En la clase de Educación para la Ciudadanía y los Derechos Humanos estos días estamos hablando del esfuerzo. En otras palabras, si vale la pena esforzarse o no.
Empecé el tema con un relato. Un experimento que se llevó a cabo en USA en los años sesenta del pasado siglo. Se trata de que en una clase de niños y niñas de cinco años el profesor les coloca un bombón en la mesa y les dice que de momento no se lo coman. Una vez cada alumno con su bombón delante de sus narices, les anuncia que se va unos minutos fuera. Y les comunica que entonces, el que quiera comérselo, se lo puede comer. Pero advierte que, a quien no se lo coma, cuando él regrese, le dará otro bombón, que se podrá comer junto con el que ya le ha dado, una vez finalice la clase.
El profesor se va. Y cuando regresa se encuentra con que más de la mitad se han zampado el bombón. Entonces el profesor procede a regalar otro bombón a aquellos alumnos y alumnas que han resistido delante del manjar sin tocarlo.
Se toma debida cuenta de la experiencia y al cabo de seis años se revisa el rendimiento del alumnado que fue sometido a dicha prueba. Indefectiblemente, los alumnos y alumnas que supieron esperar superan con creces en todos los aspectos a los que dieron rienda suelta a su gula. Tanto en el aspecto académico como en el social y humano.
¿Qué conclusión podemos sacar del experimento? Se abre un debate en clase y cada cual debe aportar sus conclusiones. Yo les pongo en la pizarra unas directrices, como por ejemplo, que me digan cuáles fueron los inconvenientes y las ventajas de cada uno de los dos grupos (los que esperaron y los que no). Y en definitiva, cuál de los dos grupos sacó mayor beneficio. Y por qué.
Después de un buen rato de intercambiar opiniones, convenimos en que era mejor esperar. Los que fueron pacientes, los que se esforzaron, luego tuvieron recompensa. Esto, enseguida hubo alguien que lo extrapoló al estudio. Quienes eran capaces de no caer ante las tentaciones (amigos, juegos, televisión, pereza) y se dedicaban (esforzándose) a estudiar y hacer sus deberes, luego sacaban mayor rendimiento en clase. Y estaban más satisfechos de ellos mismos. Y eran felices. Luego, la conclusión era clara: valía la pena esforzarse.
Pero, ¿cuántos ponen en práctica esta clara aseveración…?
Empecé el tema con un relato. Un experimento que se llevó a cabo en USA en los años sesenta del pasado siglo. Se trata de que en una clase de niños y niñas de cinco años el profesor les coloca un bombón en la mesa y les dice que de momento no se lo coman. Una vez cada alumno con su bombón delante de sus narices, les anuncia que se va unos minutos fuera. Y les comunica que entonces, el que quiera comérselo, se lo puede comer. Pero advierte que, a quien no se lo coma, cuando él regrese, le dará otro bombón, que se podrá comer junto con el que ya le ha dado, una vez finalice la clase.
El profesor se va. Y cuando regresa se encuentra con que más de la mitad se han zampado el bombón. Entonces el profesor procede a regalar otro bombón a aquellos alumnos y alumnas que han resistido delante del manjar sin tocarlo.
Se toma debida cuenta de la experiencia y al cabo de seis años se revisa el rendimiento del alumnado que fue sometido a dicha prueba. Indefectiblemente, los alumnos y alumnas que supieron esperar superan con creces en todos los aspectos a los que dieron rienda suelta a su gula. Tanto en el aspecto académico como en el social y humano.
¿Qué conclusión podemos sacar del experimento? Se abre un debate en clase y cada cual debe aportar sus conclusiones. Yo les pongo en la pizarra unas directrices, como por ejemplo, que me digan cuáles fueron los inconvenientes y las ventajas de cada uno de los dos grupos (los que esperaron y los que no). Y en definitiva, cuál de los dos grupos sacó mayor beneficio. Y por qué.
Después de un buen rato de intercambiar opiniones, convenimos en que era mejor esperar. Los que fueron pacientes, los que se esforzaron, luego tuvieron recompensa. Esto, enseguida hubo alguien que lo extrapoló al estudio. Quienes eran capaces de no caer ante las tentaciones (amigos, juegos, televisión, pereza) y se dedicaban (esforzándose) a estudiar y hacer sus deberes, luego sacaban mayor rendimiento en clase. Y estaban más satisfechos de ellos mismos. Y eran felices. Luego, la conclusión era clara: valía la pena esforzarse.
Pero, ¿cuántos ponen en práctica esta clara aseveración…?
25 comentaris:
Las tentaciones para comerse el bombón en seguida son poderosísimas si lo extrapolamos más allá del símbolo de la experiencia llevada a cabo. Se apela a nosotros como consumidores, como clientes, que han de aspirar continuamente a la satisfacción inmediata. No se educa para esperar. Se nos vende continuamente la idea del carpe diem o el aquí y el ahora. Probablemente no se entienden bien en su sentido verdadero, pero lo que aparece como mensaje utilitario es transparente. Es mejor esperar en todos los sentidos, pero nuestro paladar está programado para necesitar satisfacciones rápidas y continuas. Aun así hay muchachos sensatos que son capaces de diferir la pulsión del placer rápido (que lleva al no esfuerzo) y trabajan pese al ambiente contrario. Esos son los que se asentarán mejor en el mundo y en la vida (si la fortuna les acompaña). Creo que detrás de esta experiencia hay una profunda verdad que sirve para reflexionar. Tal vez la utilice como tema de debate en clase de lengua oral. Gracias por recordármela. Un abrazo.
Pero es que ya sabemos que de la teoría a la práctica siempre va un mundo.
Por eso es muy fácil hablar y dejar claras cómo son las cosas y cómo deberían ser. Pero a la hora de la verdad, es complicaíllo seguir lo que sabemos en teoría que es lo mejor.
:)
Un beso, Miguel!!
Estupenda e interesante esta experiencia que nos aportas y es que unos son más débiles que otros, y caen en las tentaciones, en cambio, otros, son más fuertes, desde luego que creo que yo soy de las que me hubiera comido el bombón jajaja porque me encantan los dulces ¿y quién se puede resistir a ellos?
Un beso.
No sé, con lo que están echando por la tele, no sé hasta qué punto merece la pena esforzarse...
Besicos
Que bueno es el experimento, recuerdo que en el instituto un profesor nos lo contó.
Pues sí, el esfuerzo, aunque cueste... a la larga da muchas más alegría y felicidad!
Besines
Joselu: El experimento sirve para pensar en si es mejor la inmediatez de alcanzar un bien, o la prudencia de esperar a que las cosas caigan por su propia maduración. Y el resultado es obvio: es mejor esperar a que la fruta esté madura, aun con el esfuerzo que supone.
Lou: Claro que la práctica es difícil de asumir, que la teoría no es m´`as que eso, teoría, pero si se lleva a cabo, los resultados son óptimos.
María: Hay que resistir y no sucumbir a las tentaciones. Tentaciones que jalonan nuestra vida a diario y que nos impiden a veces buscar el recto proceder.
Belén: Tienes razón. La tele nos está enseñando que no vale la pena esforzarse. El triunfo se alcanza por otros caminos que no son el esfuerzo. pero eso no es real.
Vane: No te quepa la menor duda que el esfuerzo, a la larga da sus frutos.
Me parece superinteresante el experimento aunque me parece muy difícil ese grado de autocontrol a esas edades tan tempranas y sobre todo, no estoy muy segura de que la reacción de cada cual ante esa tentación sea el preludio de lo que va a ser su vida a partir de entonces... Creo que hay muchos otros factores que influirán en lo que será su vida en cuanto a éxito o fracaso se refiera y aunque, por supuesto, siempre es mejor esforzarse para conseguir las cosas, y el autocontrol es fundamental, me parece que tendrán que superar pruebas muchísimo peores, por complicadas, que igual los que se comieron el bombón podrían superar con mejores resultados....
Un beso, Miguel
Novi: Estoy de acuerdo contigo en que van a influir muchos más factores, pero aquel niño que ya de pequeño es capaz de tener este autocontrol parte con ventaja.
Indudablemente MIGUEL,
si desde pequeñitos no se inculca a los niños que sin esfuerzo, sin voluntad y sin paciencia, no se consigue nada que merezca la pena en esta vida, correrán como burritos tras cualquier zanahoria que les coloquen delante. Es cierto que en el experimento que cuentas, influyen muchos factores, para empezar el hambre que tenga cada niño:-) ¿suponte que un pobrecillo no había desayunado? le pones a prueba otro día y a lo mejor es capaz de contenerse...
No sé, la pena es que lo que vende la publicidad y la TV es justo lo contrario, pásalo bien que esta vida son dos día y sólo los tontos no hacen lo que les apetece, luchar contra eso es muy difícil... pero quizá con iniciativas como la tuya y entre todos, aun no esté perdida la batalla... de lo contrario, me temo que tendremos un mundo de parásitos hedonistas y al final insatisfechos infelices, que jamás habrán conseguido nada por sí mismos...
Nada, nada MIGUEL, tú sigue porfa:))
Un beso muuy grande y feliz tarde.
Miguel, todos los profesores nos quejamos de la falta de esfuerzo de nuestros alumnos. Año tras año empeora la situación, según percibimos en las aulas. Sólo les mueve lo inmediato y placentero, como ya han apuntado en otros acertados comentarios. Escribir, hacer operaciones, memorizar, hacer un trabajo, buscar información, todo lo que suponga esforzarse, mimar el trabajo y esperar es cada vez más difícil. Hay que tirar de ellos a la fuerza. Las excepciones son los chavales motivados en sus familias, que se nota muchísimo. Mucho más raros son los que se ponen el listón muy alto y se frustran cuando consiguen regulares resultados. Vivimos bajo la máxima "Quiero lo que quiero y cuando quiero", la sociedad de consumo está encaminada a satisfacer cualquier capricho, ¿cómo iban los críos a escapar de esa marea? Cuesta convencerles de lo contrario. Los adultos queremos adelgazar tomdo una pastilla en vez de seguir un régimen y hacer ejercicio porque nos cuesta esa disciplina. No podemos exigir esa fuerza de voluntad a personas aún en desarrollo. Les entiendo, pero sé que deben aprender a valorar el esfuerzo propio y ajeno. Ya ves, el vídeo que hicieron mis colegas con ellos ha quedado finalista, así que tienen un tercer puesto asegurado. El viernes van a la ceremonia de entrega de los premios. Primera frustración: los que no quisieron participar no van a Micrópolix, lógicamente. Se enfadaron cuando se lo dijimos, pero es lo que hay. Abandonaron el proyecto porque les parecía un rollo repetir una y otra vez la misma escena y ahora les da rabia. Ah, se siente, les han dicho los demás. Y de los 34 que intervinieron sólo pueden ir 25 por cuestión de aforo, según los organizadores, por lo que ha habido que hacer un sorteo. Algunos se han enfadado mucho por no ser elegidos, pero chicos, es lo que hay. La vida no es justa y cuesta aceptarlo. Si logran el primer premio y se van de viaje habrán comprobado en propia piel que un trabajo bien hecho tiene su recompensa. Que no siempre sea así es motivo de otro post.
Un abrazo, colega.
Todo el mundo considera ejemplar haber sabido vencer la tentación, pero tampoco hay que descartar que a alguno no le entusiasmen los bombones...
Un abrazo, Miguel
Yo pienso q merece la pena esforzarse si después hay una recompensa, además del orgullo personal q se siente por haber conseguido algo. Pero todo esto depende de la fuerza de voluntad de cada uno/a...
Aunque tampoco creo q sea una prueba tan decisiva como para predecir si el aspecto social y humano de los alumnos/as.
Besoss!!
María: Pues sí, tengo que darte la razón. Yo sigo con mi perorata a mis alumnos de que hay que esforzarse, porque la palabra clave en esta vida para conseguir algo se llama esfuerzo, pero luego viene la televisión y lo echa todo por la borda... en fin, seguiremos en la brecha.
Yolanda: Muy buen comentario. Y además, estoy de acuerdo contigo en todo. Por lo que respecta a vuestro trabajo, entinedo el enfado de quienes no han podido ir a la entrega de premios, incluso de quienes después de hacer el esfuerzo no puedean disfrutar de su recompensa. Es verdad, esforzarse y no tener la recompensa es un tema peliagudo. Igual algún día sigo tu consejo y escribo un post sobre ello.
Luís Antonio: La verdad es que no lo había pensado, pero esto sería una excepción. No creo que a nadie de los que decicieron esperar no les gustaran los bombones.
Vanessa: Como apuntaba Yolanda, no siempre que hay esfuerzo hay recompensa. Ese es el problema. Algunas veces falla, pero no es lo normal.
Si, la cultura del esfuerzo parece ser cosa del pasado. Los medios de comunicación bombardean impunemente y, claro está, interesadamente. Caer en sus redes es casi, casi, inevitable por desgracia. Los medios que emplean poderosísimos y la mayoría ante ellos estamos desarmados y casi entregados. Y esos chavales que miran embobaditos tanta publicidad, tanto mensaje subliminal son aun presas más fáciles.
Y el esfuerzo importa ¡vaya que importa! Es fundamental para transitar gallardamente por la vida. La realidad es que nada de lo que merece la pena se nos ofrece sin esfuerzo y ¡cuánta satisfacción si tras ese esfuerzo logras tus metas!
Un abrazo.
Miguel, ¿por qué no aparecen todos los comentarios? ¿Sólo me pasa a mí al ver tu blog? No lo entiendo.
Yolanda: Me temo que ha habido (o sigue habiendo) un problema con blogger. Yo tampoco puedo ver todos los comentarios.
Pero eso pasa siempre con todos los temas relacionados con la psicología: la teoría está clarísima, pero llevarlo a la práctica...
Besitos!
Pienso que el experimento debería tener en cuenta otras variables, sobre todo la madurez de los sujetos. La capacidad de esperar no es innata, sino algo adquirido, de modo que requiere un entrenamiento y unas habilidades que podríamos asociar con la madurez en todos los sentidos (intelectiva, social, emotiva...). El hecho de que, pasados los años, el grupo más impaciente tenga peores resultados no necesariamente deriva de esa impaciencia, sino que puede ser paralelo a una falta de madurez por otras causas. Es muy complicado y no soy psicólogo, así que no me lo tengas en cuenta.
Cris: Efectivamente, la teoría solo sirve para hacernos una idea, la práctica es otra cosa.
Antonio: Lo que está claro es que vale la pena esforzarse. Lo otro, lo de comerse o no el bombón, a lo mejor no es tan determinante como el que para lograr algo hace falta esforzarse.
Aquí tenemos el más vale pájaro en mano que ciento volando frente a "el que algo quiere algo le cuesta". Pues creo que ni todo es comerse el bombón ni todo es esfuerzo sin más, la clave está en el equilibrio. Los que se comen el bombón muestran una actitud personal quizás más eficiente ante la vida, han tomado su propia decisión y total, lo que pierden es un bombón después de haberse comido ya otro, nada más que eso, toman su propia decisión y no la que se espera de ellos. Sin embargo, los que esperan, están dispuestos a asumir lo que se les proponga sin cuestionarlo, ¿Y si resulta que luego no hay premio?
La cuestión es tomar una decisión en función de algo y a muchos de nuestros alumnos les falta ese algo.
En fin, para reflexionar un poco.
Un beso, Miguel
Es cierto que la cultura del esfuerzo no está de moda.
La perseverancia no tiene sentido para casi nadie.
Hay que satisfacer las necesidades de forma inmediata.
Ese es el patrón de referencia.
Y si no se consigue esa satisfacción inmediata aparece la frustración.
Y cada vez hay menos resistencia a la frustración.
En fin, terrible.
Saludos.
Angie: Pues sí. A lo mejor no todo es esforzarse sin más. Sino ser prácticos. Pero yo insisto en que el esfuerzo siempre es un buen aliado.
Toro: La cultura de la inmediatez ha llenado nuesttras vida, y esto no supone esfuerzo.
Yo que tengo alumnos de 5 años voy a tener que comprar una caja de bombones!! interesante el experimento; honestidad, responsabilidad, solidaridad... bien, pero nos hemos olvidado (o hemos relegado) al esfuerzo.
Saludos
La teoría es fácil, pero ojalá muchísimos más la pusieran en práctica.. Yo también creo que merece la pena esforzarse.
La chica de los sueños: Indudablemente. La práctica nos dice que sin esfuerzo no se consigue nada.
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