Cae la lluvia sobre la ciudad. Serena y disciplinadamente las finas gotas de lluvia inundan las calles de la ciudad. El aire se ha pintado de gris. Desde el frío vidrio de mi ventana miro la lluvia. Algunas gotas repiquetean sobre el cristal, y dejan una señal acuosa que es engullida por el cálido vaho de mi respiración.
La acompasada lluvia envuelve los árboles que hay cerca de mi casa. No hay ni una brizna de viento. La calma es total. Sus hojas, quietas, parecen alegrarse de esta cadenciosa llovizna y, relucientes, se dejan mojar en silencio. Un jilguero se ha escondido bajo el abrigo de una hoja. La hoja, al insistente golpeteo de las gotitas, se mueve con rítmica suavidad. El pájaro mira a un lado y a otro moviendo nerviosamente su cuello. Está mirando como cae la lluvia. Como yo.
La gente, protegida por los paraguas, circula con premura por la calle. Debe hacer frío en la calle. Tras la ventana de mi habitación he dejado escapar un estremecimiento de complacencia mientras me ceñía un poco más mi batín.
Los coches no dejan de pasar. Sus limpiaparabrisas funcionan con toda naturalidad. Las gotitas de lluvia impregnan efímeramente el cristal del coche en cada barrida de estos artilugios.
La lluvia está adquiriendo consistencia. Parece que ahora llueve con más intensidad. El jilguero se ha asustado y se ha marchado.
Si miro al cielo lo veo todo rayado de larguísimas gotas que caen con estrépito en el suelo. En la acera y en la calzada se va acumulando agua. Cuando pasa un coche levanta una gran polvareda blanca como las olas del mar. Pero inmediatamente la lluvia pone orden y deshace el camino que por un momento me ha evocado el mar.
Las gotas de lluvia ahora caen con violencia sobre el mojado suelo lleno ya de charcos. Cada una de las gotas al caer dibuja una aguja de agua y un fugaz redondel que por momentos hacen pensar en un idílico jardín.
Mientras la lluvia sigue cayendo sobre la ciudad la tarde se ha difuminado y una penumbra rotunda anuncia la noche. Y yo, desde mi ventana, miraré la lluvia y pensaré dónde habrá podido ir aquel jilguero…
La acompasada lluvia envuelve los árboles que hay cerca de mi casa. No hay ni una brizna de viento. La calma es total. Sus hojas, quietas, parecen alegrarse de esta cadenciosa llovizna y, relucientes, se dejan mojar en silencio. Un jilguero se ha escondido bajo el abrigo de una hoja. La hoja, al insistente golpeteo de las gotitas, se mueve con rítmica suavidad. El pájaro mira a un lado y a otro moviendo nerviosamente su cuello. Está mirando como cae la lluvia. Como yo.
La gente, protegida por los paraguas, circula con premura por la calle. Debe hacer frío en la calle. Tras la ventana de mi habitación he dejado escapar un estremecimiento de complacencia mientras me ceñía un poco más mi batín.
Los coches no dejan de pasar. Sus limpiaparabrisas funcionan con toda naturalidad. Las gotitas de lluvia impregnan efímeramente el cristal del coche en cada barrida de estos artilugios.
La lluvia está adquiriendo consistencia. Parece que ahora llueve con más intensidad. El jilguero se ha asustado y se ha marchado.
Si miro al cielo lo veo todo rayado de larguísimas gotas que caen con estrépito en el suelo. En la acera y en la calzada se va acumulando agua. Cuando pasa un coche levanta una gran polvareda blanca como las olas del mar. Pero inmediatamente la lluvia pone orden y deshace el camino que por un momento me ha evocado el mar.
Las gotas de lluvia ahora caen con violencia sobre el mojado suelo lleno ya de charcos. Cada una de las gotas al caer dibuja una aguja de agua y un fugaz redondel que por momentos hacen pensar en un idílico jardín.
Mientras la lluvia sigue cayendo sobre la ciudad la tarde se ha difuminado y una penumbra rotunda anuncia la noche. Y yo, desde mi ventana, miraré la lluvia y pensaré dónde habrá podido ir aquel jilguero…
2 comentaris:
Estaba de mal humor por no ver hoy el sol, pero al leerte me has devuelto la sonrisa. Muchas gracias por mostrarnos la belleza oculta en los lugares más insospechados.
Quizá una de las experiencias más fascinantes es el paisaje después de la lluvia: el olor de la tierra, el color del cielo, el frescor del aire...
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