De eso también se acuerda perfectamente. Y de la camiseta que vestía. Una camiseta azul celeste de manga corta que llevaba escrito en rojo una curiosa máxima: “Yo y tú”. Nunca se le olvidará.
Se despidieron y quedaron en verse al día siguiente en el baile.
Aquella noche Antonio no pudo dormir. El rostro infantil de Marian invadía sus pensamientos hasta embotar su entendimiento. Estaba enamorado de aquella chiquilla. Lo sabía. Y durante toda la noche estuvo pensando en ella. A ratos le parecía irreal. Como que su imagen no existía de verdad, que eran imaginaciones suyas, que aquella niña la había soñado. Se hizo de día y se levantó de la cama sin haber podido pegar ojo. Su pensamiento seguía atrapado por el recuerdo de Marian. Marian, siempre Marian. Y repetía en silencio su nombre una y otra vez, y cada vez que lo pronunciaba más se daba cuenta de que aquel nombre sabía a amor.
Antonio había acabado quinto de bachillerato y ahora, en verano, trabajaba en una tienda de regalos. Aquella mañana fue a trabajar con desidia, con ansia de que pasase pronto la jornada para ir al baile. Allí estaría Marian.
No tuvo fuerzas ni para comer. El amor le había sorbido la voluntad. Y así, poquito a poco, se hizo la hora del baile.
Cuando llegó a la plaza, la orquesta estaba interpretando “Recordando a Glenn”, una canción de Miguel Gallardo que por aquellas fechas era todo un éxito. No lo hacía mal del todo. Pero eso no era lo que le importaba. Lo realmente importante ahora era encontrar entre la gente a Marian. Y Marian apareció. Se saludaron con cierto aturdimiento. Y al rato ya estaban bailando agarrados al compás de la canción “Ayudadme”, que en la voz de Camilo Sesto, era el actual número uno en las listas de ventas. No pararon de contarse cosas al oído mientras movían lentamente al unísono sus dos cuerpos abrazados. Antonio cogía a Marian de la cintura sin tocarla apenas. Con una dulzura y suavidad tal que diríase que el cuerpecillo de Marian era de frágil porcelana. Marian había puesto sus manos en los hombros de Antonio y había apoyado su cabeza ligeramente sobre su pecho. Bailaron unas cuantas piezas y después se retiraron de la pista de baile. Aquella noche la luna brillaba radiante en medio de la clara noche estival. Antonio le propuso a Marian pasear por el muelle. Marian accedió. Los dos iban muy juntitos, casi se rozaban; Antonio se sintió tentado de cogerle la mano a Marian, pero no se atrevió. Las barcas de pesca, serias y rígidas, cabeceaban pesadamente amarradas a la riba. Entre ellas Antonio descubrió la barca de su padre. Marian quiso subir a la barca, y así lo hicieron. Se sentaron en la proa. El suave balanceo de la embarcación iba al compás del tenue murmullo de las olas al acariciar la panza de los buques. Hablaban de qué canción sería la canción del verano. A ella le gustaba “La fiesta de Blas” de Fórmula V. A él le parecía que la mejor canción era una que acababa de sacar Manolo Galván que se titulaba “Te quise, te quiero y te querré”. Ella se le quedó mirando y le dijo que no conocía el tema pero que el título le parecía una premonición. Y entonces fue cuando Antonio, casi sin querer, tocó la cintura de Marian. Y la encontró infinitamente tierna y sedosa. Apartó de inmediato su mano, pero Marian, ante el estupor de Antonio, le sujetó su mano y la volvió a colocar sobre su cuerpo. Antonio sintió algo que nunca había sentido. Y cuando miró a los ojos de Marian para decirle algo, se dio cuenta que tenía dificultad en articular las palabras. La emoción le había atenazado la razón. Y Marian se le acercó hasta su boca y Antonio y Marian juntaron sus labios en una acción parecida a un beso. Entonces oyeron gritos y risas. Eran las amigas de Marian que llegaban. La llamaron y Marian se deshizo de Antonio y, ágil como una ardilla, saltó al muelle. Antonio le siguió cansino. Se iba a casa. Ya era la hora.
Y entonces, cuando ya Antonio estaba seguro que aquella niña que estaba sobre el muelle riéndose con sus amigas sería su amor, entonces fue cuando se rompió todo. Marian se le acercó acompañada por dos de sus amigas y le dijo que se iba. Que mañana se iba a Madrid.
Continuará...
Se despidieron y quedaron en verse al día siguiente en el baile.
Aquella noche Antonio no pudo dormir. El rostro infantil de Marian invadía sus pensamientos hasta embotar su entendimiento. Estaba enamorado de aquella chiquilla. Lo sabía. Y durante toda la noche estuvo pensando en ella. A ratos le parecía irreal. Como que su imagen no existía de verdad, que eran imaginaciones suyas, que aquella niña la había soñado. Se hizo de día y se levantó de la cama sin haber podido pegar ojo. Su pensamiento seguía atrapado por el recuerdo de Marian. Marian, siempre Marian. Y repetía en silencio su nombre una y otra vez, y cada vez que lo pronunciaba más se daba cuenta de que aquel nombre sabía a amor.
Antonio había acabado quinto de bachillerato y ahora, en verano, trabajaba en una tienda de regalos. Aquella mañana fue a trabajar con desidia, con ansia de que pasase pronto la jornada para ir al baile. Allí estaría Marian.
No tuvo fuerzas ni para comer. El amor le había sorbido la voluntad. Y así, poquito a poco, se hizo la hora del baile.
Cuando llegó a la plaza, la orquesta estaba interpretando “Recordando a Glenn”, una canción de Miguel Gallardo que por aquellas fechas era todo un éxito. No lo hacía mal del todo. Pero eso no era lo que le importaba. Lo realmente importante ahora era encontrar entre la gente a Marian. Y Marian apareció. Se saludaron con cierto aturdimiento. Y al rato ya estaban bailando agarrados al compás de la canción “Ayudadme”, que en la voz de Camilo Sesto, era el actual número uno en las listas de ventas. No pararon de contarse cosas al oído mientras movían lentamente al unísono sus dos cuerpos abrazados. Antonio cogía a Marian de la cintura sin tocarla apenas. Con una dulzura y suavidad tal que diríase que el cuerpecillo de Marian era de frágil porcelana. Marian había puesto sus manos en los hombros de Antonio y había apoyado su cabeza ligeramente sobre su pecho. Bailaron unas cuantas piezas y después se retiraron de la pista de baile. Aquella noche la luna brillaba radiante en medio de la clara noche estival. Antonio le propuso a Marian pasear por el muelle. Marian accedió. Los dos iban muy juntitos, casi se rozaban; Antonio se sintió tentado de cogerle la mano a Marian, pero no se atrevió. Las barcas de pesca, serias y rígidas, cabeceaban pesadamente amarradas a la riba. Entre ellas Antonio descubrió la barca de su padre. Marian quiso subir a la barca, y así lo hicieron. Se sentaron en la proa. El suave balanceo de la embarcación iba al compás del tenue murmullo de las olas al acariciar la panza de los buques. Hablaban de qué canción sería la canción del verano. A ella le gustaba “La fiesta de Blas” de Fórmula V. A él le parecía que la mejor canción era una que acababa de sacar Manolo Galván que se titulaba “Te quise, te quiero y te querré”. Ella se le quedó mirando y le dijo que no conocía el tema pero que el título le parecía una premonición. Y entonces fue cuando Antonio, casi sin querer, tocó la cintura de Marian. Y la encontró infinitamente tierna y sedosa. Apartó de inmediato su mano, pero Marian, ante el estupor de Antonio, le sujetó su mano y la volvió a colocar sobre su cuerpo. Antonio sintió algo que nunca había sentido. Y cuando miró a los ojos de Marian para decirle algo, se dio cuenta que tenía dificultad en articular las palabras. La emoción le había atenazado la razón. Y Marian se le acercó hasta su boca y Antonio y Marian juntaron sus labios en una acción parecida a un beso. Entonces oyeron gritos y risas. Eran las amigas de Marian que llegaban. La llamaron y Marian se deshizo de Antonio y, ágil como una ardilla, saltó al muelle. Antonio le siguió cansino. Se iba a casa. Ya era la hora.
Y entonces, cuando ya Antonio estaba seguro que aquella niña que estaba sobre el muelle riéndose con sus amigas sería su amor, entonces fue cuando se rompió todo. Marian se le acercó acompañada por dos de sus amigas y le dijo que se iba. Que mañana se iba a Madrid.
Continuará...
35 comentaris:
Eso espero, la continuación.
Enamoramiento y música en la noche de verano con sabor a adolescencia, tierna y salvaje etapa de nuestra vida en la que el amor se presenta con una fuerza que no volverá a tener (tal vez). Relato ágil. Un cordial saludo.
Que lindo y tierno relato espero el final buen fin de semana
Como siempre deslumbrada ante tu arte. Poca gente es capaz de hablar de sentimientos con tanta destreza. Espero la continuación de esta historia libre de patrones.
Ay, los amores de verano...
No me pierdo la continuación.
Un beso, Miguel.
Recuerdos perdidos: Ya verás, te sorprenderá.
Joselu: Posiblemente las condiciones que nos ofrece la adolescencia no se dan en la adultez. Aunque eso no quiera decir que la pasión sea menor.
Nelita: La próxima semana, el desenlace.
Esther: Gracias por tu comentario. Ya verás al final cómo acabó ese amor.
Cristal: Aquel amor de verano maecó, tal vez la vida amorosa...
pero Miguel, no nos dejes así, no tardes mucho en poner la 2ª parte, me tienes enganchada. Es precioso como lo relatas pq me transmites perfectamente las sensaciones de ellos dos...Me ha gustado mucho. Un beso, Rachel
amores de verano
amores de verano..fuertes,pasionales!!!
aquí estaré esperando..
besoss
Rachel: Pronto sabremos lo que pasó con Antonio y Marian. Ya os contaré cómo quedó esta pasión adolescente.
Ramón: Sí, los amores de verano tiene ese no se qué... ¿verdad?
Adrisol: Fue tan fuerte, como fugaz. Ya verás.
Hola¡
Permiteme presentarme soy tatiana administradora de un directorio de blogs, visité tu blog y está genial, me encantaría contar con tu blog en mi sitio web y así mis visitas puedan visitarlo tambien.
Si estas de acuerdo no dudes en escribirme tajuancha2010@gmail.com
Exitos con tu blog.
Un beso
tatiana.
Me asombra el conocimiento que tienes, Miguel, de la vivencia amorosa de Antonio. Supongo que sois muy buenos amigos.
Se lee con gusto esta narración y uno no deja de hacer asociaciones con sus propios recuerdos.
Espero la segunda parta con mucho interés no exento de curiosidad.
Un abrazo
amor, amor, amor, que lindo
un abrazo.
Si es que, los amores de verano molan. jejej
Eso, eso, que continúe, que continúe...
:)
Besos, Miguel!!
Pero sigue hombre! No nos dejess así!!!
Comiéndome las uñas me dejas...
Un beso
Ah, los amores juveniles, casi infantiles, tiernos, fugaces, intensos, inolvidables... Todos los hemos tenido, pero debo reconocer que yo no viví algo tan bonito como lo que tú cuentas. Mis alumnos ahora, con apenas once o doce años, ya están con estas historias, aunque ignoro su verdadero alcance. Sí sé que ocupan gran parte de su tiempo, no siempre para bien, pero bueno, están experimentando algo nuevo para ellos y aprendiendo una parte fundamental de la vida. Me duele comprobar que siendo tan niños ya tienen comportamientos muy machistas, es como si no sirviera de nada cuanto hacemos en el colegio.
Espero el desenlace de tu historia. ¿Seguro que es Antonio el protagonista?
Un abrazo, colega.
precioso relato! espero con intriga la continuación!
Besines
Tatus: Bienvenida. Paso a escribirte.
Luís Antonio: Sí, si, lo conozco bien, muy bien a Antonio.
Fernando: ¿Hay algo más lindo que el amor?
Lourdes: Los amores de verano son más calientes que los de invierno.
Cactus girl: Enseguida retomo el relato.
Yolanda: Los amores infantiles tienen la magia de la inocencia. Cosa que se pierde cuando uno se hace mayor.
Vane: La continuación, muy pronto, y con sorpresas.
Vaya historia!
Me he quedado con ganas de que ocupara 3 páginas más!
Te sigo por capítulos,jeje!
Un saludo.
Vanessa: El próximo capítulo ya es el desenlace final. Me alegra que te guste.
Ayyyyyyyyyyyyyy!! que se me para el corazón... que linda historia y cuantas sensaciones de recuerdos me trae... veremos como sigue.
Besos
Miriam: El final es sorpresivo, ya verás.
Bueno,pues me acabas de dejar con la miel en los labios,Miguel!
¡Ay,esos amores de verano!
O puede que no...
Seguiremos leyendo la ansiada continuación.
Pero no me voy sin antes decirte,que me encanta el relato y tu forma de escribirlo,sacando de la buhardilla la música de otros tiempos,y decorando con ella la historia de este amor.
Besos.
Marinel: Gracias por tu comentario. La música decora las vivencias, sin duda alguna.
Te veo muy literario, Miguel. Tendremos que hacerte un hueco en nuestra asignatura ;-)
P.D. Te he dejado un regalo-meme en mi blog.
Cuántos amores de verano han comenzado bajo los sones de la Orquesta Montesol.. por ejemplo.
Me gusta. Echo de menos el mar.
(Esperando la continuación)
Un beso.
Muy buena historia amigo, esperamos sin duda el desenlace. Espero que haya ido bien la Semana Santa.
Antonio: Ahora mismo me paso por tu blog.
Raúl: Aquellas orquestas...
Alu: Afortunadamente yo el mar lo tengo siempre a mi lado.
Chiriveque: La semana santa, muy bien. La historia, finaliza próximamente. Hay sorpresas.
Jooooooooooo.
Mi primer amor de verano, en el pueblo, se llamaba Pablo. Lo recuerdo con el mismo cariño que el de tus personajes, y con la peculiaridad de que ha sido el único rubio de mi vida. jaja.
Besitos!
Cris: Los amores de verano tienen eso, que sólo duran un verano. Pero quedan en el recuerdo.
¡Hola!
Tengo que hacer un blog para clase de comunicación y pensaba hacerlo sobre relatos, pensaba crear una base de relatos, un sitio web de intercambio dónde yo escriba los míos y pueda publicar algunos vuestros, por supuesto iría acompañado del blogger que lo escribe (si el blogger quiere) o de un seudónimo y de su dirección de blog para así promocionaros. El sitio web creo que estaría abierto unas dos semanas en principio, si nos gusta la cosa podríamos seguir. Me gustaría contar contigo para empezar a finales de esta semana, si tienes algo de tiempo o tienes algun relato en la recámara (por breve que sea) quisiera que lo compartieras conmigo, por supuesto yo puedo hacer lo mismo contigo y cuentas con mi total disponibilidad para cuando sea, para escribir lo que quieras.
Te lo agradecería mucho y te debería una :D
Muchas gracias.
Esperando que te guste la idea y que participes, Alu.
Estaba pensando en que los posts fueran acompañados de fotos de dibujos, tengo una amiga que tras leer los relatos puede dibujar algo, ¿qué te parece?
Un beso muy fuerte.
Por favor, para contestarme mándame un e-mail a esta dirección o déjame un comentario en el blog.
Alu: Me paso rápidamente por tu blog.
¡¡Ay, Miguel vaya cosa más bonita que has escrito!!
es que, para que engañarte Miguel, a mi estas historias tiernas que a algunos les parecen ñonas, a mi es que me derriten, será que sigi siendo un poco niña pequeña. ;-)
Subo, la sigo, la termino y luego te cuento más.
un beso.
Un relato muy tierno, Miguel, me gustan mucho leer historias de amor.
¿Y quién no recuerda en sus vidas un amor de verano? y aunque sean amores fugaces, los recuerdos siempre permanecen.
Feliz semana, Miguel.
Un beso.
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