Ya se pueden oír en la noche callada sus sordas pisadas. Vienen con paso leve y parsimonioso, como requiere la ocasión. Los árboles luminosos anuncian su llegada. La ciudad está llena de árboles de Navidad. Y cada vez que miro sus chillonas luces advierto el anuncio de venturosas jornadas. Ya no soy un niño, pero en un rincón de mi alma anida el niño que fui. Y siento que ya se acerca el día.
La Navidad, para mí, siempre ha sido una sucesión de días apacibles que tenían como colofón el día de reyes. El día de los juguetes. Han pasado los años a borbotones, y me he hecho mayor, y ya no espero los juguetes de mi infancia, pero la sucesión de las fiestas navideñas conservan en mí el recuerdo feliz de aquellas jornadas soñadas de mi niñez.
Por eso, cada vez que se acercan estas fechas me entran unas ganas tremendas de compartir mi estado de ánimo con las demás personas. Ya sé que no nos tocará el gordo tampoco este año, que, sin remedio, otra vez tendremos que asistir a cenas y comidas familiares, que la lista de la compra se dispara, que nuestros bolsillos se quejan de tantos regalos, que otra vez pensaremos un deseo en nochevieja que no se cumplirá, que se nos atragantarán las uvas, que nuestro estómago protestará de tantos excesos…
…Pero por encima de todo esto está la ilusión de haber vivido un año más con la misma esperanza de antaño. Esa que te hacía pensar que de verdad había alguien que velaba por nosotros y nos lo demostraba con un montón de regalos por nuestro buen comportamiento a lo largo del año. Nada es mentira, todo existe, aunque en fin todo sea un sueño, solamente un sueño.
Feliz Navidad a todos y todas y que el próximo año 2011 sea un año que os dé felicidad y buenas vibraciones a manos llenas.