Ayer estuve desempolvando recuerdos, releyendo las páginas de mi corazón. Y, de golpe, me encontré con mi primer amor. Di un respingo y mi cuerpo, todo él, se estremeció. Pero qué hacía allí aquella niña entre mis vivencias, tan lozana, tan presente… si yo ni me acordaba de ella… María José, mi dulce María José que un día encandilaste a mi corazón y te retuvo para siempre.
Éramos dos niños. Ahora recuerdo. Ella doce años, yo catorce. ¿Qué habrá sido de ti, pequeña María José? Habrás crecido, te habrás hecho una mujer, te habrás casado, habrás tenido hijos… Habrás sido feliz. Y yo no lo habré sabido. Y tú te habrás olvidado de mí.
Éramos dos niños. Ahora recuerdo. Ella doce años, yo catorce. ¿Qué habrá sido de ti, pequeña María José? Habrás crecido, te habrás hecho una mujer, te habrás casado, habrás tenido hijos… Habrás sido feliz. Y yo no lo habré sabido. Y tú te habrás olvidado de mí.
Sigo hojeando con avidez las páginas de mi corazón, y aparece tu sonrisa rezumante de alegría infantil, tus angelicales hoyuelos, tus labios húmedos, tus blanquísimos dientecillos levemente separados, tu mirada brillante. Tu negro pelo revoloteando sobre la cara, que tú con gesto sensual apartabas descuidadamente. Lo libros abrazados a tu cuerpo, menudo y dicharachero, cubierto por una trenca, ¡aquella trenca azul marino! ¿te acuerdas?
Nos encontrábamos en el autobús, allí te conocí. Cuando subía al autobús te buscaba entre la gente. Y algunas veces no estabas. Entonces el viaje era aburrido, falto de emoción, intrascendente, triste. Pero cuando te descubría en un rincón del autobús, mí alma se iluminaba, y te miraba poquito a poco, sin prisa, hasta que nuestras miradas se cruzaban; entonces me saludabas sin demasiado entusiasmo. Yo te devolvía el saludo y bajaba la cabeza con timidez. Tú no sabías que yo te quería con todas mis fuerzas. Y seguías hablando voluptuosamente con tus amigas. Y yo te amaba en silencio.
Un día ya no te volví a ver más en el autobús. Alguien me dijo que a tu padre le habían destinado a otra ciudad y que tú te habías ido a vivir allí. Ya no volverías a coger más el autobús. Mi alma se inundó de lágrimas. Mis amigos nunca supieron la razón de mi pesar porque nunca les conté que estaba enamorado de aquella niña que casi todos los días era compañera de viaje en el camino hacia el instituto.
Los meses siguientes fueron meses de nostalgia, de pensar en lo que pudo haber sido y no fue. Tuve que hacerme a la idea de vivir sin tu risa, sin tus hoyuelos iluminando de alegría el autobús, sin la sombra de tu pelo reflejada en la ventana, sin respirar el mismo aire que tú respirabas, sin tus joviales saludos… María José, te fuiste y no te volvía a ver… han pasado cuarenta años, y hoy te he vuelto a soñar.
7 comentaris:
Que bopnic Miguel!
Suni: et puc assegurar que va ser així. Així d'ingenu. Així de sincer. ¡Catorze anys...!
Gràcies pel teu comentari Suni.
Amor y autobús. Yo también espiaba a mi primera novia cuando cogía el autobús. Tenía que madrugar una hora más para verla y aquello me parecía el colmo del sacrificio. Ya ves.
Gracias, Miguel, por los recuerdos.
Dicen que el amor, es complicado, es difícil,pero a veces es sencillo, hermoso sin más, no necesita de palabras imposibles, o de rimas...es simple y sencillamente amor.
Que hermoso, y además basado en una historia real ¿no?
Antonio: estoy seguro que valió la pena aquel sacrificio. Me alegra que compartamos recuerdos, tan distintos y tan iguales. Gracias.
Esther: La historia es real. Tan sencilla, tan ingenua, como real. Otra cosa: tienes razón, el amor es simple y complicado a la vez, por eso es mágico, sublime. Gracias por tus palabras.
Pero que hermosa historia....me has hehco recordar también a mi primer amor, en l ainfancia, mil gracias por compartir tan linda historia y por hacerme recordar.
Abrazos.
Yessi: me alegra que hayamos compartido aquellos infantiles recuerdos amorosos. Tan lejanos en el tiempo y en el espacio.
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