Hace tres días que el veraneante
está en su lugar de veraneo. Es un apartamento frente a la playa de Benicàssim.
Todos los años al llegar el mes de junio el veraneante coge sus bártulos y se
viene a esta ciudad costera a pasar el verano.
Es junio. Las clases aún no han
terminado. Las mañanas, muy a su pesar, el veraneante se las pasa en el
instituto tratando de ultimar, con la mayor ecuanimidad que su mente avezada a
tales menesteres es capaz de ofrecerle, una justicia pedagógica, que no siempre
se ajusta a los ideales que el veraneante tiene de lo justo, y esto le
preocupa…
Por la tarde, después de comer,
el veraneante suele echarse una siesta. Al veraneante le gusta y aprecia mucho
estos momentos en que se deja atrapar por ese sueño fácil y gratuito. Y siempre
que puede, no lo obvia.
Esta tarde, al levantarse de la
siesta ha salido al balcón y ha visto la mar en calma. Y el sol en todo lo
alto. Y ha decidido ir a pasear por la orilla de la playa. Al veraneante le
encanta pasear por la orilla de la playa. Sin prisa, saboreando las frescas
aguas marinas en sus pies. Sintiendo la mullida y húmeda arena. Mirando a
través de las claras aguas la amena presencia de inofensivos organismos
marinos. Ahora un cangrejo corredor, ahora un diminuto ermitaño custodiando su
concha tomada de algún molusco, ahora un solitario pez que muerde con sus
dientecillos la ondulada arena, ahora un puñado de minúsculos pececillos que
revoltean de aquí a allá y que evitan la presencia del pacífico veraneante…
Cuando está frente al Voramar (el
Voramar es un hotel que está junto a la playa) el veraneante suele poner su
mirada en la cercana montaña. Las olas del mar bañan el pie de la montaña. Los
pinos verdes alegran la pequeña ladera del risco. Al veraneante siempre le
conmueve ver en qué ha quedado la antigua vía del tren. Ahora hay un camino de
tierra. Hace años el tren pasaba por la falda de la montaña, rozando las aguas
mediterráneas, manchando de humo negro los algarrobos que bordean el camino, y
llenando el aire de estrépito metálico. El veraneante, entonces, tiene
tendencia a la melancolía. Y es proclive a la ensoñación. Y piensa que el
pasado y el presente confluyen en su mente. Y mientras chapotea por la orilla
de la playa de fina arena, el veraneante advierte la presencia de una sepia. El
veraneante no quiere molestarla y se para. Pero la simpática jibia no se fía
del veraneante. Y batiéndose en retirada el veraneante ve cómo el cefalópodo desaparece
entre las rocas de la escollera…
El veraneante, sin saber bien por
qué, ha sonreído mientras huía la sepia. Y aún con la sonrisa en la boca piensa
que es momento de volver al apartamento. Y así hace. El veraneante, mientras
emprende camino de regreso, considera que en este paseo no ha pasado gran cosa,
y que sería fútil y superfluo reseñar nada de ello en un post, pero a veces las
ganas de compartir son grandes. Como ahora.
15 comentaris:
Creo que el Sr veraneante ha olvidado -tras recordarlo todo tiempo durante su paseo- que todos los detalles pequeñitos que ha ido viviendo y amablemente comparte con nosotros, son los que marcan la diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario.
...Es extraordinario que nos haya dejado saber que está preocupado intentando ser lo más justo posible evaluando a sus alumnos ( ellos no lo saben y nosotros ahora sí:-) tampoco sabrán que ha estado paseando a la orilla de la playa, que recordó por donde en el pasado circuló un tren y que una sepia pudo terminar en la sartén a la plancha pero que le perdonó la vida viendo como huía despavorida entre un mar que espero disfrute muchísimo durante su veraneo y mientras dure, no deje de escribirnos cómo transcurre su veraneo en estas preciosas tarjetas postales llenas de los detalles que concierten una tarde de domingo cualquiera de Junio en una tarde extraordinaria de la que gracias a él disfrutamos todos lo que aun no veraneamos :-)
Mil gracias Sr veraneante y muuuchos muchos besos... y gracias también de parte de la sepia:-)
Buenos días veraneante:ya lo puedes decir que los ideales de lo justo son preocupantes:pero es una labor por la que no nos queda otra que pasar.-En estos momentitos y haciendo una pequeña pausa para seguir en esta labor.Me ha reconfortado muchísimo ver tu entrada y comparto con María que es tan agradable saber que hay personas con una sensibilidad y, sobre todo respeto; por todo y todos.
-Este curso ha sido gratificante. Ahora estamos dando un poco de refuerzo para la Selectividad, que se han adelantado.
Un abrazo.
Efectivamente no has dicho mucho, la materia narrativa que nos has contado es mínima. Un paseo por la playa, simplemente eso, unido a tus sensaciones y pensamientos. Pero estás vivo. Y ser capaz de transmitir un instante de nuestra vida puede ser el objeto de una obra de arte. El arte es eso: unión de estilo y vida. Un fragmento de la existencia que sobrevive mediante la combinación de palabras y de letras que, en tu caso, adquiere, dimensión cálida porque expresa precisamente tu amor a la vida, tu amor a los tuyos, a tu perrita, a tu esposa, a tu hija, a esos paseos por la playa de Benicàssim y tus vacaciones de tres meses (¡pirata!).
Si alguien pudiera contar la vida de una persona a lo largo de veinticuatro horas, sin duda ello sería una obra maestra, porque la vida huye de las fórmulas estereotipadas, de las blandenguerías, de los lugares comunes. La vida es sorpresa, es éxtasis, es desolación, es caos, es dolor por el miedo a perder, por el miedo que nos atenaza en algunos momentos.
Pero algunas veces y especialmente algunas personas saben sacar algo muy valioso de un pequeño instante en el que está comprimido todo el universo. Ya lo dijo Buda al expresar, según la leyenda, la esencia del secreto de la vida mirando una flor. En una flor está depositada el misterio del universo, así como en un paseo intrascendente por la playa contemplando las nubes, los pececillos, el Voramar (que yo sí conozco), una sepia, la ladera de la montaña por donde iba el tren en el pasado. Y ya está. No hay más. No hay nada escondido en tu relato pero al concluirlo uno siente que ya no es el mismo que era antes de leerlo. Me pasa también cuando leo a otro levantino como es Manuel Vicent, que se deja deslumbrar por la luz del mar y nos transmite bellísimos fragmentos que devoro en la contraportada de El País los domingos.
Pues eso. Nada. Solo ha pasado la vida.
Un abrazo.
Que bellas esas vacaciones llevada de tu mano, así exactamente son las que me encanta disfrutar.
Conozco, o mejor he visitado esa preciosa tierra, y la he disfrutado a tope, porque el mar...es sueño, mi mar...
Un beso Miguel.
María: El veraneante agradece sobremanera que haya personas que quieran compartir con él sus vivencias. Y está de acuerdo en que esos detalles tan simples se convierten en grandes cuando son vividos en paz y con la mente en calma.
Bertha: El veraneante acaba de poner las notas y se siente satisfecho solo en parte. Hay un curso donde pondría hasta cuatro matrículas de honor... pero no es posible. Solo puede poner un máximo de dos. Y esto le preocupa. En realidad no sabe bien qué hacer. Tal vez no ponga ninguna matrícula...
Joselu: Al veraneante le parece muy bien, casi diría que le parece extraordinario, escuchar comentarios como este. Al veraneante se le hincha el corazón de alegría cuando advierte signos de complicidad. Porque el veraneante, aunque le guste pasear solo, no es un solitario. Le gusta la buena compañía... Gracias, Joselu.
Lore: El veraneante piensa que es persona agradecida y honesta, por eso acepta de muy buen grado compartir los sueños volanderos.
En cierta manera me recuerdas a Delibes.
Esa prosa sencilla y precisa que tiene magia escondida.
Buen verano.
Saludos.
Toro: El veraneante se siente muy satisfecho al leer comentarios como este. Muchas gracias.
Buen tipo, el veraneante. Sensible,detallista, observador...
Sabe apreciar y describir el encanto de las pequeñas cosas.
Dale un abrazo al veraneante. Intuyo que lo tienes muy cerca...
Luís Antonio: El veraneante es muy sensible y acoge de muy buen grado palabras afectuosas como las que tú le has dedicado.
Comparte, comparte, Miguel, qué se ve que te lo pasas en grande, con los pequeños regalos de la vida. Me alegro de que ya estés ahí, aún cuando las clases no hayan terminado. O casi.
Yo estoy de regreso de mi viaje a México y vengo, pues, a saludarte.
Abrazos
Myriam: El veraneante siempre se alegra se volver a tener en su casa a gente llena de buenas vibraciones...
Ah, malandrín, qué suerte tienes, tres meses de veraneo aunque ahora aún estés trabajando... Reconoce que, a pesar del fastidio, es un lujazo poder pasear junto al mar en los días del ingrato final lleno de papeleo y reuniones. Odio estos días llenos de estrés, todo son prisas y carreras. Mañana y pasado tenemos que ensayar a tope la graduación, que es el miércoles. El jueves aquí es fiesta (no sé si es fiesta nacional) y el viernes tenemos un pentahlon. Luego queda la comida final, la excursión, recoger las clases (lo que más odio), el último claustro (puñetera memoria, qué manía con los papeles), en fin, de todo un poco antes del paréntesis veraniego.
Yo volví anteayer de Asturias, han sido cinco intensos días en lso que los chavales se lo han pasado bomba. Yo me he recuperado algo del estrés que llevaba acumulado, pero aún me queda. Me encanta todo el norte, me habría quedado allí de buena gana. Claro que si pudiera estar en Benicássim como tú no diría que no.
Ánimo, que ya queda poco. Un fuerte abrazo, colega.
Yolanda: Nosotros también estamos metidos de lleno en el sprint final. Esta tarde tengo evaluaciones. Y luego, preparar los exámenes de julio.
Pero, como tú bien dices, estando aquí junto al mar, las cosas son más llevaderas.
¡Ánimo!
El veraneante acaso no sepa que compartir ese paseo, nos ha recordado que lo que da sentido a nuestra efímera existencia , se puede encontrar en una soleada tarde de verano.
Gracias por compartirlo.
Un saludo.
Cantona: Así es la vida, así pasa, y así queda.
Gracias por pasarte por aquí.
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