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La verdad absoluta o el pacto político





-Dígame un animal de cuatro patas
-La silla.
-La silla no es un animal.
-Pero tiene cuatro patas.
-Pero no es un animal.
-De acuerdo. Usted gana. Dígame pues usted un animal de tres patas.
-El trípode.
-El trípode no es un animal.
-Pero tiene tres patas.
-Pero no es un animal.
-De acuerdo, para usted la perra gorda. La silla es un animal de cuatro patas. Y el trípode, un animal de tres patas.
-No, no, no. La silla no es un animal. Y el trípode tampoco.
-Pero estará conmigo en que la silla tiene cuatro patas y el trípode tiene tres patas.
-Sí. Pero no son animales.
-No le quiero quitar a usted la razón. Pero yo también tengo razón.
-Sí pero… a medias.
-¡Se acabó! ¿Qué le parece si nos damos la razón a medias? Usted dice que la silla tiene cuatro patas y que el trípode tiene tres patas. Y yo afirmo que no son animales.
-No me parece bien. Yo era quien decía que la silla y el trípode no son animales.
-Es lo mismo. Entonces yo diré que la silla tiene cuatro patas y el trípode, tres.
-Pero no son animales.
-Pero tienen patas.
-Pero reconozca que no son animales.
-Sí lo reconozco. Pero usted reconozca también que tienen patas.
-Lo reconozco.
-¡Vaya! Por fin nos hemos puesto de acuerdo.
-Pero la silla y el trípode no son animales.
-Pero tienen patas.
-Pero no son animales.
-Dejémoslo. Le invito a tomar una cerveza fresquita en el bar de la esquina.
-Acepto. Pero no son animales.
-Pero tienen patas…


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