Son las tres de la tarde de un
sábado de mayo. Hace buen tiempo. Casi diría que hasta hace calor. Acabo de
fregar los platos y salgo de la cocina. Voy a acostarme un ratito. Es la hora
de la siesta. La feliz hora de la siesta. La sala de estar está vacía. La
puerta de la terraza está abierta. Voy hasta allí. Mi mujer está sentada en la
terraza al amparo de la sombra que a estas horas inunda el balcón. Está
escribiendo algo. ¡No! Está corrigiendo exámenes. Me acerco hasta ella. Y en
este momento suelta una carcajada a medio camino entre la alegría y la rabia.
Antes de preguntarle por el motivo de esta carcajada ella me lo dice:
- ¡Es increíble…! ¡Tan
pequeñitos, y tan machistas!
Sole (mi mujer) es maestra de
niños y niñas de sexto curso de primaria. Las edades oscilan entre los once y
doce años. Es el examen de Lengua Castellana.
-Mira que me ha puesto este:
“Escribe una oración de cada
tipo:
Exclamativa: ¡Toma, he marcado un
gol!
Dubitativa: Tal vez, no vaya al
partido
Imperativa: ¡María, abre el
frigorífico y tráeme una cerveza!”