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Racismo


Es la sala de espera de una clínica privada. Solo hay tres personas. Una niña de unos diez años y sus padres. Permanecen en silencio. El grave silencio que impregna la estancia solo es perturbado por ahogados ruidos de puertas que se abren y se cierran, y lejanos tacones que andan por corredores interiores del centro hospitalario.
La niña no está asustada. A la niña se la ve tranquila y feliz porque viene a que el médico le dé de el alta. Sus padres, sentados a ambos lados de ella, callan.
La madre ha dejado despreocupadamente el bolso y su abrigo en la silla contigua. No hay problema de espacio. Están ellos solos. Aún hay cuatro o cinco asientos libres.
Son casi las cinco. Pronto saldrá la enfermera y los llamará. Y por fin les dirá que todo terminó. Que la pesadilla acabó. Que la niña ha respondido perfectamente a todas las inacabables intervenciones quirúrgicas a las que ha tenido que someterse, y que está sana.
Entonces oyeron pasos. Seguro que alguien llegaba por el largo pasillo que daba a la sala de espera.
Se trataba de una enfermera y un hombre joven, tal vez acababa de cumplir los treinta. La enfermera le dijo que se sentara y esperara, y amablemente, se despidió.
El joven recién llegado era enjuto y moreno. Y se le podían atribuir sin miedo al error todos los rasgos de un magrebí. Porque aquel joven era magrebí.
El magrebí dio las buenas tardes con marcado acento extranjero y se sentó.
La mujer, nada más verlo entrar, como movida por un extraño resorte instintivo cogió su bolso y se lo puso en la falda.
Los semblantes de la mujer y su marido cambiaron. La niña seguía igual de saludable y serena.
Si fuera posible leer los pensamientos, habríamos visto que la mujer había pensado que qué pintaba un moro, que a lo mejor ni tenía papeles, en una consulta elitista como aquella. El marido tenía la convicción de que aquella persona estaba allí por las malditas ONGs, que no hacen sino perturbar la paz del estado del bienestar de su país. Y entonces pensaba que si no hubiera sido mejor derivarlo a un centro público…
Mientras esto pensaban, se abrió la puerta de la consulta.
La madre, el padre y la niña, hicieron ademán de levantarse, pero enseguida su acción fue interrumpida por la voz de la enfermera:
-Mohamed, puedes pasar.
Mohamed, porque así se llamaba aquel joven moro, se levantó ansioso y entró en la consulta.
Tras él la puerta se cerró.
¡El colmo! ¡Esto es el colmo! ¡encima le dejan entrar a él primero! ¡malditos moros de mierda! ¡pero en qué país vivimos! ¡ya les mandaría yo en una patera a un sitio que yo me sé…!
Estas y otras desventuras aún peores salían de las mentes de los progenitores de aquella angelical criatura que no perdía su sonrisa feliz.
De pronto, no habían pasado ni un par de minutos, el médico en persona abrió la puerta y les hizo pasar, deshaciendo los fieros juicios de aquel matrimonio.
Entraron y vieron con desprecio, que aquel magrebí estaba estado en una silla en una esquina de la consulta.
¡pero qué pinta este hombre aquí! ¡alguien nos lo puede explicar!
El médico les invitó a sentarse a los tres, y así lo hicieron. Y una vez esto, el doctor les dijo con voz pausada y emocionada.
-Los informes, tal como les indiqué por teléfono ayer, son concluyentes. Y el motivo es de alegría. De mucha alegría. Porque la niña está totalmente curada. El transplante de médula fue un éxito. Y por eso quiero presentarles al donante de médula gracias a quien vuestra hija sigue con vida: Mohamed.



14 comentaris:

Lore ha dit...

Gauuuuuuuuuuuuuuuuu que impresionante tu historia!!!
Pordios, cuando seremos capaces de pensar, sin ver esas diferencias vergonzosas.
Vaya lección ejemplar de un "Mahomed" y que verguenza de esas personas elitistas. Ahí si están las dieferencias...

Besos Miguel.

Joselu ha dit...

No ser racista es un aprendizaje de la voluntad. Puedo entender las impresiones y reacciones de esta familia. Me identifico con ellas en muchos sentidos. Los varones marroquíes no me inspiran la misma generosidad que las muchachas marroquíes a las que veo en muchos sentidos abiertas y con ganas de aprender en medio de una sociedad que las colocará en un lugar de sometimiento. Puedo ser receptor de muchos de esos prejuicios. No basta con decir que no eres racista. Por eso el relato, no sé con qué base real, me ha sorprendido gratamente y ha sido para mí una lección. Si me permites lo utilizaré en clase en un ejercicio de comprensión lectora. Entre mis alumnos hay muchos marroquíes. Pienso que se sentirán bien, yu para todos será una ocasión de pensar. Al fin y al cabo, el primero que ha recibido un mensaje he sido yo. ¿Me permites utilizarlo citando la procedencia, por supuesto?

Un abrazo.

Lourdes ha dit...

Zas, en toda la boca!!
Genial el final.

Estoy convencida de que los críos no tienen ningún prejuicio y no son racistas hasta que oyen esas cosas en su casa de sus padres.
Pienso que los chiquillos no ven las diferencias hasta que alguien de su entorno empieza a meterles esas cosas en la cabeza.
Sí, es una pena crecer y convertirnos en adultos que tenemos tanto que aprender de los críos.

Besos, Miguel!!

Miguel ha dit...

Joselu: Me encantaría que utilizases el texto en clase. Me gustará saber qué opinan tus alumnos (muchos de ellos magrebíes)
En cuanto al relato te diré que la forma es mía, pero el fondo lo he sacado de un vídeo que un cooperante les puso a unos niños de quinto de primaria en la escuela de mi mujer.

Un fuerte abrazo.

Bertha ha dit...

Creo que somos más clasistas que racistas.-Si no, no existiría el tráfico de órganos(...) eso si, que este mismo caso( que ya lo conocía); le hubieran dado la vuelta:antes del trasplante, decirle a los padres de quien era esa médula.-Me juego lo que sea, que ante una situación extrema no hay racismo de ninguna índole.

-Leyendo esta escena de desconfianza, creo que alguna vez la hemos sentido y por eso nada es, lo que parece?

Un abrazo ya veo que vuelves a tu rinconcito por Navidad:)

María ha dit...

Estupenda la historia, sin embargo te aseguro que me cuesta muchísimo imaginar que gente con una educación medio normal tenga una reacción tan absolutamente mezquina y desproporcionada más propia del apartheid africano que de este país.

Verás, casualmente los dos mejores amigos de mi hijo son marroquís, una niña Amina y un niño Abde. Aquí hay muchos y a parte de educadísimos, estudiosos y súper responsables son la cosa más cariñosa del mundo, al menos los que trato, en mi casa han llegado como cualquier otro amigo de mis hijos y en mi vida se me ocurriría mirarles de ninguna manera extraña.. pero ¿ por qué? por ejemplo a mi me llama la atención la piel muy negra pero por exótica y extraña ... ahí comprendo un poco la reticencia pero ¿ racista con los magrebís? .. no lo comprendo.

La niña se merece su suerte.. esos padres no lo sé.


Un beso muy grande MIGUEL y muy feliz Navidad para ti y los tuyos .. ¿ qué tal va el libro? :-)

berthasanroyuela ha dit...

...y, en cuanto a ser clasista o racista:lo tenemos en los colegios privados y los concertados a un más: no admiten niños con discapacidades y en cambio cuando alguno por la cuestión que sea, se tiene que hospitalizar y son casos serios como el de esta niña: ahí, no les importa el hospital público y que el personal que los asista sea de la índole que sea: otro tanto pasa con los discapacitados:en estas fechas navideñas durante cuatro sábados damos talleres en Centros Ocupacionales y otro tanto de los mismo.Elitista y no racista:hombre algún caso hay pero son los menos.Y si volvemos la vista a África quien es más clasista que ellos con su propia raza y esto es extensible a Asia etc etc etc.

-Si estoy contigo: que este tema se debe de pulir bien, en el sentido de que no cojan el toro por el rabo porque cuando no quieren entrar no entran.-El profesor de filosofía se lo puso a los de 1º de Bachillerato(conclusión tanto tienes tanto vales?).Que pena de sociedad no hay valores mi hermano.

Un abrazo y disculpa con el rollo :)

Bertha ha dit...

...Miguel soy Bertha; me refiero a este último comentario.-No se, que pasa con el navegador que no me publica o sale en anónimo: GOOGLE me abandona:((

Angie ha dit...

Hay muchos prejuicios. A mi me sorprende mucho que cuando hablo de mis alumnos y de las dificultades de algunos grupos - que son un verdadero reto y la expresión de situaciones muy complejas dentro del aula- es frecuente encontrarse con que la primera pregunta que te hacen es si hay muchos alumnos inmigrantes. Creo que eso explica bastante el mundo en que vivimos, incluida la situación que describes en la consulta médica.

Que pases unas Felices Pascuas.

Muchos besos.

Joselu ha dit...

El relato es más una metáfora que algo verosímil. Creo que nunca se da a conocer el donante y una situación como la descrita sería del todo imposible. Sin embargo, es muy interesante como hipótesis sugerente. Les puse el relato a mis alumnos sin advertirles para nada de qué iban a encontrarse. Los resultados te los expondré en un comentario posterior. Gracias por una idea tan interesante.

Miguel ha dit...

Joselu: Espero los resultados.

Luis Antonio ha dit...

Como Bertha, también creo que somos más clasistas que racistas...Personalmente no me siento mejor ni peor que la inmensa mayoría, pero hago lo imposible por no mostrar ningún tipo de animadversión por los diferentes. No creo que la bondad y la maldad tengan nada que ver con el color de la piel. Todos estamos afectados por los mismos "virus"...

Felices Navidades y un abrazo, Miguel

TORO SALVAJE ha dit...

Ya vi el vídeo ese.
Es impactante.
Me gustó mucho.

Saludos.

Yolanda ha dit...

Gran lección, Miguel, aunque contenga tintes ficticios. El fondo es lo que importa, y la realidad es que el racismo, el clasismo y otras maldades crecen de modo alarmante.Tú que conoces bien las aulas sabes que en los centros educativos trabajamos sin cesar éste y otros objetivos actualmente apartados de los programas oficiales. Es preciso seguir intentando inculcar en nuestros jóvenes sentimientos de tolerancia, respeto y solidaridad, pese a quien pese (léase nuestras actuales autoridades). Es corriente oír eso de que tenemos menos recursos porque atendemos gratis a los inmigrantes y demás barbaridades. Quienes así piensan necesitan no un trasplante de médula, sino de cerebro. La maldad no es una enfermedad y raramente se cura.
Siento no haber comentado tu post anterior. Espero que tu proyecto vea pronto la luz y podamos tenerlo en las manos (no uso medios electrónicos para leer). Qué envidia me das por poder escribir y publicar... Te felicito por el esfuerzo y por la ayuda de tu hija.
A pesar de todo, Feliz Navidad, colega.

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