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Depende...


Un bar. Hay una chica sentada a la barra en un taburete. No parece que se esté tomando nada.  Entra un señor de mediana edad. Se acerca a ella y se pone a hablarle

-Pues ahí donde usted me ve, señorita, yo no aparento la edad que tengo.
-No, si en cuanto le he visto entrar en el bar me he dicho: "Este señor aparenta menos edad de la que tiene"
-La gente no sabe la edad que tengo porque a mí no me gusta presumir. Por cierto, ¿tendría usted la bondad de decirme cuántos años tiene?
-Hoy mismo cumplo 25 años.
-¡Qué barbaridad! ¡Yo a su edad tenía 40!
-¡No es posible!
-¡Sí, es que cogí una gripe... me subió la fiebre y no había manera de bajármela. ¡Ni con aspirinas se me bajaba la fiebre!
-Pobrecito. Me da usted pena.
-¿...Y viene mucho por aquí, señorita?
-Solo los días que cumplo años.
-¿Y cumple años usted muchas veces?
-Pocas. Solo una vez al año. Justo el día de mi cumpleaños.
-¡Qué feliz coincidencia!
-Y aquí estoy yo a ver si alguien me invita a una copa...
-¡Oh, perdone señorita! No me había fijado. ¿Le apetece una copa?
-¿Pretende usted ligar conmigo...?
- Eso depende...
-¿Y de qué depende, si se puede saber?
-De lo alta que sea usted. Porque a mí no me gustan las chicas bajitas. ¿Por cierto, cuánto mide usted? 
-Eso depende...
-¿Y de qué depende, si se puede saber?
-De si estoy sentada o de pie. Mire. Ahora estoy sentada, pues si me levanto mido mucho más... ¿Quiere que me levante?
-Si no le sirve de molestia...

La chica se levanta del taburete

-¿Eh, qué le parece?
-No está nada mal. Tenía usted razón. De pie es mucho más alta...
-Eso también depende.
-¿Y de qué depende, si se puede saber?
-De los tacones. Si me pongo tacones soy más alta.
-Me ha convencido totalmente. ¿Quiere usted casarse conmigo?
-Eso depende
-¿Y de qué depende, si se puede saber?

La chica se sienta

-Pues de la edad que usted tenga.
-Eso depende.
-¿Y de qué depende, si se puede saber?
-De la edad que aparento.
-Usted no aparenta tener ninguna edad.
-Pues entonces no me caso con usted.
-Pues yo no me voy a poner tacones.
-Y yo no le voy a invitar a una copa.
-Pues adiós muy buenas.
-Adiós muy buenas...

El señor da media vuelta y sale del bar. La chica llama al camarero.

Después de la lluvia...


Esta tarde le ha dado por llover. He llevado a mi madre al dentista con el sol animando la tarde. Es cierto que en el cielo había nubes. Pero no le hemos dado importancia. No hemos cogido el paraguas. Por la mañana ya había llovido. No era cosa de que se pusiese a llover por la tarde…
Pero cuando hemos salido del dentista, ha empezado a llover. Y ha llovido con ganas. Un aguacero que no ha parado hasta una hora más tarde.
Después de la lluvia he sacado a pasear a la perrita de mi hija. Lluna, así se llama la perrita, me ha llevado al parque que hay al lado de mi casa.
El parque estaba vacío de niños. La hierba estaba mojada. La tierra, blanda. Los árboles rezumaban lluvia. Los pajarillos gritaban alegremente frases ininteligibles. Los patos se paseaban pesadamente por todo el parque. En los bancos no había nadie sentado. Tal vez el parque estaba triste. Pero el sol asomaba sin disimulo tras una nube que se derretía a ojos vista.

Un rayo de sol vespertino cegó mis ojos. No me he puesto las gafas de sol. Las gotitas siguen cayendo de las hojas puntiagudas de los árboles. Parece que llueve, pero no. Es el árbol que se despereza. El sol cada vez es más amarillo. La vida, casi como quien no hace la cosa, vuelve a la normalidad. Y uno, sin darse cuenta, aprieta los dientes de pura satisfacción, mientras imperceptiblemente asiente con fuerza a los dictados que le ofrece la naturaleza…

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