Esta mañana he pasado frente a la casa donde nací. La casa donde viví de pequeño. La he mirado con ternura y nostalgia. Y me he quedado pensando. Antes era más grande. Menos cosmopolita. Más acogedora. El paso de los años ha dejado su huella en las paredes. Casi no se parece a aquella casa de mi infancia. Los descomunales edificios que han construido a su alrededor parecen envolverla con sus invisibles brazos. Y mi antigua casa da la impresión de querer esconderse del mundo. No, no es la misma. A parte de que se ha vuelto más pequeña, yo diría que tampoco está en el mismo sitio de entonces. Desde mi balcón podía ver los primeros pinos del pinar, y adivinar los palos más altos de los buques que había atracados en el muelle. Ahora el cemento impone su ley y delimita el áspero paisaje.
Me quedo un rato en silencio y me pongo a escuchar. Los ruidos de la ciudad me abruman, y ya no oigo nada más. Antes no era así. También la sonoridad del lugar ha cambiado. En aquellos años la calle estaba vacía de coches, y desde mi casa se oía claro el rumor confuso y estridente del puerto. Entonces me puse a soñar con aquellos sonidos…
…A veces era la sirena. Se trataba de un silbido largo y estruendoso (parecía el gemido de un gran animal) que anunciaba a los estibadores que su turno se había acabado. Mi madre, con maquinal gesto, corroboraba: “¡Las dos!”. Otras veces eran las bocinas de los barcos. Otras, el trasiego de los camiones entrando y saliendo del puerto. La verdad era que nosotros estábamos hechos a estos ruidos. Los teníamos como propios, y convivíamos con ellos con total naturalidad.
Pero de entre todo el bullicio que llegaba desde el puerto, el más cálido, el más placentero, el más vaporoso, el más inequívoco, el más cálido, surgía por la noche. Hacia las seis de la madrugada. En medio de la noche invernal, negra y gélida, o en la fresca y mortecina noche de los largos días estivales.
Eran las barcas, que al despuntar el alba en verano, o en plena oscuridad nocturna en invierno, habían puesto en marcha sus motores. Iban camino de la bocana del puerto para adentrarse en las fértiles aguas mediterráneas.
Desde mi casa, si por alguna circunstancia mi párvulo sueño se había debilitado, llegaban hasta mí estas pinceladas melódicas, suaves y armoniosas que emitían las embarcaciones. Aunque lejana, oía la aplacada violencia con que el motor expulsaba el humo por la chimenea de las barcas. Era un repiqueteo insistente, apagado y amable que llenaba mi penumbrosa habitación de sonoras imágenes. Y yo, adormecido, me acurrucaba entre las sábanas con una delectación difícil de explicar. Los ojos cerrados, buscando volver a adentrarme en los mundos de Morfeo, en mi imaginación cobraban forma las lejanas retahílas sonoras: taf-taf, taf-taf, taf-taf… y acertaba a ver las barcas saliendo del puerto.
Me quedo un rato en silencio y me pongo a escuchar. Los ruidos de la ciudad me abruman, y ya no oigo nada más. Antes no era así. También la sonoridad del lugar ha cambiado. En aquellos años la calle estaba vacía de coches, y desde mi casa se oía claro el rumor confuso y estridente del puerto. Entonces me puse a soñar con aquellos sonidos…
…A veces era la sirena. Se trataba de un silbido largo y estruendoso (parecía el gemido de un gran animal) que anunciaba a los estibadores que su turno se había acabado. Mi madre, con maquinal gesto, corroboraba: “¡Las dos!”. Otras veces eran las bocinas de los barcos. Otras, el trasiego de los camiones entrando y saliendo del puerto. La verdad era que nosotros estábamos hechos a estos ruidos. Los teníamos como propios, y convivíamos con ellos con total naturalidad.
Pero de entre todo el bullicio que llegaba desde el puerto, el más cálido, el más placentero, el más vaporoso, el más inequívoco, el más cálido, surgía por la noche. Hacia las seis de la madrugada. En medio de la noche invernal, negra y gélida, o en la fresca y mortecina noche de los largos días estivales.
Eran las barcas, que al despuntar el alba en verano, o en plena oscuridad nocturna en invierno, habían puesto en marcha sus motores. Iban camino de la bocana del puerto para adentrarse en las fértiles aguas mediterráneas.
Desde mi casa, si por alguna circunstancia mi párvulo sueño se había debilitado, llegaban hasta mí estas pinceladas melódicas, suaves y armoniosas que emitían las embarcaciones. Aunque lejana, oía la aplacada violencia con que el motor expulsaba el humo por la chimenea de las barcas. Era un repiqueteo insistente, apagado y amable que llenaba mi penumbrosa habitación de sonoras imágenes. Y yo, adormecido, me acurrucaba entre las sábanas con una delectación difícil de explicar. Los ojos cerrados, buscando volver a adentrarme en los mundos de Morfeo, en mi imaginación cobraban forma las lejanas retahílas sonoras: taf-taf, taf-taf, taf-taf… y acertaba a ver las barcas saliendo del puerto.
Y entre ellas quería descubrir la barca de mi padre, la “Dolores”, balanceándose con gracia al encuentro de las primeras bravías olas de mar abierta. Y al tiempo que las embarcaciones se iban alejando del faro, su monocorde “taf-taf, taf-taf, taf-taf” perdía fuerza y se diluía poco a poco entre mis somnolientas ensoñaciones hasta quedarse en nada. Entonces, el sueño, hasta ahora esquivo y débil, cobraba fuerza y consistencia y me atrapaba dulcemente entre sus brazos, y yo me dejaba acunar lánguidamente al socaire de las lejanas voces de los motores nocturnos surcando las azules aguas en medio de la noche.
22 comentaris:
hermosa historia de tu vida!!!!!
es lo que pasa con el progreso, para algunas cosas está bueno, para éstas, creo que no.........
en todos lados pasa lo mismo, pasan los años y al volver, todo está tan cambiado...........
relato con nostalgia, me gustó!!!
un abrazoooooo
Miguel me ha gustado mucho....lo describes con una ternura especial...y es verdad como cambian las ciudades..crecen sin control ni corazón y nuestros recuerdos se pierden en el asfalto...yo vivo en el campo..pero como tú recuerdo mi casa en el centro de Valencia...y donde ahora está lleno de edificios, habia un solar donde se podia oir jugar a los niños...ahora solo coches y contaminación....besitos y buen sabado
Miguel te concedo el premio al Blog de Oro...tu blog es precioso y está lleno de sensibilidad y cariño..te lo mereces!!! pasate por mi blog y lo recoges..se lo puedes dar a quien tú quieras...un abrazo
Miguel!!!!
Me transmitsite tu sentir sobre la casa,llenaste mi mente de ruidos de ciudad y de los ruidos del pasado,ví a la casa sentirse pequeña entre coloso de cemento,te ví esperando a la embarcación de tu padre y casi te acuné,me has paseado por tu niñez,y te lo agradezco ha sido muy placentera la visita a tu blog,la nostalgia tuya puesta en dulces letras no tiene precio,si! tu blog es blog de oro,de platino,es genial,cultivas el alma y eso no todos lo consiguen,te felicito!
Es lo que tiene el progreso que hace que no encuentes las cosas como estaban.
Sin embargo yo nací con el ruido de los coches al lado de mi ventana, por lo que es algo normal para mí. cuendo esto está muy en silencio quizas me resulte extraño... bueno cada cosa a su momento.
Saludos
Papà el tiempo pasa, el tiempo cambia las cosas, pero afortunadamente los buenos recuerdos siempre quedan nostálgicamente en nosotros.
No hay pues que olvidar las cosas buenas que se vivieron.
Petonets
Hola Miguel,como estás? espero que tu y los tuyos estén bien,me enteré de que hubo vientos muy fuertes por allá,te deseo que no hayas sufrido ningún daño.Un abrazo!
Nos dieron la memoria para que existiera la poesía. Qué precioso, Miguel. Me parecía que me llegaba hasta el olor a mar.
Mi marido tenía un alumno de Educación Infantil que cada vez que sonaba un estruendo enorme decía: "¡Mi padre!". Intrigado, preguntó y se enteró de que su padre era barrenero en la cantera. He tenido esa sensación de reconocimiento del padre leyendo tu post. Gracias por compartir tan hermosos recuerdos con nosotros.
La gente como tu o mi padre, gente adulta , os da morriña recordar donde nacisteis... mi papa que no es de Asturias , es de Melilla, aunque vino a asturias a los 5 años, esta pintando a oleo la calle en la que nacio.
Me has recordado a mi papa con este post.
Un besito
Adrisol: Sólo las cosas envejecen, el tiempo no.
Arwen: Efectivamente, el asfalto y el cemento hoy lo envuelve todo. Sólo el recuerdo hace perdurar aquellos lugares primitivos y casi salvajes de nuestra niñez.
Por cierto, gracias por el premio.
Hada Isol: Gracias por tus palabras, me alegra enormemente que haya gente como tú con quien poder compartir esas sensaciones.
Respecto a tu otro comentario, es cierto ha habido un viento terrible, pero en mi ciudad no ha ocurrido ninguna desgracia, más al norte, cerca de Barcelona, sí que ha habido que lamentar víctimas.
La Vero: Tienes razón, tus recuerdos, para mí, son recuerdos muy tempranos, ya verás como el tiempo transforma este presente y entonces, convertido en pasado, lo recordarás con nostalgia.
Marta: Estoy de acuerdo contigo. Los recuerdos buenos anidan en nuestro corazón y jamás mueren. De vez en cuando es bonito pasar las páginas de este corazón.
Clarés: Si, creo que la poesía se nutre de recuerdos. Qué bonita la anécdota de ese alumno de educación infantil...
Lauryna: Las personas adultas (algunas) tenemos tendencia a mirar con tremenda alegría hacia nuestro pasado. Y la niñez es un período para mí mágico al que vuelvo siempre que puedo.
Miguel he tomado la frase que le pones a Adrisol,para un blog mio nuevo que se llama frases célebres de grandes amigos,tu dime si me dejas que esté alli,si no te disgusta,si no la quito de inmediato,gracias!
Hada Isol: Con todo el cariño del mundo te doy permiso para que utilices mi frase. Es más, es para mí un honor.
Hola Miguel¡
Pasando a conocer y a saludar, el nombre del blog me encanta y es muy interesante lo que escribes, gracias por tu visita, nos estamos leyendo¡¡¡
Un abrazo¡¡
Ilusión: Tu nombre también es muy sugerente. Sé bienvenida al bolg de la buenas vibraciones. Nos leemos.
Preciosa nana acunaba tus sueños de infancia...
Todo cambia, la vida es así...y todos miramos con nostalgia el pasado...nuestos hijos lo mirarán de la misma forma, quizás los cambios, por la historia q a nuestros abuelos, padres...depende la geneación...no sean tan grandes, pero la nostalgía siempre está ahí...y no esq tiempos pasados sean mejores, simplemente la niñez los pinta con esos colores de ternura, donde la ilusión todo lo convierte en maravilloso y nuestras pestañas no están bestidas por náda más q por la magia de saber q todo es posible.
Gracias por descubrirme tus letras y trasportarme con ellas a tu niñez, un paseo realmente bonito.
Un saludo.
Muchas gracias por tu visita y comentario en mi blog, se agradece de verdad tus palabras. La vida pasa, los años van cambiando las cosas, es algo inevitable. Es bueno quedarse con los bellos recuerdos que son los que nos forman como personas. Un saludo, Rachel
Joooo,Miguel qué bonito lo cuentas!
Me encanta la narración de ese retazo de tu infancia entre brumas de recuerdos marinos, de sonidos provenientes del mar cercano.
Cómo enfocas lo desenfocada que sientes tu casa, que parece y no es o no la sientes...
Es cierto que cuando pasan los años y vuelves al lugar en el que viviste, lo miras de otra forma y piensas como improbable que lo mires con los mismos ojos...
Pero tú tienes la capacidad de contarlo de manera tan hermosa, que cala como las olas del mar.
Besos.
Vaya, me ha encantado esta entrada. Muchísimas gracias por compartir con tanto cariño todos esos recuerdos.
Y sí, para bien o para mal, no somos nosotros los únicos que cambiamos con el tiempo.
Un abrazo.
Lia: La nostalgia de la niñez tiene algo de mágico, por eso no es real, es slgo que sólo existe en nuestra alma.
Rachel: Los buenos recuerdos son tesoros. Y como tales hay que tratarlos.
Marinel: Gracias por tus palabras. Es verdad que he vuelto a sentir las olas del mar cuando he recordado este infantil episodio.
Perséfone: El tiempo todo lo cambia, las cosas, las personas...sólo el recuerdo permanece intacto al paso del tiempo
Recuerdos que nos invaden de nuestra vida pasada, que perduran en nuestra mente y nos invaden de nostalgia.
Bella descripción maravilloso post.
Un beso.
María: Sí, efectivamente, son recuerdos que están en esta vida presente, pero pertenecen a nuestro pasado, los que de vez en cuando nos invaden...
Sólo pensaba que iba a comentar y decir que gran tema, ¿lo de código por sí mismo? Realmente parece excelente!
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