Fue leyendo la novela de Juan José Millás El Mundo cuando me di cuenta de que estaba en lo cierto. De que no eran imaginaciones mías. De que era verdad lo que yo antes tenía por una fantasía mía: Las calles de los muertos existen. Todas las ciudades tienen una. No hay más que encontrarla. Y una vez eso, visitarla con fe y cariño por lo menos una vez al año. Si no, los muertos se sentirán solos y abandonados.
La encontré hace mucho. Sería tal vez a finales de una variopinta primavera lejana en el tiempo. Uno de aquellos días en que el sol parece que se eleva y se eleva mucho más allá de su cénit, como si fuera a salirse de su órbita. El viento es cálido y amable. Y las nubes son blancas y tenues. Los pensamientos brotan serenos y solidarios. Aquella tarde la descubrí.
Andaba solo por las calles de mi ciudad camino de mi casa cuando casi sin querer me desvié un tanto de mi ruta habitual. Y me vi en una calle nueva y desconocida. La calle de los muertos no tiene nombre. Aquella calle no tenía nombre.
Había gente paseando arriba y abajo como si tal cosa. Los coches iban y venían con toda naturalidad. Pero los coches eran conducidos por personas muertas. Yo entonces no lo sabía. Ahora ya lo sé. Los coches conducidos por cadáveres no corren mucho, mantienen una velocidad prudente y respetuosa. Pero nunca, nunca, se paran en los pasos de cebra. Y además, nunca, nunca, tocan el claxon. Y una particularidad definitiva: en los coches que conducen los muertos solo está el conductor. No hay acompañantes, y las ventanillas están siempre, siempre cerradas. Estas cosas al principio pasan desapercibidas, pero una vez sabidas resultan concluyentes.
Los transeúntes muertos caminan solos. Jamás, jamás en compañía. Llevan la mirada fija, sin parpadear, mirando a ningún sitio. Y nunca, nunca miran a los vivos. Esa es una señal para saber que estamos acompañados por gente que no es de este mundo. No busquéis a nadie conocido, porque los muertos de la calle de los muertos de vuestra ciudad no vivieron allí. Vienen de otros sitios. Y por eso sus caras os resultarán totalmente desconocidas.
Dicen los que saben de estas cosas que los muertos de las calles de los muertos son totalmente inofensivos. Y también aseguran que, aunque no lo parezca, se alegran de saberse acompañados por los vivos. Dicen que esto les ayudará en su camino. Pero yo esto no lo tengo muy claro.
Ya estamos en mayo y aún no me he pasado este año por la calle de los muertos de mi ciudad. A lo mejor me están esperando. Quizá la semana que viene vaya a pasearme por allí. Mi mujer no se lo cree. Piensa que las calles de los muertos no existen. Pero ella nunca, nunca me ha querido acompañar a visitar a los muertos. Aunque le diga que no hacen daño a nadie, que van a la suya, que no pasa nada, que solo buscan paz, cariño y comprensión. Pero no quiere venir.
Mañana iré yo solo.
La encontré hace mucho. Sería tal vez a finales de una variopinta primavera lejana en el tiempo. Uno de aquellos días en que el sol parece que se eleva y se eleva mucho más allá de su cénit, como si fuera a salirse de su órbita. El viento es cálido y amable. Y las nubes son blancas y tenues. Los pensamientos brotan serenos y solidarios. Aquella tarde la descubrí.
Andaba solo por las calles de mi ciudad camino de mi casa cuando casi sin querer me desvié un tanto de mi ruta habitual. Y me vi en una calle nueva y desconocida. La calle de los muertos no tiene nombre. Aquella calle no tenía nombre.
Había gente paseando arriba y abajo como si tal cosa. Los coches iban y venían con toda naturalidad. Pero los coches eran conducidos por personas muertas. Yo entonces no lo sabía. Ahora ya lo sé. Los coches conducidos por cadáveres no corren mucho, mantienen una velocidad prudente y respetuosa. Pero nunca, nunca, se paran en los pasos de cebra. Y además, nunca, nunca, tocan el claxon. Y una particularidad definitiva: en los coches que conducen los muertos solo está el conductor. No hay acompañantes, y las ventanillas están siempre, siempre cerradas. Estas cosas al principio pasan desapercibidas, pero una vez sabidas resultan concluyentes.
Los transeúntes muertos caminan solos. Jamás, jamás en compañía. Llevan la mirada fija, sin parpadear, mirando a ningún sitio. Y nunca, nunca miran a los vivos. Esa es una señal para saber que estamos acompañados por gente que no es de este mundo. No busquéis a nadie conocido, porque los muertos de la calle de los muertos de vuestra ciudad no vivieron allí. Vienen de otros sitios. Y por eso sus caras os resultarán totalmente desconocidas.
Dicen los que saben de estas cosas que los muertos de las calles de los muertos son totalmente inofensivos. Y también aseguran que, aunque no lo parezca, se alegran de saberse acompañados por los vivos. Dicen que esto les ayudará en su camino. Pero yo esto no lo tengo muy claro.
Ya estamos en mayo y aún no me he pasado este año por la calle de los muertos de mi ciudad. A lo mejor me están esperando. Quizá la semana que viene vaya a pasearme por allí. Mi mujer no se lo cree. Piensa que las calles de los muertos no existen. Pero ella nunca, nunca me ha querido acompañar a visitar a los muertos. Aunque le diga que no hacen daño a nadie, que van a la suya, que no pasa nada, que solo buscan paz, cariño y comprensión. Pero no quiere venir.
Mañana iré yo solo.
24 comentaris:
Yo las he visto. Doy fe.
(Besitos)
Qué interesante esta idea de la calle de los muertos. De todas formas no hay que obsesionarse aunque no vayas cada año no pasa nada.
Pues mira, ahora que lo dices, paseé muy a gusto por las calles de los muertos, hace como un año o así busqué la tumba de uno de mis abuelos. Fue difícil pero la encontramos. Iba con mi madre y supuse que le gustaría acercarse hasta allí. Me sentí muy cerca de él aunque solo fuera en mi imaginación.
¡Qué historias éstas de los muertos!
¿Sabes qué? hace un tiempo por la festividad de Halloween hice un trabajo con los alumnos sobre epitafios. Eran muy malos estudiantes pero se lo curraron bien, se ve que el tema motiva. Lo repetiré.
Miguel, ¿en pleno mayo nos hablas de muertos? Qué yuyu... Precisamente hace una semana asistí al funeral por la madre de una colega en el mismo hospital en el que habían muerto mis abuelos hace muchos años ya y recordé esa capilla llena de militares condecorados. Vi cómo cerraban el féretro de mi abuelo y me causó tanta impresión que no he visto más veces esa terrible escena.
La muerte sigue siendo un tema importante. A veces la tratamos con humor (es divertidísima la película británica "Un funeral de muerte", por ejemplo) o como drama, que es lo que es, al fin y al cabo.
Supongo que conoces el libro de Luis Carandell en el que recoge epitafios reales, divertidos unos y tremendos otros. Hay uno que me impresiona mucho: "Como te veo, me vi; como me ves, te verás." Real como la vida (y la muerte) misma.
No sé si existe esa calle de los muertos que dices. Es posible que la tenga cerca y no lo sepa. También es posible que los muertos sigan necesitando de los vivos, a nadie le gusta la soledad, y la eternidad parece larga y fría...
Un abrazo, colega-
Me defraudó El mundo. Millás es interesante como tertuliano y sus columnas son agudas, pero como novelista creo que tuvo una época de gran lucidez hace veinte años y ahora me temo que tiende a repetirse y a girar sobre obsesiones que han dejado de interesarme. No obstante, me cae bien. Le escucho con gusto.
En cuanto a la calle de los Muertos es un relato sugerente en el que mezclas realidad (tu mujer y sus opiniones) y ese paseo tan especial por esa calle que es divertida y extraña ficción. Tus relatos me gustan y es mejor que no los resuelvas demasiado. No es bueno aclarar las cosas totalmente. Has dejado la historia en un buen momento.
He pensado muchas veces en los muertos ahora que mis padres ya ninguno está por aquí, y me temo que no he sentido su presencia de ningún modo. El mundo de los muertos no existe ni puede existir. Sería una mezcla impúdica si se pudiera mezclar con el mundo de los vivos. Nos repelemos. Pertenecemos a dimensiones distintas. La muerte sólo me interesa como "memento mori". Sería un rollo que si existiera ese mundo vinieran por aquí a dar la paliza. No no vuelven.
Eres un narrador interesante.
Pues yo te creo
Besos
Nela
Creo que en toda ciudad existe una calle de los muertos, sólo hace falta fijarse un poquito para darse cuenta.
Besines
Ah, sí? Pues yo no lo sabía eso. Tendré que prestar más atención.
Besos, Miguel!!!
Cris: Es que existen.
Angie: Siempre es interesante acercarse a estos seres de otro mundo.
Yolanda: Nadie quiere la soledad. Y en algún lugar del infinito seguro que existen. Por eso no hay que abandonarlos. Solo hace falta deambular por las calles de la fantasía de vez en cuando.
Joselu: Gracias por tus palabras. La imaginación crea dimensiones accesibles. Y en una de ellas existe esa calle. Yo la he visitado.
Nela: Hace bien en creerme.
Vane: En cada ciudad hay un sitio reservado para esa calle. Solo hay que visitarla en la imaginación.
Lourdes: Eso es que no te fijas... presta más atención a tu fantasía y seguro que la encuentras.
Yo todavía no he encontrado la calle de los muertos de mi ciudad, y no es que no te crea porque sí te creo, es que no sé como buscarla.
Besoss!!
Vanessa: La encontrarás un día de estos que tu mente se disponga a soñar, y será casi sin quere, ya verás.
Me ha parecido genial el post.
Estremece leerlo.
De existir esas calles sin duda serían como las describes.
Te felicito.
Saludos.
Toro: Gracias por tu comentario. Las calles de los muertos existen, pero la fantasía a veces nos juega malas pasadas.
Nunca lo había pensado desde ese punto de vista... Me fijaré más a partir de ahora y buscaré mi propia calle de los muertos.
Un beso, Miguel
Novi: El día menos pensado, la encontrarás.
Me ha encantado la descripción, Miguel, yo no me doy cuenta si alguna vez vi alguna calle de muertos, no recuerdo.
Un beso.
María: Seguro que habrás pasado miles de veces, pero no te has dado cuenta.
Tu relato MIGUEL,
ME HA RECORDADO EL VIDEO DE ESTE TEMA;-)
No soy muy de muertos, la verdad...y si de verdad existiera esa calle yo...como tú mujer ¡¡ni merte me pillan en ella!! :-) no me gustan los cementerios, no me gustan los sitios solitarios y medio tétricos... además de que como tengo mucha imaginación enseguida se me dispara e ¡¡imagina!! yo corriendo como una loca suponiéndome perseguida por esos muertos...¡¡quita!! mejor te leo y me quedo aquí;-)
No he leído nada de Millás... si le da por los muertos, me temo que no lo leeré salvo que un día caiga un libro suyo en mis manos, no tenga nada mejor a mano y me lo zampe, a veces me ha ocurrido ;-) y luego repito.
Un besito MIGUEL ¿qué tal las votaciones? :))
María: Es una calle que no existe más que en la mente fantástica de las personas soñadoras. Y allí sí que hay calles de muertos. Y te aseguro que no te daría, miedo. Ni saldrías corriendo.
Ya he votado. Pero estoy escuchando los resultados y mi voto no ha ido a parar a la formación ganadora....
En esa calle me recogieron una vez que hacía autoestop. Al doblar la esquina, me di cuenta de que el conductor era un cadáver y le dije: "En ese semáforo te atropellaron".
Salté del coche y salí huyendo.
Antonio: Hiciste bien en saltar del coche. No es bueno recordarles el pasado a los muertos.
Excelente! Muy bueno Miguel. La descripción de los autos me encantó
Las calles están colmadas de muertos; así, como los tuyos…¡Y los muertos en vida!
Siempre he creído que están en todas partes; eso sí, no sé si son turistas como los tuyos.
Mejor no sigo, este tema me encanta y dirán que desvarío.
Tu esposa tiene razón en dejar que vayas solo, mejor que te acompañe cuando vayas a La Calle de los Vivos; esos sí son peligrosos.
Saludos
Vivian: Sí, los muertos son inofensivos, cosa que no se puede decir de los vivos.
He leído la novela, claro, y recuerdo perfectamente el pasaje.
Yo también opino que la calle existe, Miguel.
Raúl: Yo estoy convencido de ello.
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