Javier trabaja en la oficina desde hace tiempo. Andrés es su compañero de mesa. Pronto hará tres años que trabaja en la empresa. La empresa tuvo a bien contratarlo a pesar de sufrir una seria parálisis que le obliga a ir en silla de ruedas. Pero es tan eficiente como el que más. Y cumple con sus tareas sin ningún problema. El director está muy contento con Andrés. Es un empleado ejemplar.
Javier lo admira. Sobre todo cuando lo ve llegar en su coche, que conduce él mismo. Cuando para, saca la silla de ruedas a la calle, la monta con una habilidad envidiable, y después, con un gesto preciso se arrastra desde el asiento del coche hasta la silla y se sube a ella. Después asciende con la silla de ruedas poco a poco por la rampa hasta la puerta de la oficina. Javier lo mira y no dice nada. Andrés se basta por sí solo. Sabe que no le gusta que le ayuden: “Por favor ayúdame solo cuando te lo pida…” Andrés le aseguró que bajaba su moral cuando alguien le ayudaba a hacer algo que él solo podía hacer. Y al revés, que se elevaba su autoestima cuando comprobaba que era capaz de valerse por sí mismo. Andrés, a pesar de su diversidad funcional, se vale por sí mismo. Por eso Javier lo admira. Andrés y Javier se caen bien. Se pasan el día juntos y no faltan las bromas y el buen rollito. Cada cual en su mesa resuelve los expedientes y las cuentas que el director les manda diariamente. Y si hay que atender al público, se le atiende. A veces es Andrés quien trata con los clientes, a veces, es Javier.
El otro día Javier se torció un tobillo en su casa. Y no vino al trabajo. Andrés tuvo que multiplicarse porque no mandaron a nadie en sustitución. Al día siguiente el director le dijo que Javier se había torcido el tobillo y que estaría quince días de baja. Que se hiciera a la idea porque no iban a traer a nadie.
Andrés se sujetó a los brazos de su silla de ruedas fuertemente, y sonrió con rabia…
Javier lo admira. Sobre todo cuando lo ve llegar en su coche, que conduce él mismo. Cuando para, saca la silla de ruedas a la calle, la monta con una habilidad envidiable, y después, con un gesto preciso se arrastra desde el asiento del coche hasta la silla y se sube a ella. Después asciende con la silla de ruedas poco a poco por la rampa hasta la puerta de la oficina. Javier lo mira y no dice nada. Andrés se basta por sí solo. Sabe que no le gusta que le ayuden: “Por favor ayúdame solo cuando te lo pida…” Andrés le aseguró que bajaba su moral cuando alguien le ayudaba a hacer algo que él solo podía hacer. Y al revés, que se elevaba su autoestima cuando comprobaba que era capaz de valerse por sí mismo. Andrés, a pesar de su diversidad funcional, se vale por sí mismo. Por eso Javier lo admira. Andrés y Javier se caen bien. Se pasan el día juntos y no faltan las bromas y el buen rollito. Cada cual en su mesa resuelve los expedientes y las cuentas que el director les manda diariamente. Y si hay que atender al público, se le atiende. A veces es Andrés quien trata con los clientes, a veces, es Javier.
El otro día Javier se torció un tobillo en su casa. Y no vino al trabajo. Andrés tuvo que multiplicarse porque no mandaron a nadie en sustitución. Al día siguiente el director le dijo que Javier se había torcido el tobillo y que estaría quince días de baja. Que se hiciera a la idea porque no iban a traer a nadie.
Andrés se sujetó a los brazos de su silla de ruedas fuertemente, y sonrió con rabia…
35 comentaris:
Un final ambiguo, abierto a la interpretación del lector. Ese "sonrió con rabia" ¿qué quiere decir? Rabia significa según el DRAE "ira, enfado, enojo grande". ¿Por lo que se le venía encima? ¿Porque por un motivo tan nimio su compañero se hubiera tenido que coger una baja? Ese "rabia" cambia radicalmente el relato y aporta una nueva dimensión a la personalidad de Andrés hasta ahora positiva y estimulante. ¿Acaso temía no estar preparado para esos quince días y que le sobrepasara la situación? ¿Sentía rabia contra su compañero? ¿En el fondo había un resentimiento de su situación que ahora emergía? Curioso final que has dejado para que pensemos. Ese "rabia" transforma el relato de ejemplo de superación personal a algo más literario, pero no sé si en tus "Buenas vibraciones" cabe esa interpretación más oscura. ¿Te ha influido el post de Frikosal? Interesante.
Un abrazo.
¡Qué cachonda y paradójica es la vida!
Que extraña es la vida, algunos con poco se encuentran impedidos y otros con mucho más luchan por salir adelante!
besines
Joe, es que eso de no poder moverte es una judiada, seas paralítico o no...
Besicos
Joselu: Yo creo que Andrés no tiene nada en contra de su compañero ni de su director ni de nadie en concreto. Él, en el fondo, no sabe por qué siente rabia. Él se aferra a su silla de ruedas y entonces es cuando siente rabia. Tal vez está enojado con la injusticia que la vida ha hecho con él. Tal vez siente simplemente impotencia. O quizá piense que la vida no trata a todos por igual, pues si él puede venir a trabajar estando impedido de las dos piernas, no es de recibo que a alguien se le dé la baja por una simple torcedura de tobillo. A lo mejor se pregunta por qué él tiene que salvar unas vallas que al resto de la gente se les abren... La verdad es que es cierto que siente rabia, pero, no sabe bien por qué...Buen comentario el tuyo, Joselu.
Raúl: Sí, sí, es una auténtica paradoja lo que pasa aquí en este caso.
Vane: Parece ser que a algunos (los que más) se les abren las puertas de par en par, y a otros, en cambio, se les cierran y han de hacer esfuerzos sobrehumanos por abrirlas.
Belén: Sí, pero, piensa que la lesión de Andrés es para toda la vida, y la de su compañero no... y eso, quieras o no, no es justo. Y encima, ahora, eso.
Andrés debió pensar que torcerse un tobillo no es para tanto, porque él tiene que vivir así siempre y para él no es impedimento hacer las cosas que tiene que hacer...
La verdad es que es jodío, sí.
Besos, Miguel!!!
La vida es así de rara! Parece q a cada uno nos toca lo q somos capaces de soportar. Javier admiraba a Andrés. Y ahora q no es capaz de llegar hasta el trabajo con el tobillo torcido, pues lo admirará más. Querer es poder, pero se ve q no quiere, jeje.
Besoss!
Lourdes: Tienes toda la razón, y de ahí, la rabia de Andres...
Vanessa: Sí. A lo mejor, ahora que se ve impedido, aún admirará más a Andrés.
Ay Miguel! Cuantas veces hemos comentado este tema...
Sin comentarios.
Yo tambien sonrio con rabia...
Saludos!!!
Cada persona es un mundo, pero ... cuántas veces nos hemos sentido incapacitados sin estarlo, y en cambio, el que lo está, tiene más fuerza y valor para afrontar la vida.
Un beso.
Causa admiración la capacidad del ser humano para amoldarse a las desgracias...
Marta: Así es la vida, pequeñita. No todos parten en igualdad de condiciones. Pero para llegar a la meta solo hace volutad. Y tú lo sabes.
María: Las circunstancias hacen aparecen fuerza de donde a lo mejor no se sabía que la había.
Temu: Pues sí. Aquello de que la voluntad mueve montañas es cierto.
Sonreir con rabia. No me cuadra con la capacidad de Andrés. Un persona que ha superado tantas cosas en la vida, que se ha superado a sí mismo, está muy por encima de que un compañero no pueda venir quince días.Cuando llegas a un nivel como el de Andrés no solo vences problemas físicos sino también psicológicos. En definitiva, creces como ser humano y llegas a relativizar las cosas sobre las que careces de control. Sigues con tu vida y saltas sobre esos inconvenientes que, invariablemente, trae la vida. Y sigues de manera animosa, positiva, alegre, llegando hasta donde puedes llegar y sabiendo parar cuando no puedes. Es una lección más de coraje y de poner las cosas en su sitio. Y por supuesto, deseando que tu compañero mejore para seguir echando esas terapeúticas risas.
Un saludo.
Castilla: Yo creo que Andrés no sonreía con rabia a Javier, sino a la vida. Fue una momentánea profunda reflexión sobre lo paradógico que es vivir. Nada más que eso. A Andrés no pienso que le sepa mal hacer el trabajo de dos personas, que él lo hará sin problemas, es la guasa de la vida lo que le hace ponerse así...
Tremenda historia.
Que fuerte...
El del tobillo en casa y el de la silla de ruedas llevándolo todo.
Me ha dejado K.O.
Saludos.
Miguel, dos comentarios míos vagan por el ciberespacio, espero que éste no se pierda también. te decía, más o menos, que es comprensible la rabia de Andrés: inválido en una silla de ruedas ha de hacer el doble de trabajo porque su compañero se ha torcido un tobillo. Cuántos discapacitados nos dan tremendas lecciones de valía y coraje frente a la caradura de quienes faltan al trabajo por los motivos más peregrinos (todos tenemos cerca jetas así, por desgracia). Ahora que se han puesto tan serios con las ausencias conviene recordar casos que nos han sublevado. Yo tenía un par de colegas cuyo coche ya doblaba la esquina mientras sonaba la sirena de salida, y jamás nadie les llamó la atención (no hay nada como ser amiga de la jefa...) Mi fallecida amiga Pilar debía sustituir lunes sí y lunes también a una de esas pájaras. Uno de ellos, víspera de Navidad, se la encontró por la tarde en un centro comercial, cargada de bolsas. "¿Pero tú no tienes gripe?" "Ay, sí, pero he salido para despejarme un poco..." Sin comentarios.
Feliz finde, colega. ¿Vas a ir a las Fallas? Yo tengo que cuidar mi garganta, mi brazo... Un rollo.
Realmente Andrés es una persona digna de admiración. Las pequeñas limitaciones de muchos de nosotros resultan ridículas al lado de las suyas. Sin embargo sabe afrontarlas y superarlas con toda la dignidad del mundo.
No entiendo el final del relato. ¿Se acobarda Andrés después de la recia autonomía mostrada? Parece una contradicción con el relato que le precede
Un abrazo
Toro: Es que la vida nos sorprende con realidades como esta. Si comparamos las dos situaciones, veremos que la vida es tremendamente injusta.
Yolanda; La situación de Andrés, sumido en la profunda invalidez de su silla de rueda, haciendo frente él solo al trabajo de dos personas, y haciendo frente a una simple torcedura de tobillo es todo un poema, del que más de uno y una debieran tomar nota.
Luís Antonio: Yo creo que sí has entendido el final. El final es una explosión de incomprensión y paradoja que desborda toda lógica. Yo, sí hubiera sido Andrés, también habría sonreído con rabia. Y esto nada tiene que ver con el buen rollito con Javier, porque él no tiene nada en contra de su compañero, él a quien sonríe con rabia es a la vida en sí...
Entiendo la rabia: El empresario se está ahorrando un sueldo y quizá se está beneficiando de una subvención por contratar a Andrés, que siempre ha tenido la mosca detrás de la oreja con este asunto (no saber si te contratan por tu valía o por desgravaciones fiscales). Ahora Andrés tiene que trabajar el doble, sabiendo que su primo Ernesto, en el paro desde hace meses, podría cubrir esa baja de quince días a la perfección. ¡Vaya rabia!
Antonio: Pero además, Andres está rabioso con la vida. Con lo paradójico de esta vida que le ha tocado vivir. Que él, que tiene una discapacidad mucho mayor que la de Javier, no está de baja, y puede atender el doble de su faena. ¡Qué contradicción!
Muy buen relato Miguel, Andrés es una persona digna de admiración.. Sin embargo el si que sabe afrontar y superar con dignidad
No entiendo el final. Es contradictorio con el relato que le precede.
Saludos y muy buen fin de semana
Nelita: El final es contradictorio, como contradictorio es lo que pasa en esta vida. Y Andrés esta contradicción la vive en sus propias carnes.
Comprendo que se sintiese mal. Bastante tiene con superar y afrontar sus problemas día a día para que además tenga un plus. AQdemás de hacer su trabajo, tener que hacer el del compañero.
Me parece totalmente humano y comprensible.
Un abrazo, Miguel.
Cristal: Y además que la minusvalía que tiene es superior a la de la torcedura del tobillo, y Andrés no falta al trabajo...
Ojalá todo el mundo tuviera tanta fuerza para afrontar la vida como él.
la vida tiene misterios que la hacen mágica.
La chica de los sueños: Andrés tiene mucha fuerza de voluntad, pero no todos la tienen.
Fernando: Más que misterios son contradicciones.
hoy quice entender tu escrito pero al ffinal me perdi
de todas formas muy bueno
Soy Yo: Al final es que se enfada con la contradicción entre su minusvalía y la de su compañero. Y al comparar, es cuando siente una rabia que no sabe bien como definir.
Sabes que yo tengo un primo con parálisis cerebral y mi admiración y cariño por él es infinito. En tu historia, JAVIER, en teoría es el débil, el impedido, el que tiene que arrastrarse desde su coche a la silla para moverse, pero con todo y con eso, hace una vida más o menos normal.
Cuando los supuestamente fuertes ( los Andreses:-) sufrimos el más mínimo accidente, nos convertimos en inútiles totales ¿quienes son los fuertes y los débiles en realidad?
JAVIER dices al terminar que sonríe con rabia...yo creo que si lo piensa, debería sentirse orgulloso y con su autoestima muchísimo más alta que de costumbre...¡¡él es un súper héroe!! los demás... Pobres mortales.
Me encantan tus historias, MIGUEL últimamente además tiene algo en lo que antes no caía, creo.
Un beso muuuy grande.
María: Yo creo que sonríe con rabia de puro éxtasis de saberse superior a las circunstancias. Por un lado sonríe porque ve que las puede superar, pero cpor otro hay rabia porque a él le gustaría que todos fueses igual que él de fuertes.
Sí, señor, estas cosas pasan. Aquí habría mucho para hablar, sobre injusticias vitales (que luego no lo son tanto, porque la vida suele "recompensar" con algo de más, cuando alguien tiene algo de menos), pero sí sobre el asunto de las bajas de laborales. Ahí hay para un ensayo.
Mi padre tiene una pequeña empresa y sufrió un terrible accidente hace ya años. Una moto se le cayó sobre una pierna y se la hizo trizas. Estuvo escayolado desde el pie hasta la cintura muchos días. Aún así, siempre que podía iba a trabajar, porque su empresa, como te digo, era pequeña y no se podía permitir la baja, tan pequeña que sólo trabajaban en ella él y mi hermano. Pero cuando mi padre sufrió el accidente, se vieron obligados contratar a un chico para que ayudara. El chico se torció un tobillo (porque las desgracias nunca vienen solas) y estuvo dos semanas sin ir a trabajar y mi padre, con sesenta años y la pierna pulverizada, apenas faltó unos días a su puesto. Pero, claro, al chico del tobillo torcido la empresa de mi padre le importaba muy poco, y si la familia de mi padre no llegaba a fin de mes, tampoco.
En fin, felicidades por tu texto. Por cierto, yo no he tenido ningún problema para entender el final.
Abrazos...desde mi silla de ruedas :-)
Ana: El final de tu comentario lo explica todo. Gracias por tu aportación.
Hola de buenas noches..
En la vida hay situaciones en la que te sientes incapacitado..
Un saludo de buenas noches
Balovega: Es más una incapacidad interna o mental que física. Y eso es lo que más duele.
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