Tenía cita con el médico a las seis y cuarto. Llegué
puntual. La enfermera me hizo pasar hasta un salón donde había una chica joven,
tal vez aún no había cumplido los treinta años. La enfermera, muy amable, me
dijo que me sentara y esperara, que llevaban un poco de retraso. Me senté en
una silla que había junto a una mesita llena de revistas. Cogí una y empecé a
hojearla. La chica que había en frente mío estaba absorta con su móvil. No
levantaba la vista del aparato. Yo hacía lo propio con mi revista. Había
encontrado un artículo muy interesante sobre la Guerra de Sucesión
Española. El autor sostenía la tesis de que aquello era la primera Guerra Civil
que hubo en España. Y la verdad es que daba razones de mucho peso para
calificarla como tal. Llaman al timbre. Son una pareja joven. La enfermera les
hace pasar a la sala donde estamos nosotros (la chica del móvil, que a estas
horas aún no ha levantado la cabeza del móvil, y yo) Dan las buenas tardes y
toman asiento. Ya he dicho que son jóvenes, parecen recién casados. Treinta y
pocos años. Se sientan juntos en un pequeño sofá que hay al fondo. Yo sigo con
mi revista, la chica del móvil sigue con su móvil. Y entonces los recién
llegados echan mano a sus respectivos bolsos y sacan sendos móviles. Y con toda
la naturalidad del mundo, obviando el montón de revistas que hay en la mesita,
empiezan a manipular sus móviles.
De pronto, el joven, sin apartar la vista del aparato, le
dice a su compañera:
-Mira cariño, Pedro me manda una foto del helado de
chocolate que se está tomando…
-A ver…- La chica mira rutinariamente el móvil donde está la
fotografía y enseguida vuelve a su móvil.
Otra vez silencio.
Miro con disimulo a las personas que hay en la sala de
espera. Sus dedos recorren vertiginosamente el estilizado aparatito. Sus caras parece que van al compás de sus
dedos. ¿Qué deben de estar mirando?
Yo me quedo pensando. Y digo: tenía razón Dylan, “los
tiempos están cambiando”.