Aquella
mañana Jorge salió de su casa con la
prisa metida en el cuerpo. Eran ya las ocho menos cinco. Tenía el
tiempo justo de tomar el autobús de las ocho, para, con un poco de
suerte, llegar al trabajo a las ocho y media.
Cuando
llegó, ya estaba allí el autobús. Subió
y se sentó junto a una señora de mediana edad que, muy seria,
miraba hacia ninguna parte. Dentro del autobús nada es definitivo,
todo es un puro trámite: las caras desconocidas, los viajeros
atribulados, las personas raras, incluso las chicas guapas… Esto
pensaba Jorge cómodamente sentado en su asiento. Su mente estaba
tranquila y sosegada. En cada parada se renovaba medio autobús,
gente que subía y gente que bajaba. El seguiría hasta el final. No
había prisa.
Como
quien no hace la cosa se palpó
mecánicamente el bolsillo de su pantalón. Y de pronto dio un
respingo. Su mano fue frenética hacia el otro bolsillo. Tampoco.
Tampoco estaba ahí. Se quedó mirando al frente absorto en sus
pensamientos. Solo fue un instante. Rápidamente abrió la cartera y
revisó atolondradamente su interior. Nada. Allí tampoco estaba. Su
cara palideció mientras su frente aparecía perlada de gotitas de
sudor frío. Se sintió perdido. No había escapatoria ni solución
posible. El autobús ya estaba llegando al punto de trabajo. Se
aflojó el nudo de la corbata y se desabrochó la chaqueta porque
tenía calor. Una sensación de ansiedad horrible le atenazaba y no
podía estarse quieto. La señora que tenía a su lado le miraba de
soslayo. Se sentía observado y esto aún le ponía más nervioso. Se
imaginaba en su delirio que estaba metido en una pecera donde veía
la vida pasar, pero donde no existía la posibilidad de comunicarse
con el resto del mundo.
El
autobús llegó a final de trayecto. Jorge no tuvo más remedio que
bajarse. Comprobó que las piernas le flojeaban y el sudor chorreaba
ahora por su rostro. “Así no puedo ir a trabajar”, pensó. Pero
sacó fuerzas de donde no había, y, palpándose los bolsillos de los
pantalones y de la chaqueta como un poseso una y otra vez, llegó
hasta su lugar de trabajo. Estaba peor. Comprobó que tenía
dificultades al articular las palabras cuando intentó dar los buenos
días a la recepcionista. Un compañero de trabajo se le acercó y le
preguntó si se encontraba bien. Jorge con un hilo de voz dijo que no
estaba muy bien. Y mientras se revolvía los bolsillos con
desesperación, acertó a decir entre lágrimas “Necesito ayuda…”
Se acercaron
un par más de compañeros y rodearon a Jorge. Jorge se sentó
abatido en un sillón mientras se tapaba la sudorosa cara con las
manos.
Alguien
dijo: “¡Hay que llamar a un médico!” Entonces apareció el
director y tomó la palabra mientras todos se apartaban dejando
frente a frente al director con Jorge.
-¿Qué le
pasa Rodríguez?
Y entre
sollozos dijo:
-Es
que he salido de casa ¡sin el móvil! ¡Me lo he dejado en casa!
¡¡Voy por el mundo sin móvil!! ¡Nunca he estado tanto tiempo sin
el móvil, me siento solo! ¡Ayuda…!
37 comentaris:
Me temo que a mucha gente le debe pasar eso.
Sin móvil son un trozo de carne desorientada.
Saludos.
En todas partes ha de haber un jefe inteligente que haga la pregunta correcta. Y el pobre iluso descubrió el flanco de sus carencias.
Menos mal que solo era el móvil :D me encanta como escribes Miguel, hoy me has hecho pasar angustia.
Un beso.
No debemos sentir tanta adicción por estas cosas,que antes pasábamos sin ellos y no pasaba nada,caramba!
Pero lo cierto es que cada vez es más verdad esta historia tuya.
Menudo descanso cuando no pueden conectar contigo,ufff
Besos.
Toro: De veras, así pasa. Y a otros les pasa lo mismo con el internet. ¿Te imaginas estar sin internet...?
Juan Navarro: El jefe, ese fue quien sacó a relucir la verdadera causa de la angusatia del pobre Jorge.
Gemma: Gracias por tus halagos.
Marinel: Yo, muchas veces, me voy a pasear y no me llevo el móvil. Pero más de una vez he tenido que oír a mi hija o a mi mujer: ¿Por qué no contestabas...? Y es que con eso de los móviles estamos atrapados.
Gemma: No sé qué le pasa a mi ordenador, pero no puedo entrar a tu blog. Puedo entrar a todos, pero al tuyo no. Disculpa, pues, que no te comente. Ya veremos si en la próxima entrada puedo acceder...
jajajaja¡¡¡ antes a mi me pasaba con el tabaco, la misma sensación hasta que me sentí libre dejando de fumar, pero si me dejo el movil, casi me alegro...
Que sigas bien.
Yo lo olvido con frecuencia, pero no tengo síndrome alguno. Estoy enganchado a otros artilugios, como el iPad, pero no al móvil.
Un abrazo
Completamente atrapados Miguel. Las personas sin teléfono móvil -que las hay- son, a estas alturas de la vida, verdaderas rara avis. Para algunas personas como la de tu relato, es esclavitud lo que genera el móvil.
A veces es necesario, es cierto...pero las mínimas.
Un abrazo.
Es un buen ejemplo para explicar en lo que realmente nos hemos convertido, exagerado para algunas personas pero sí efectivamente es así. A mi ahora si me dejo el móvil en casa por un lado me siento liberada pero por otro preocupada por si me llaman de la escoleta de mi hija (que solo tiene dos años), que está malita o algo parecido. Igualmente este problema cuando haga memoria lo quiero solucionar dando mi número de teléfono fijo del trabajo, seguro que así podré respirar y sin ningún problema :).
Un abrazo Miguel.
didi.
Anna: Pues hiciste bien de dejar el tabaco. Todas las adicciones son malas.
Luís Antonio: Pues yo un día de estos igual me compro uno. Espero no engancharme...
Lore: Se está convirtiendo en algo "realmente necesario". Y hay personas que si no lo llevan, se sienten perdidas.
Didi: Pues es así. La verdad es que ya casi es una necesidad.
Huy, sí, yo conozco a mucha gente que le pasa eso. Y se les genera un estrés encontrarse sin móvil que no pueden con él, oye.
Yo, como la mitad de los días, me lo dejo en un cajón de mi mesa, pues ni me lo planteo.
:)
Besos, Miguel!!!
jajaja MIGUEL,
así que este era el enigma, enigmático trozo que nos faltaba a todos para entender tu síndrome de abstinencia.
Pues verás, debo ser de las pocas terrícolas que jamás uso el móvil. No lo llevo ni conmigo, ni lo miro si quiera en casa, salvo cuando me pongo en carretera por lo que pudiera pasar, jamás lo uso:-)
Me niego a estar colgada todo el tiempo de él... es cierto que a mi me localizan fácil en el despacho y precisamente porque parece que tengo acciones en telefónica porque no deja de sonar en todo el día, noooo quiero que me persiga eso a la calle.
En un sitio pequeño como el lugar en le que vivo, ya me abordan mil veces con asuntos de trabajo según me ven.. así que he decidido que la única forma de tener un mínimo de paz, es no usar móvil.
La gente alucina cuando les digo que no uso, me miran como si fuera de Marte, pues bien...por mi, podían desaparecer tooodos, jamás me pasaría como a tu protagonista.. eso sí, si cambias el móvil por mi agenda, por las llaves o por algún documento... clavadita oye, pero tal cual, así como tres o cuatro veces a la semana:-)
Un beso grande MIGUEL.
En estos últimos años las personas estamos apegados a los objetos tecnológicos, no sabemos estar sin ellos, cuando hace unos años, ni existían ni el móvil ni el ordenador, me parece a mí que van a ser las nuevas drogas del siglo XXI.
Un beso.
Qué bien traído, Miguel, siempre aciertas con tus escritos. Yo me resistí durante años pero ya tengo móvil, muy básico,eso sí, gracias a mi marido. Hay días que ni lo conecto y la mayoría lo uso bien poco. Tiene su utilidad, como todo, pero creo, como tú, que nos hemos vuelto majaras con estos cacharros. ¿Como es posible que haya casi el doble de móviles en España que habitantes? Hay quien lleva tres o más, qué delirio... Me pone negra cortar una conversación cara a cara porque suena el maldito aparato, incluso he tenido que dar por terminada una entrevista con un padre porque no dejaba de utilizarlo. ¿Se nos han olvidado las normas de educación más básicas? Hay quien lo usa en el cine, en el baño, en el autobús... ¿No nos importa que cualquiera se entere de nuestros asuntos? Y lo que cuentas no es tan exagerado como pudiera parecer, sé de más de uno que ha dado media vuelta para volver a casa a buscarlo aunque suponga llegar tarde al trabajo. Habrá que reescribir el soneto de Quevedo: "Érase un hombre a un móvil pegado..."
Un abrazo, colega.
Me has tenido en vilo, y, desde luego había pensado que al pobre hombre le habían robado la cartera y entendía su angustia. En cuanto al móvil, el otro día en el cine mientras se proyectaba la película, una adolescente se dedicaba a recibir y enviar mensajes con uno de esos móviles inteligentes a los que tanto miedo les tengo. Tengo todo tipo de adicciones tecnológicas pero el móvil no es una de ellas. Para mí el mayor placer es estar ilocalizable, que nadie me llame, que nadie sepa dónde estoy. Sólo hay una persona que me llama al móvil y es suficiente.
Un buen relato que mantiene en suspensión hasta la sorpresa final.
Saludos.
jajajjajaja, me ha encantado el final de la historia!
Bueno... creo que esto le pasa a muchísima gente, ya no sabemos vivir desconectados!
besines
He intuído qué me iba a encontrar en el final y, sonriendo, incluso me he visto retratado. Joder.
Pues yo puedo llevar el móvil encima durante días sin usarlo para nada, pero como se me olvide en casa o en el trabajo, prefiero no saberlo, porque como sepa que voy por la carretera sin móvil, me entra una angustia que no veas.... Me da seguridad llevarlo encima, aunque no lo use a menudo (de hecho, cada mes pago poco más que el mínimo)...
Pero sí es cierto que hay gente que tiene esa dependencia absoluta y que sin móvil no es nadie.
Un beso, Miguel.
Lou: Pues mejor que no tendas esta dependencia.
María: Pues a mí me pasa lo que a ti. Nunca llevo el móvil encendido. Y algunas veces ni lo llevo.
María: Ya ves el relato: síndrome de abstinencia. Es que se pueden converir
Yolanda: Efectivamente, hay personas que son "un hombre a un móvil pegado". Yo creo que todo tiene un límite.
Joselu: Pues te pasa como a mí. Yo también tengo solo una persona que me llama al móvil, mi mujer. El resto, prefiero estar ilocalizable.
Vanesa: Ler pasa a más gente de la que nos imaginamos.
Raúl: ¡No me digas...! Pues cuidado que las adicciones son jodidillas.
Novi: La verdad es que a mí me gusta siempre que voy por carretera llevarlo por lo que pudiera pasar (eso sí, apagado)
Juas, mira que mientras estaba leyendo le ha sonado el móvil a mi madre, me he levantado porque no lo cogía y cuando me he sentado a seguir, he pensado... Jorge se ha dejado el teléfono, fijo. Jajajaja...
No entiendo esas necesidades creadas con respecto al trasto. En realidad ninguna otra si lo pienso. En concreto con el teléfono a mí no me pasa, porque soy yo quien pasa de él. La suerte es que ya todo el mundo sabe que no dejo de contestar porque no quiero hablar, sino porque el trasto me la trae a la fresca. Y lo malo, es que luego me toca andar pidiendo disculpas y dando explicaciones a todo el mundo. Ays...
Un beso, Miguel.
Así que, ¿eras tú el que tomabas notas mientras yo lo estaba pasando tan mal en el bus? ;-)
V: Pues haces bien. Estos artilugios están para nuestro servicio, y no al revés.
Antonio: Ja,ja,ja... me temo que eres de los que no pueden salir de casa sin chismes de estos...
Yo llevo móvil pero, por mi trabajo, lo llevo siempre en silencio, o sea como si no lo llevara. Solo si me acuerdo compruebo si alguien ha llamado, pero tampoco suelo acordarme de comprobarlo. Sobre todo lo uso para borrar mensajes que no sé de dónde me llegan pero me entretiene cuando voy en transporte público, lo dejo limpio.
Pero voy a decirte una cosa, cuando vas en coche conviene llevar el movil al lado. No sé si te habrás encontrado en la situación de que el sistema electrónico -o el que sea- de tu coche hace plof cuando estás dentro y ni se abren las puertas ni las ventanas, si acaso puedes salir por las ventanas de atrás si son de manivela. Hombre, por lo menos un movil para llamar y que te saque el del RACE...
Toma nota, Miguel, hazme caso, o si no, como el de tu relato, en autobús.
Angie: No, si el móvil es muy útil, de eso no tengo la menor duda, pero aquí lo que yo critico es la dependencia. El no saber estar sin él., que esto es otra cosa...
jejeje, muchas veces nos pasa eso, pero el mono se pasa enseguida...
besicos
Belén: Sí, pero es mejor no tener que enfrentarte con el mono...
Olvidé decirte que yo no soy nada adicta al móvil. En cambio soy un poco adicta a internet, cada día me conecto un ratito...supongo que no es malo, y si tuviera que vivir sin eso, pues viviría...
Un abrazo, Miguel
Gemma: Yo, debo decir que también me gusta conectarme todos los días un poco a los blogs. Pero si un día no me conecto, pues no pasa nada. Esto no es adicción. Adicción es lo del relato...
Menos mal que solo se trata del móvil, aunque actualmente es cierto... muchas personas no pueden vivir sin él.
La chica de los sueños: Efectivamente. Hay personas que no saben vivir sin el móvil.
MIGUEL
Me has dejado extrañada, acabo de leerte ( lo siento no tengo tu correo, si no no te lo dejaría aquí)...¿casual o causal lo de saludos en vez de besos, como siempre? si es causal ¿me dices qué ocurre por favor?...no me doy cuenta si ha ocurrido algo, sea lo que sea, lo siento.
Un beso MIGUEL
PD
Soy muy despistada, pero hay detalle que jamás paso por alto y este es uno, ya ves:-)
María: Ha sido csual. Pura casualidad, no me había dado ni cuenta... Paso a explicártelo mejor en tu blog.
jajaja MIGUEEEEEEEEL, lo mismo pero más. Eres un sol.
Me acabas de dibujar una sonrisa de oreja a oreja, que lo sepas :-)
Muaaaaaaaaaaaaaaaaakss gigante.
Que tengas un día tan genial como tú.
Y graaaaaaaaacias;-)
María: Pues nada. Resuelto el mal entendido. A seguir.
Joeeeeeeeee Miguelllllll!!!Que estoy muy sensible y me lo has hecho pasar fatal!!! Jajajaja,la madre que le parió...mira que dejarse el movil!!
Yo me olvido de el en cuanto tengo a todos en casa,pero entre semana lo necesito, porque y si pasa algo?
Ha estado genial!!!
BESOS ;)
Loli: A mí me pasa lo mismo, cuando estramos todos en casa, me olvido del móvil, pero cuando estoy fuera, siempre nos llevamos el móvil.
Publica un comentari a l'entrada